EE. UU. une al mundo musulmán en su contra tras reconocer a Jerusalén

Mikel ayestarán JERUSALÉN / COLPISA

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JAAFAR ASHTIYEH | AFP

Las primeras protestas en Gaza y Cisjordania dejan decenas de palestinos heridos

08 dic 2017 . Actualizado a las 09:35 h.

Jerusalén se enfrenta hoy al primer viernes de la ira tras el anuncio de Donald Trump en el que reconoció de forma oficial a la ciudad santa como capital de Israel y adelantó el próximo traslado de su embajada desde Tel Aviv. Es día de oración, pero también un día en el que las protestas pueden extenderse a las calles de una capital que reivindican israelíes y palestinos, a quienes Naciones Unidas emplazan a resolver esta disputa en una negociación.

Menos de 24 horas después del discurso de Trump llegó una respuesta violenta desde Gaza y Cisjordania, que dejó más de 50 heridos, pero otra pacífica en los barrios árabes de la ciudad santa, ocupados por Israel desde 1967, que vivieron una jornada de huelga general. Las marchas de protesta se extendieron y se registraron movilizaciones en Jordania, Líbano, Turquía, Pakistán, Yemen, Afganistán. un nivel de movilización en países musulmanes que no se producía desde la quema de un Corán por un pastor evangélico estadounidense en 2011.

Trump defendió que su decisión es «buena para el proceso de paz», pero miles de palestinos no lo vieron así y se echaron a las calles de Ramala, Hebrón y Belén o se acercaron a la verja de separación en Gaza para lanzar piedras, quemar banderas de EE.UU. y gritar al mundo eslóganes como «Jerusalén es la capital del Estado de Palestina» o «¡Muerte a EE.UU.! ¡Muerte al loco de Trump!». La respuesta israelí fue la habitual en estos casos, a base de material antidisturbios, balas recubiertas de goma y munición real, lo que dejó al menos a uno de los heridos en Gaza en estado crítico, según fuentes médicas palestinas.

En medio de los altercados, el líder del grupo islamista Hamás, Ismael Haniye, anunció que «no se puede hacer frente a la política sionista de EE.UU. más que lanzando una nueva intifada». El llamamiento a una tercera insurrección popular, como las de 1987 y 2000, se quedó, al menos en sus primeras horas, en apenas unas decenas de jóvenes en la verja de separación con Israel. El Estado hebreo reforzó la presencia militar en los territorios ocupados y elevó el nivel de seguridad en los barrios árabes de Jerusalén.

La ciudad vieja o la calle Saladino, arterias principales de Jerusalén oriental, estuvieron desiertas y con la mayoría de comercios cerrados. «La palabra correcta para definir este momento es depresión. Estoy triste porque me doy cuenta de que estamos solos», lamentaba Moe, seudónimo del dueño de una cafetería en Saladino que, después de veinte años en EE.UU., está de vuelta en la ciudad santa.

«No sé para qué cerramos, ni por qué o para quién luchamos. Los israelíes no nos quieren y nosotros no queremos a nuestros supuestos líderes. Estas huelgas son un autocastigo, solo sirven para beneficiar a la parte occidental de la ciudad en la que los centros comerciales estarán llenos de árabes», aseguraba este empresario, que, como otros muchos palestinos, reflexionaba en voz alta sobre la falta de liderazgo y acusaba al presidente Abás de «llenarse los bolsillos a costa de vendernos a Israel».

El ambiente depresivo en Jerusalén Este contrastaba con la normalidad en la zona judía en la que aparecieron algunos carteles de agradecimiento a Trump con el lema «JerUSAlem». No hubo grandes celebraciones. Aunque las autoridades insisten en su carácter indivisible, esta ciudad está partida y el Jerusalén judío está a la espera de la respuesta de su parte árabe, a la que el anuncio de Trump no ha sentado bien.

Desde el exterior continuaron las palabras de condena, incluso de países aliados de EE.UU. como Egipto, Arabia Saudí y Jordania, que tacharon la decisión de Trump de «violación del derecho internacional» o «injustificada e irresponsable». Además de gobiernos, grupos como los talibanes también emitieron un comunicado para denunciar «la ambición colonialista de EE.UU. en tierra musulmana» y Al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA), desde Yemen, se sumó a las condenas y llamó a todo el «mundo musulmán» a cerrar filas con los palestinos.

Los evangélicos aplauden al jefe de la Casa Blanca

Los que disfrutan mofándose de Trump tuitearon vídeos sobre cómo se le trababa la lengua con el «God Bless United States», que sonó más a «Dios Bendiga a las Naciones Unidas». Según informa Colpisa, sin embargo, los evangélicos encontraron en el anuncio sobre Jerusalén una señal importante de que el presidente está de su lado: el árbol de Navidad que tenía detrás.

La batalla por la Navidad o las fiestas, como prefieren decir quienes pretenden incluir a todas las religiones, es una de las claves políticas para entenderse con esa base electoral. Para Jerusalén, no necesitaban mensajes ocultos, porque según dijo después el telepredicador Pat Roberson, «los judíos ya tomaron la soberanía final de Jerusalén en la Guerra de los Seis Días». Dividir la ciudad santa iría «contra la palabra de Jesucristo», dijo ayer a sus millones de seguidores. Por su parte, el pastor John Hagee, líder de Cristianos Unidos por Israel, aseguró que si Trump cumple su promesa de trasladar la embajada «será recordado durante miles de años por su valor».

Se trata de una inversión electoral de 60 millones de votos potenciales para su reelección, pero Trump tiene un valor más seguro: el multimillonario Sheldon Adelson, que donó cerca de 35 millones a la campaña de Trump y otros 80 al resto de candidatos republicanos. El magnate de Las Vegas se comunica directamente con el yerno del presidente, Jared Kushner, al que se concede crédito por proponer el traslado de la embajada. Su grupo de la Coalición Republicana Judía le había pedido que dejase de ser neutral y al fin lo ha conseguido. 

El traslado no será inmediato

Ajenos a estos cálculos electorales, la diplomacia norteamericana reacciona para reparar daños. La Casa Blanca advirtió ayer que anular la reunión prevista entre el mandatario palestino, Mahmud Abas, y el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, puede ser «contraproducente». Pence «sigue planeando ver a Abas tal y como estaba previsto», explicó una fuente oficial ante los rumores de que el líder palestino tiene la intención de cancelar la cita tras el giro emprendido por Washington.

El vicepresidente tiene previsto visitar Egipto e Israel la segunda quincena de mes, un viaje que toma una nueva dimensión con los acontecimientos. El secretario de Estado, Rex Tillerson, aseguró por su parte que el traslado de la embajada desde Tel Aviv a Jerusalén «no será algo que pase de un día para otro». «No lo vamos a hacer rápido», dijo en Viena.

La comparecencia de Donald Jr. por el Rusiagate, eclipsada

Curioso o no, lo cierto es que el anuncio del presidente de EE.UU. sobre Jerusalén coincidió con la comparecencia de su hijo mayor, Donald Trump Jr., ante el Comité de Inteligencia de la Cámara Baja en el marco de la investigación sobre la presunta injerencia rusa en los pasados comicios presidenciales. No hay más que hacer una simple revista de prensa para constatar que pasó completamente inadvertida, oscurecida por la avalancha de reacciones que desató la decisión de la Casa Blanca.

La comparecencia, a puerta cerrada, duró unas ocho horas, y Trump Jr. respondió a la «gran mayoría» de preguntas que se le plantearon, según explicó el demócrata de mayor rango del comité, Adam Schiff. Sin embargo, Trump Jr. se amparó en un supuesto privilegio de cliente-abogado para no responder preguntas sobre las conversaciones que mantuvo con su padre cuando este verano estalló el escándalo por su reunión con una abogada rusa durante la campaña presidencial. Como se recordará, el hijo del presidente se reunió en junio de 2016 con la abogada rusa Natalia Veselnitskaya con la promesa de recibir información comprometedora sobre Hillary Clinton supuestamente obtenida por el Kremlin.