La gran lección de la Isla de Pascua

Xavier Fonseca Blanco
XAVIER FONSECA REDACCIÓN / LA VOZ

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Xavier Fonseca

Los errores que cometieron los Rapanui los repetimos hoy a escala mundial

23 abr 2018 . Actualizado a las 11:01 h.

El domingo de Pascua del año 1722 el explorador holandés Jacob Roggeveen encontró una aguja en un pajar. Una pequeña isla en medio del océano más grande que existe, el Pacífico. Roggeveen había descubierto el lugar habitado más apartado del planeta. Decidió bautizarla como la isla de Pascua. En su diario escribió «se trata de un lugar pobre y árido». Lo que no sabía es que ese paisaje inhóspito era el resultado de un deterioro ambiental progresivo que acabó con toda la vegetación y provocó el colapso de la civilización que allí habitaba, la Rapanui, que en su idioma significaba el ombligo del mundo.

Los primeros humanos llegaron sobre el año 700 desde la Polinesia. Durante el tiempo que transcurrió entre el inicio y el declive de la civilización, los Rapanui explotaron sin piedad todos los recursos. En la isla no quedó ni un solo árbol en pie. La madera se usaba como canoas o para transportar el material necesario para levantar los moáis, las famosas estatuas de piedra cuyo significado sigue siendo todavía hoy un misterio. No hay duda de que eran algo importante para ellos porque en su momento hubo un gigante de piedra custodiando la isla por cada siete habitantes. Pero el entorno no tardó mucho en sufrir los efectos. El terreno comenzó a erosionarse y el agua a escasear. Tras la deforestación se dieron cuenta de que ya no podrían hacer más canoas para pescar. Fue entonces cuando llegó el hambre y las revueltas. Ni siquiera disponían de medios para abandonar la isla. De los 10.000 habitantes que hubo durante el apogeo de la civilización solo quedaban unos pocos centenares cuando Roggeveen y sus hombres llegaron.

La civilización que habitó en la isla de Pascua ofrece una lección de la que deberíamos tomar buena cuenta, porque hoy se observan síntomas que apuntan a un deterioro preocupante del medio ambiente, como el calentamiento global, la escasez de agua dulce o la contaminación de los océanos. En la trágica historia de los Rapanui, en el algún momento llegaron a cortar el último árbol de la isla, ¿en qué estaban pensado? La misma pregunta podríamos hacernos. La civilización actual quema cada año millones de toneladas de gases de efecto invernadero que nos conducen a un mundo mucho más inhóspito. Y de momento nadie hace nada para frenarlo. Sin agua los Rapanui entraron en guerra. En la actualidad esto también sucede. El conflicto que vive hoy Siria no puede entenderse sin los efectos de una sequía histórica que dejó al país sin acuíferos. Vendrán otros. Los errores que cometieron los Rapanui los repetimos hoy a escala mundial. ¿Cuál será el final de nuestra historia?