Los últimos escándalos han obligado a redes sociales y buscadores a apostar por la transparencia y ofrecer a sus usuarios herramientas con las que indagar en los datos que tienen sobre nosotros

¿Te acuerdas de aquel vídeo que buscaste hace años en Youtube y del que hoy sientes hasta cierto sonrojo? Después de pedir a Google que me mandara a través de un correo electrónico lo que sabe de mí, me sorprendí encontrando en un documento de casi 10 gigas todo lo que el gigante de Internet me ha proporcionado en estos últimos años de manera gratuita. Y todo lo que yo le he dado a cambio. Sabe cómo han ido cambiando nuestras preferencias musicales desde hace años y conoce en qué momentos del día somos más amigos de ponernos algo tranquilo y en cuáles preferimos otro tipo de melodías. Y Youtube es solo la punta de un iceberg formado por gigas y gigas de datos que ofrecen un valioso retrato de lo que somos. Los gigantes de la tecnología nos conocen mejor de lo que nos conocemos nosotros. Lo saben todo. 

Tras varios años sin reparar en ello, hemos empezado a ser un poco conscientes de lo que tienen entre manos. La comparecencia de Zuckerberg por el escándalo de Cambridge Analytica ayudaba a concienciarse. «¿Te sentirías cómodo compartiendo con nosotros el nombre del hotel en el que te hospedaste anoche? Si te has enviado mensajes con alguien esta semana, ¿compartirías con nosotros el nombre de tus interlocutores?». Así acorralaba el veterano senador de Illinois, Dick Durbin, al multimillonario treintañero fundador de Facebook. La red social vivía su trago más amargo después de que se filtrara que más de 87 millones de perfiles habían acabado en manos de Cambridge Analytica, una firma que luego trató de aprovecharlos para ayudar en campañas políticas y, en algunos momentos, hasta llegar a «dirigir» el voto. El escándalo de Facebook fue el primero en saltar, pero no el único. Twitter también vendió información de sus usuarios a Aleksandr Kogan, un investigador afiliado a Cambridge Analytica, la misma compañía que puso contra las cuerdas la reputación de Zuckerberg

Si utilizas aplicaciones para monitorizar tu actividad física, un gigante tecnológico sabrá al otro lado de la pantalla tus rutinas deportivas, en qué momento del día o del año eres más propenso a calzarte unas zapatillas o si estás descuidando tu alimentación.También los mapas hablan por sí solos. Qué sitios hemos visitado, cuánto tiempo hemos pasado en cada localización y con qué rapidez llegamos a determinado lugar (de lo que podemos extraer si nos hemos parado a ver alguna tienda o a tomar algún café). Y qué decir del calendario. La cita que apuntamos en el médico, el cambio de ruedas en el taller, las fechas de los cumpleaños de nuestro círculo más cercano... Información muy personal que no siempre queremos que conozcan personas ajenas.

Aunque parezcan poco importantes, todos estos datos dicen mucho de nosotros. Más de lo que pensamos. Pueden retratarnos políticamente, contar cuáles son nuestras aficiones o incluso adelantarse a nuestras propias intenciones. Nuestra vida pasa por sus manos y la información que ofrecemos a los grandes de la tecnología es un fiel reflejo de lo que somos y hacemos. En teoría, estas empresas justifican su recolección asegurando que usan estos datos para enviar publicidad relevante y personalizada, pero detrás de esas intenciones hay mucho que rascar.

Los datos se han convertido en el petróleo del siglo XXI Los datos personales se han convertido en el petróleo del siglo XXI. Por las tripas del intangible Internet corren cada segundo miles de millones de pequeños detalles sobre nuestra personalidad sin que nosotros nos demos casi cuenta de la importancia que llevan consigo.Valen dinero. Mucho dinero. Los expertos en márketing empiezan a fiar parte de sus estrategias a lo que se conoce como microtargeting, una metodología que tiene como objetivo influir en las decisiones de los clientes. ¿Cómo lo hacen? Gestionando enormes cantidades de datos, extrayendo de ellas patrones comunes y creando pequeñas segmentaciones personalizadas al milímetro. A cada una de las personas que forman estas pequeñas segmentaciones se les puede enviar mensajes diseñados a la medida, consiguiendo un gran impacto y llegando incluso a conducir sus respuestas y reacciones.

Los datos no solo revelan nuestros gustos, sino que también pueden mostrar nuestras debilidades. Cuanto más se sabe de nosotros más sencillo resulta saber cuánto estamos dispuestos a pagar por un determinado producto. Nuestro rastro puede desembocar en la aplicación de precios discriminatorios. Es decir, que unos paguen más que otros por el mismo servicio: si los datos revelan que tu salud requiere de un tratamiento mucho más acuciante que el de tu vecino, es posible que tengas que pagar más por él. Además, las aseguradoras pueden negarse a aceptar clientes si, según los datos, descubren que su salud es más delicada de lo habitual. 

Consulta lo que Google sabe de ti

Google ha puesto al servicio de sus usuarios una nueva página con la que se puede ver en un solo lugar todos los datos que el buscador tiene sobre ti y cómo los tienen archivados y ordenados.

La aplicación Takeout permite descargar una copia en formato Zip con todos los datos que han ido recopilando a lo largo de los últimos años sus productos. La descarga de estos archivos no conlleva su borrado, pero por lo menos nos permiten hacernos una idea de qué es lo que le hemos contado a Google sobre nuestra vida privada.

Para poder descargar todos los datos, primero hay que visitar la página de ayuda de Google, en esa web encontraremos un enlace a la página «Descargar tus datos», donde podremos seleccionar qué productos exactamente queremos consultar, cómo queremos recibir el documento con los datos (a través de correo electrónico, de Drive, de OneDrive o de Dropbox) y cuánto queremos que pese el archivo como máximo (entre 2 y 50 GB). 

El documento equivale a millones de páginas de Word Hay que armarse de paciencia porque la petición no es inmediata. Puede tardar un par de horas o incluso días. Es más, el archivo puede ocupar varios gigabytes, el equivalente -según un experto de The Guardian- a millones de páginas de Word. Un diario personal que una tercera persona ha hecho por nosotros.

 ¿Qué datos te vas a encontrar?

  • Todos los lugares que has buscado en Google Maps
  • Las aplicaciones que has abierto en Android y el momento en el que las has abierto. Así como las que has buscado o descargado. 
  • Las tarjetas de recompensa o regalo que utilizaste en Google Pay
  • Las consultas que hiciste al Asistente de Google
  • Los vídeos que has visto en Youtube, la hora a la que los has visto y los comentarios que dejaste en ellos. 
  • Los artículos que has leído a través de Google News (la sección de noticias del buscador).
  • Anuncios en los que pinchaste 
  • Apuntes que hiciste en la aplicación de Calendario de Google (Calendar)
  • Archivos de Gmail (entre los que también se incluyen spam y papelera)

Facebook e Instagram también permiten descargarse todos los datos acumulados a lo largo de años de uso. Después de su polémica comparecencia en el Senado, Zuckerberg decidía hacer algunas actualizaciones en su gran obra y ofrecer a sus usuarios la posibilidad de revisar los datos que guardaba en sus tripas: las actualizaciones de estado hechas en los últimos días, los mensajes eliminados o las fotos compartidas. Para obtener esta copia hay que entrar en Configuración, hacer clic en el botón «Tu información de Facebook» y posteriormente ir a «Descargar tu información».

Pero hay muchas cosas que Facebook ha decidido callar. En el documento que los usuarios se pueden descargar no aparece ni rastro de toda la información que recopilan sobre los usuarios a través del historial de navegación, ni tampoco las aplicaciones que visitan o los anuncios con los que interactuan.

Las nuevas obligaciones para proteger los datos

El próximo 25 de mayo caducará el plazo de dos años que Bruselas dio a los países del Viejo Continente para aplicar el Reglamento general de Protección de Datos. Este código, vigente desde el 2016, incluirá nuevos derechos que empezarán a tener los usuarios de Internet. Entre sus nuevas exigencias, la normativa incluye la necesidad de incluir nuevas cláusulas informativas que frenen los impulsos de las compañías de aprovecharse de los datos personales. Estos avisos deberán tener un espacio visual mucho mayor al que tenían hasta la fecha. 

Aseguran los expertos que las agencias de protección de datos realizarán exhaustivas y habituales inspecciones en aquellas compañías que pertenezcan al sector sanitario, al financiero o al de las telecomunicaciones. Los datos que manejan estas empresas son los más vulnerables y merecen una especial atención. Llegará a nuestro día a día la figura del Delegado de Protección de Datos, un experto en Derecho y encargado del cumplimiento de la normativa que tendrá que informar y asesorar, así como supervisar que todo el mundo respete el Reglamento.

Facebook ya se ha puesto manos a la obra. En las últimas semanas, los usuarios de la red social han recibido notificaciones con información sobre los nuevos cambios en el Reglamento General de Protección de Datos, y Zuckerberg anunciaba esta misma semana que permitiría a sus clientes borrar todos los datos acumulados en el historial de navegación durante los últimos años. «Hemos actualizado nuestras Condiciones para explicar mejor nuestro servicio y el compromiso que esperamos de todas las personas que usan Facebook. Desde la configuración, ahora puedes controlar con más facilidad la configuración de tus datos, tu privacidad y tu seguridad en un mismo lugar y en cualquier momento», explicaba en un correo electrónico enviado a los usuarios.

Y parece que esto es solo el principio. Los ciudadanos empiezan a ser conscientes de que los datos tienen mucho más poder del que se imaginan. Y las tecnológicas tienen miedo a exprimir demasiado la gallina de los huevos de oro. Si sus clientes se sienten demasiado vulnerables pueden iniciar una espantada generalizada. Google, Facebook, Android, Apple.... Todos tienen que ponerse manos a la obra, porque estamos dispuestos a que sepan cómo somos, pero con control.