Lula se atrinchera en São Paulo y pospone su entrada en la cárcel

Miguel Piñeiro Rodríguez
miguel piñeiro BRASILIA / CORRESPONSAL

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Lula saluda a los simpatizantes que se manifiestan para impedir su ingreso en prisión
Lula saluda a los simpatizantes que se manifiestan para impedir su ingreso en prisión Marcelo Chello

Negoció con la policía las condiciones de su entrega para asistir al homenaje a su mujer

07 abr 2018 . Actualizado a las 09:21 h.

Lula da Silva llamaba a su esposa, Marisa Letícia, «minha galega», adjetivo que se atribuye en zonas de Brasil a los rubios de ojos claros. La galega del expresidente condenado a 12 años, y cuyo ingreso en prisión estaba fijado para ayer a las 17.00 hora local, falleció en febrero del año pasado y hubiera cumplido hoy 68 años.

La defensa de Lula logró negociar con la policía las condiciones de su entrega al menos hasta que atienda a un homenaje a dona Marisa, el último acto del gran líder de la izquierda antes de su encarcelamiento. Ese fue el acuerdo tras una maratoniana jornada, en realidad casi 48 horas, que Lula pasó en la sede del Sindicato de Metalúrgicos del ABC de São Paulo, donde fraguó su carrera en el movimiento obrero antes de crear el Partido de los Trabajadores. 

Rodeado de la cúpula del PT, de simpatizantes que hicieron dos noches con él, y de algunos familiares, el expresidente se atrincheró en el edificio de tres plantas mientras fuera se acumulaban miles de seguidores. Todos esperando la llegada de la Policía Federal, toda vez que Lula decidió incumplir el auto de prisión de su archienemigo, el juez Sergio Moro, que le citaba a las 17 horas en Curitiba, a más de 440 kilómetros. 

En los dos últimos días, desde la decisión del Tribunal Supremo de negarle el habeas corpus y el fulgurante auto de prisión dictado por Moro, apenas se pudo escuchar la voz de Lula en una entrevista a la radio CBN, donde dijo que su ingreso en prisión era «el sueño de consumo» del juez y de las élites del país. Tampoco se dirigió a las masas que velaron su detención. La especulación sobre su posible decisión estuvo presente toda la jornada: si entregarse voluntariamente a la policía en São Paulo o esperar a que fueran a buscarlo y dar la imagen de ser arrancado de su seno. Pasada el plazo fijado de las 17 horas, Lula seguía apurando su libertad, rodeado de dirigentes del PT, pero también de otros partidos de izquierda, como Manuela D’Ávila (Partido Comunista) y Guilherme Boulos (PSOL).

La defensa de Lula intentó hasta el último momento un nuevo recurso de habeas corpus para evitar la encarcelación (hasta otros 8 solicitudes ajenas a sus abogados llegaron a presentarse), pero fue desestimada con la misma celeridad con la que la justicia brasileña, famosa por su lentitud y lo enfangados de sus caminos, actuó en el caso del expresidente. Incluso la prensa brasileña más crítica con la figura de Lula recogía la diferencia entre el proceso medio de la operación Lava Jato, que pueden alcanzar hasta los 30 meses para dar con el reo entre rejas, a los apenas 9 meses que se tomaron con Lula. Una rapidez que refuerza el argumento de la izquierda de la persecución política.

Anoche existían dudas de si Lula se entregaría hoy o el lunes. El expresidente será encarcelado en Curitiba, estado de Paraná, donde su caravana electoral fue atacada con disparos de bala y donde empezaron a sonar gritos de “Lula, forajido”. Allí, Lula entrará en la cárcel donde también están ingresados Antônio Palocci y Leo Pinheiro, dos excolaboradores de Lula cuyos testimonios fueron clave para la condena del expresidente.