Enamorarse, la nueva operación bikini

Cláudia Morán

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Las mariposas en el estómago existen por eso, cuando nos enamoramos, es frecuente experimentar una pérdida de apetito que se hace notar en la báscula. Pero, ¡ojo! Porque los kilos de amor también tienen su propio efecto rebote. Y sentimos decir que es inevitable

24 abr 2018 . Actualizado a las 08:27 h.

¿Quién dijo que la única fórmula para adelgazar es una buena dieta combinada con el ejercicio? Existe una forma de perder peso totalmente natural e involuntaria que casi todo el mundo experimenta al menos una vez en la vida: el amor. Quien se ha cruzado alguna vez en la trayectoria de las flechas de Cupido sabe de sobra qué significa la frase «mariposas en el estómago». Una sensación difícil de explicar de otro modo, agradable, pero que nos hace comer menos. ¿Por qué nos ocurre esto?

El doctor Manuel Serrano, jefe del servicio de Psiquiatría del Chuac, explica que se produce «una tormenta bioquímica» en nuestro interior: «Lo que denominamos ‘mariposas en el estómago’ es una liberación de feniletilamina, un derivado anfetamínico que nos produce un estado de felicidad inicial que nos quita el apetito porque pone en marcha otros elementos químicos, como la dopamina y sus derivados. Estos, a su vez, hacen que nos sintamos con mayor autoestima, alegría y entusiasmo, lo que se traduce en un mayor gasto energético y una euforia que nos da más ganas de hacer cosas».

En esta fase de enamoramiento también existe otro factor que nos hace comer menos. La nutricionista Fátima Branco observa que existe una reducción de ingesta de alimentos voluntaria. «Esto ocurre porque queremos vernos bien físicamente para agradar a la otra persona», señala.

Pero no nos confiemos: Serrano indica que el enamoramiento, como fase inicial, «es distinto a la segunda fase del amor». «Por eso suele producirse un adelgazamiento y, después, todo lo contrario».

Para desgracia de muchos, la «dieta del enamoramiento» dura relativamente poco. Según el doctor Serrano, entre dos y tres años, ya que «a partir de ese momento, la feniletilamina se estabiliza y se ponen en marcha otras sustancias, como las endorfinas». Así, de la alegría y el ánimo inicial «se pasa a otra fase de seguridad, relajación y apego». Y eso significa que volvemos a comer. «Cuando cambiamos nuestros hábitos, aumenta nuestro peso», recuerda.

«Estar en el mercado»

«En esa segunda fase quedamos mucho para comer y para cenar, y ya no nos importa tanto porque, como ya estamos enamorados, nos dejamos más», afirma la nutricionista. Prueba de ello es el caso de quienes, tras una ruptura, se proponen adelgazar y ponerse en forma. «Existe esa frase tan machista que dice ‘vuelvo a estar en el mercado’, como queriendo decir que tengo que volver a cuidarme», señala Branco.

Cuando el enamoramiento pasa, se junta el hambre con las ganas de comer. O, como en este caso, la relajación con el aumento de las discusiones e incluso con el fin de la relación. «Las discusiones y las rupturas pueden producir un estrés y una ansiedad que hacen aumentar el consumo», afirma el doctor, aunque matiza que en casos de mucha tristeza también «puede volver a producirse una pérdida de apetito». «No hay una regla general, pero sí una regla predominante», asegura.

«Hay que tener en cuenta que nuestra alimentación tiene que ver con las emociones, que pueden ser positivas o negativas», añade Serrano. Una opinión compartida por la nutricionista, que sostiene que «cuando se trata de un tema muy serio y muy grave se nos cierra el apetito a todos», mientras que «lo que lo abre es el estrés del día a día». Queda claro. A falta de amor, siempre nos quedará el yoga.