La leyenda no se hundió

MIGUEL ANXO FERNÁNDEZ

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La imagen de Jack y Rose en la proa del barco, el «My heart will go on» de Celine Dion, el último beso de los protagonistas... El Titanic sigue a flote

22 dic 2017 . Actualizado a las 08:11 h.

Aquellas navidades de 1997, las salas de medio mundo rebosaron de espectadores para seguir la peripecia de Jack y Rose, dos personajes imaginarios a bordo del Titanic, el trasatlántico más grande del mundo. Hacía años que no se veían colas a las puertas de un cine… En paralelo, la banda sonora de James Horner se convertía en la más vendida y My Heart Will Go On en la canción más escuchada en la voz de Celine Dion. Realmente la historia de amor entre Leonardo DiCaprio y Kate Winstlet solo era una coartada para permitir a James Cameron demostrar que su ego era ilimitado detrás de una cámara, con una autoestima a la temperatura de fusión gracias al éxito, seis años antes, de Terminator 2, filme en el que ya sacaba un gran rendimiento a los efectos digitales.

Con Titanic, Cameron se propuso recrear lo ocurrido en la fatídica noche del 14 al 15 de abril de 1912, cuando aquella gigantesca mole de acero, se fue a pique en su viaje inaugural al chocar contra un iceberg al sur de Terranova, falleciendo 1.514 personas de las 2.223 que componían el pasaje. No le costó mucho esfuerzo convencer a Paramount y a Fox para que asumiera la (casi) totalidad de la inversión, unos 200 millones de dólares, cifra astronómica para entonces. En los estudios de Fox Baja, en la Baja California al norte de México, Cameron se hizo construir una gigantesca piscina hidráulica para recrear la segunda parte del metraje, la partición del buque en dos. El rodaje fue una gesta que el todo Hollywood seguía con el inconfesable deseo de que el canadiense James Cameron pagara cara su soberbia.

Pero se equivocaron. Según imdb.com, a fecha de agosto de 2015, su recaudación ascendía en todo el mundo, a 2.186 millones de dólares. Sus 11 Oscar (los mismos que Ben-Hur y El señor de los anillos: el retorno del rey), el respaldo de la crítica y la respuesta popular, acabarían convirtiéndola en mítica. Con ocasión de su 20 aniversario, el canal National Geographic emitió el pasado 17 de diciembre, el documental Titanic, 20 años después, coproducido por el propio Cameron y en el que la tragedia real de 1912 y la odisea de aquel rodaje de 1999, van de la mano. Si el director había conseguido descender al fondo del océano unos años antes, para introducir en las bodegas del RMS Titanic, sus sofisticadas cámaras (diseñadas por el mismo en su empresa Lightstorm Entertainment), el rodaje fue otro desafío.

Admite el director que hubo de recortar 15 minutos a la versión final de 3 horas y 14 minutos; cuenta sorprendentes anécdotas sobre una filmación no exenta de accidentes; reconoce como le espoleaba que todos desearan su fracaso en Hollywood, y admite que, de rodarla en la actualidad, la imagen habría ganado en calidad y que ya no se vería obligado el uso de maquetas gracias al actual desarrollo del CGI, que utilizó con éxito en Avatar (2009) y sigue haciéndolo en sus varias secuelas, cuyo estreno llegará entre 2020 y 2025. En la citada serie documental, Cameron aparece junto al explorador Bob Ballard (descubridor de los restos del buque en 1985, mientras realizaba una misión secreta para la Armada estadounidense) y los historiadores Parks Stephenson, Don Lynch y Ken Marschall, que analizan las causas del hundimiento y valoran la recreación del filme, con sus aciertos y sus errores, sumando los nuevos hallazgos en torno al naufragio, dos décadas después.

Además de testimonios y anécdotas, incorpora nuevo metraje submarino, escenas descartadas, visitan en California, la Biblioteca Presidencial Ronald Reagan, para recorrer una exposición del Titanic con objetos de atrezo de la película y otros reales extraídos del buque naufragado. La leyenda continúa.