Llegan a La Habana tras una odisea los restos de la última aventura del Che Guevara

A. M. C. REDACCIÓN / LA VOZ

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Hace cincuenta años pisaban La Habana los compañeros de guerrilla del Che en Bolivia tras recorrer medio mundo

17 oct 2018 . Actualizado a las 22:29 h.

Un 6 de marzo como hoy, pero de hace 50 años, ponían pie en La Habana «los compañeros de guerrilla del Che en Bolivia» tras una odisea. «Tuvieron que recorrer medio mundo», decía La Voz. Concluía la aventura de Harry Tamayo, Leonardo Tamayo y Daniel Alarcón. Un mes de viaje que había comenzado con una marcha a pie hasta la frontera de Chile desde el lugar en el que el Ejército boliviano había acabado con Ernesto Guevara. Con ayuda del entonces senador Salvador Allende habían partido después para la isla de Pascua. Y de allí, a Tahití, Australia, Singapur, París, Praga, Moscú...

Mientras bajaban por la escalerilla de un avión de Aeroflot hacia la pista del aeropuerto José Martí, recibidos con todos los honores, sus pasos eran los últimos de la aventura boliviana del Che. La muerte del guerrillero argentino-cubano fue, solo unos meses antes, el fin de un misterio.

Desde que en 1965 se esfumase, renunciando a todo -cargos, ciudadanía, familia y parecía que hasta a su propia vida- en una carta a Fidel, los rumores lo habían situado en diferentes países y hasta se le había dado por muerto en varias ocasiones. Hoy se sabe que su empeño en extender la revolución por el tercer mundo lo llevó a organizar grupos guerrilleros en Hispanoamérica y a una desastrosa -y, según él mismo, «vergonzosa»- intervención en el Congo al mando de un pequeño contingente cubano.

Pero ni siquiera su gran fracaso en África lo había hecho desistir. Su muerte en Bolivia tras ser capturado e interrogado por el Ejército y la CIA dio la vuelta al mundo y los relatos sobre su ejecución permanecieron en las noticias durante meses, al igual que su diario de campaña, que el ministro boliviano del Interior decidió hacer llegar a Castro, con el consiguiente revuelo.

Aquel miércoles 6 de marzo, en el aeropuerto de La Habana, a Pombo, Urbano y Benigno (por sus nombres revolucionarios) los esperaba Fidel. Era el epílogo de la última aventura guerrillera de un hombre que, en el imaginario de muchos de los que empezaban a tomar las calles ese año, representaría al «héroe magnifico y desinteresado», decía una crónica en La Voz. Un mito.

En España, al Tribunal de Orden Público empezaban a llegar jóvenes acusados de imprimir el rostro del Che que inmortalizó el fotógrafo Alberto Korda. La dictadura también estaba cambiando: varios procesados fueron absueltos.