Turquía borra parte de su historia

Patricia Alonso ESTAMBUL

ACTUALIDAD

YASIN AKGUL | AFP

Los cambios en la plaza Taksim impedirán que sea un centro de reunión

12 mar 2018 . Actualizado a las 08:10 h.

Cada una de las generaciones y pueblos que forman parte de la historia de Estambul ha dejado su huella en la plaza Taksim. El centro cultural de Atatürk, el monumento de la República, la iglesia ortodoxa de origen griego, y el cementerio armenio reconvertido en parque. El mismo parque que en el 2013 miles de turcos trataron de defender con manifestaciones callejeras. Entonces, el Gobierno pretendía eliminarlo y construir en su lugar un centro comercial. «Cada intervención arquitectónica en la plaza ha sido ideológica», defiende Mücella Yapici, secretaria general del colegio de arquitectos de Estambul, y una de las fundadoras de la plataforma por la defensa de Taksim. Hoy, una nueva mezquita y la demolición del centro cultural de Ataturk para construir una Ópera en su lugar amenazan de nuevo el orden la plaza. «Hemos apelado la decisión», cuenta Yapici, «pero no han esperado a que termine el proceso legal». Yapici asegura que el nuevo plan viola el acuerdo de 1993, año en el que el gobierno turco decidió convertir la plaza Taksim en patrimonio histórico. «Cada uno de sus elementos -el centro cultural de Atatürk, el parque de Gezi, el monumento a la república, y los restos de una muralla del siglo XVIII- está protegido por separado y como conjunto», dice.

Según los historiadores, los cambios en la plaza son una amenaza al patrimonio histórico de Estambul, pero también un ataque a la libertad de expresión. Uno de los temas que más preocupa a la arquitecta. «Durante el imperio otomano no había plazas donde reunirse. Es un concepto que llegó con la República», apunta, «y desde entonces Taksim se ha convertido en el corazón de la lucha democrática». La plaza siempre ha sido un punto de encuentro para la lucha obrera, y más recientemente de la lucha por los derechos de la mujer o del colectivo LGTBI. La disposición actual del espacio elimina toda posibilidad de que este tipo de reuniones ocurran de manera espontánea. La profesora Heghnar Watenpaugh, experta en historia otomana de la universidad de California Davis, asegura que este problema no es exclusivo de Taksim, o tan siquiera de Turquía. «En muchos otros lugares vemos cómo espacios donde antes se reunía la gente para hacer uso de su libertad de expresión se han convertido en centros comerciales. Hay un cambio visible en cómo funcionan los espacios públicos hoy en día. Más alineados con intereses comerciales que con intereses políticos o históricos», explica. El plan para modernizar Taksim también incluye sus alrededores, barrios en los que históricamente vivían griegos y armenios y, en definitiva, los conocidos como no-musulmanes. «Viviendas históricas características de la zona están desapareciendo para dar lugar a oficinas», se queja Yapici. El alcalde del distrito, Misbah Demircan, asegura que se trata de una renovación muy necesaria, con cerca de 650 edificios a punto de colapsar. Sin embargo, varias organizaciones han denunciado que los actuales inquilinos -principalmente familias kurdas o refugiadas de pocos recursos- están siendo expulsados de las viviendas sin compensación. «Modernizar está bien», dice Watenpaugh, «pero arrebatar a la gente su casa no». Para Yapici este es también un tema político. «Construir una mezquita en el corazón del laicismo es hacer una declaración de intenciones y un despliegue de poder», censura. «Lo que está ocurriendo en Taksim es una catástrofe arquitectónica y social».