El crimen de Diana Quer no fue tan perfecto

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

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Lavandeira jr | efe

La investigación del Chicle se remonta al 2005 y los delitos que cometió desde entonces y los errores en el caso Diana Quer fueron la brújula que llevó a la Guardia Civil a esclarecer la muerte de la joven

15 ene 2018 . Actualizado a las 07:48 h.

«El Chicle se mosquea y cree que lo están siguiendo. El 24 de noviembre del 2016 llama a la Guardia Civil: 'creo que me están siguiendo, ¿sabes por qué?' Lo que pretendía saber es qué sabíamos nosotros. Comete un fallo, dice que la noche de la desaparición él estuvo con su mujer en A Pobra. Él mismo se pone en el escenario. Eso lo comentó en una conversación, luego se olvida. A raíz de esa charla informal, siendo ya sospechoso, el 30 de noviembre le citamos a declarar a él y a su mujer para que nos den una explicación. Él se equivoca, dice que salió a robar gasolina, ya no se sitúa en A Pobra. En el margen de una semana comete un error, la mujer le mantiene la coartada: dice que salieron juntos. Ella tampoco se sitúa en A Pobra, ya tenemos otro elemento de duda. Y además el teléfono de la mujer, esa noche, no se mueve de casa, por lo que empezamos a dudar sobre si nos engañan».

El relato de la Guardia Civil evidencia en forma de errores la caída al abismo de José Enrique Abuín Gey, el Chicle, asesino confeso de Diana Quer (22 de agosto del 2016, A Pobra do Caramiñal), responsable de su desaparición forzada y acusado de intentar lo mismo con otra mujer de Boiro la pasada Navidad. Estos fueron sus otros errores.

VANIDOSO

Más listo que la Guardia Civil. El Chicle tenía un alto concepto de sí mismo. Se metió en la boca del lobo él solo y sabiéndose culpable y vigilado se plantó ante la Guardia Civil para declarar su inocencia. Y lo hizo cuando el alcance social del caso era más intenso. «El Chicle, incluso, accede a dejar su teléfono para que lo analicemos. Deja un teléfono que no es, con un número que no es, y cuando le decimos que ese no es el que queremos, nos deja el suyo. El que llevaba la noche de autos. ¿Qué ocurre? Nos lo entrega completamente reseteado. Argumenta que se le había estropeado y que lo arregló. Pero ahí tenemos otro elemento de sospecha que nos sigue diciendo que es un profesional. Sabe el valor que puede tener para nosotros ese móvil. La diferencia entre tenerlo o no es que si lo tienes puedes llegar a puntos GPS exactos, sin dar más detalles», concreta la Guardia Civil, que añade: «El Chicle también accede a que revisemos sus vehículos, viene un equipo de criminalística de Madrid y buscamos algún vestigio de Diana, pero no encontramos nada».

Antecedente comprometido

Denuncia por violación. Ni los antecedentes de Abuín Gey por tráfico de cocaína, ni la denuncia que presentó su cuñada, siendo menor de edad en el 2005, por una presunta violación frenaron al Chicle. Dicha denuncia fue el extremo del hilo que los investigadores empezaron a seguir para resolver el crimen. Lo que Abuín Gey no sabía es que, aunque se archiva la denuncia, el borrón en forma de antecedente policial, uno más, ya manchaba su historial con un delito muy concreto que, de inicio, lo puso en el punto de mira gracias al olfato de la Policía Judicial de la Guardia Civil de A Coruña.

Tecnología

Repetidores de telefonía. La columna vertebral del caso, sin duda. Las geolocalizaciones recogidas por las antenas fueron cruciales, tanto las emitidas por el móvil del Chicle como por el de Diana. Eso los situó juntos y haciendo el mismo recorrido de madrugada, en coche y acabando en Rianxo, un municipio en el que la joven no tenía ningún motivo aparente para estar a esas horas. Otro error mayúsculo fue lanzar el móvil de Diana a la ensenada del río Beluso mientras trasladaba el cuerpo. Es zona marisquera y son decenas los profesionales que la rastrillan a diario si la concesión está abierta. Él debería saberlo, es oriundo de Barbanza y, por si eso fuera poco, acumula unas cuantas denuncias por furtivismo. El contenido del móvil tardó en conocerse, pero fue clave, la pieza del puzle que faltaba para completar el trabajo. Permitió encajar ubicaciones y horas, fue el complemento que necesitaba la investigación para no estancarse.

Cámara de videogilancia. El autor confeso de la muerte de Diana, posiblemente, nunca pensó que una cámara de videovigilancia podía ponerlo en el disparadero. La cámara está en una gasolinera en A Pobra, en la misma autovía de Barbanza (AG-11), y el recinto incluye un carril de incorporación que procede de A Pobra. El Chicle escogió esa ruta y fue captado por el sistema de vigilancia. El fotograma era una bola de luz, pero menos es nada. Ese destello, bien interpretado, podía dar nuevas respuestas al caso. El móvil del Chicle emitió una señal pasando aquel 22 de agosto del 2016 por el citado carril de incorporación a la AG-11, por lo que tras la bola de luz había que saber si estaba el Chicle. Una empresa de O Porriño identificó el turismo con mucho trabajo y una completa reconstrucción de los hechos. Al final, todo cuadraba: la bola de luz no era otra cosa que el Alfa Romeo 166 del Chicle, y dentro, junto a él, también viajaba Diana.

Reincidencia

Con testigos. Una de dos, o el Chicle se sentía muy por encima de la Guardia Civil para reincidir o su patología mental es tan fuerte que no puede controlarse. Solo así se explica que estando en el punto de mira durante más de un año por el caso Diana Quer, decidiera el pasado 25 de diciembre actuar de nuevo, en el centro de Boiro y a las ocho de la tarde. La víctima fue una mujer de unos 30 años, pero el patrón de conducta se repite. Su otro pecado fue dejarse ver. Lo recoge la Guardia Civil en sus diligencias citando a la mujer agredida: «Dice acordarse muy bien de la cara del atacante por sus dientes». Los dos testigos que rescataron a la denunciante también fueron capaces de memorizar su rostro. Lo señalaron nada más ver su fotografía, describieron el coche, incluso la víctima retuvo cifras y letras sueltas de la matrícula. El Chicle comete otro patinazo: repite coche y eso también lo condena a los pocos minutos de que la víctima presentase la denuncia. La Policía Judicial de Noia, que conocía el caso, informa a los superiores y se pone en marcha el operativo que obliga a varias decenas de agentes a interrumpir las vacaciones de Navidad. Hasta los más altos mandos se sumaron al dispositivo.

INSTALADO EN LA MENTIRA

Nadie le cree. El delirio en el que lleva instalado desde hace años este individuo se cimenta a base de mentiras. Incluso ahora, acorralado por la cadena perpetua revisable y encerrado en una celda no supo ganarse la confianza del que fue su abogado hasta el viernes, José Ramón Sierra. Es de suponer que no tardará en encontrar otro letrado dispuesto a entrar en escena. El juez asegura que también mintió a su mujer, Rosario Rodríguez, y a sus cuñados, que al igual que su esposa lo encubrieron con una coartada falsa. Y ese fue su enésimo error: depender de terceros.