El mundo no reconoce la victoria de Maduro

PEDRO GARCÍA OTERO CARACAS / CORRESPONSAL

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Miguel Gutiérrez | efe

Estados Unidos y la Unión Europea anuncian más sanciones contra Venezuela tras el simulacro electoral del domingo en el que más de la mitad de los ciudadanos no acudieron a votar

22 may 2018 . Actualizado a las 07:23 h.

Ninguna democracia concede validez al simulacro electoral del domingo en Venezuela. Nicolás Maduro ganó, pero solo sumó un tercio de los votos totales del censo, en el peor resultado del régimen desde Hugo Chávez. Maduro resultó ganador tras el escrutinio, con el 67 % de los votos, pero con la abstención más alta de la historia de las elecciones presidenciales en Venezuela, superior al 52 %. La oposición se arrogó el éxito de ese fracaso y volvió a las calles para protestar.

Esa falta de respaldo espoleó las críticas en todo el mundo mientras Maduro intentaba dar apariencia de normalidad. Especialmente contundente fue el estadounidense Donald Trump, que firmó una orden ejecutiva ayer mismo para «limitar la capacidad del Gobierno de Maduro de vender activos y bienes estatales», tras unas elecciones que la comunidad internacional, incluyendo el Gobierno de España, consideran fraudulentas. Mariano Rajoy reaccionó a los comicios, señalando que «no se han respetado los mínimos estándares democráticos y estudiaremos junto a nuestros socios europeos las medidas oportunas».

El Grupo de Lima, compuesto por 14 naciones del hemisferio occidental, señaló en un comunicado que llamaban a consultas a sus embajadores, para «expresar nuestra protesta», congelando de hecho las relaciones con el Gobierno venezolano. «Estamos absolutamente convencidos de que esas elecciones no cumplen con ningún criterio, ni siquiera los básicos, de una elección verdaderamente libre y democrática», indicó Sebastián Piñera, presidente de Chile.

Sanciones contra la corrupción

Un alto funcionario del Gobierno estadounidense detalló a agencias internacionales de noticias que las sanciones de Trump «cierran otra vía para la corrupción que habíamos observado; impide a funcionarios venezolanos que evalúen a bajo costo y liquiden bienes públicos a cambio de comisiones ilegales».

En el punto de mira podría estar Citgo, cuyas acciones, doblemente hipotecadas, pertenecen aún a la firma estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), corporación que en 1998 era la segunda petrolera del mundo (la primera de propiedad pública) y que está quebrada en la práctica.

Aviso a China y Rusia

Además, señaló el funcionario, el Grupo de Lima participará en las sanciones contra funcionarios venezolanos para confiscar activos que procedan de la corrupción; y EE.UU. «ha conversado con Rusia y China sobre emisión de nueva deuda a Venezuela», lo que complica extraordinariamente a Maduro, ya totalmente seco de recursos tras un quinquenio de manejo ruinoso de la economía.

«Siguen sobre la mesa y están en estudio todos los instrumentos que EE.UU. podría usar contra Maduro para resolver la crisis de su país», indicó el vocero, en obvia alusión a algo que Trump dijo en agosto del año pasado y que no ha sido recogido posteriormente por ninguno de sus funcionarios: que entre todas las opciones, está también la militar.

«Trump ha tomado fuertes medidas en Venezuela y hay más por venir. La elección fue una farsa. EE.UU. se encuentra con el pueblo exigiendo elecciones libres y justas», afirmó el vicepresidente Mike Pence.

La Unión Europea, por su parte, solo había sancionado a Maduro y a seis funcionarios del alto Gobierno venezolano hasta el momento, pero esa lista «será extendida considerablemente», indicaron funcionarios diplomáticos europeos en Caracas.

El régimen intenta ganar un poco de tiempo

FEDERICO PARRA | afp

En el 2013, en una democracia ya deficiente, pero aún vibrante, Nicolás Maduro obtuvo, según el Consejo Electoral, 7,5 millones de votos, y su rival, Henrique Capriles, 7,3 millones. Mucho se especuló sobre la posibilidad de que los resultados se hubieran adulterado para favorecer al candidato del chavismo, que, finalmente, rechazó una auditoría independiente de los mismos. Cinco años después, el número total de votos es apenas superior al que obtuvo Maduro, él solo, hace un lustro.

El resultado, sin duda, y según señalan los analistas, está relacionado con la masiva emigración de venezolanos (se estima de 1,5 millones solo en el último año y medio); pero también con el creciente desprestigio del Consejo Electoral, que, en el 2015, por las elecciones parlamentarias, las últimas que perdió Maduro, contó más de 13 millones de votos. Venezuela, según el Democracy Index, que elabora The Economist, dejó de ser un país democrático el año pasado.

Desprestigio institucional

Ese desprestigio institucional (según las encuestas, tres de cada cuatro venezolanos desconfía del ente electoral), que también alcanza a Maduro (con iguales guarismos de rechazo) «deslegitima completamente de origen a Maduro como presidente», señala Oscar Vallés, un analista. Edgard Gutiérrez, uno de los encuestadores y analistas políticos más conocidos del país, indicó que «por supuesto que no creo en la cifra que anunció el CNE; tanto así, que Tibisay Lucena (presidenta del organismo electoral) tuvo que reconocer que se materializó la abstención más grande en la historia de Venezuela, una vergüenza». Otro conocido politólogo y ancla radial, Nehomar Hernández, afirmó que «carece de sentido hacer un análisis serio a partir de las cifras del CNE».

Dudas sobre la participación

A prácticamente todos los analistas políticos, las cifras de participación (el 48 % del padrón electoral) les parecen excesivas cuando se contrastan con la imagen de soledad que mostraron los centros de votación. Sin embargo, que ello se vaya a traducir en un reto en las calles a Maduro, aún está por verse.

La oposición se arroga el éxito

Aunque el Frente Amplio Venezuela Libre, que incluye a los partidos políticos proscritos entre 2015 y 2017 por Maduro, a organizaciones gremiales e iglesias, se arrogó de inmediato el éxito de la abstención a la que había llamado, ayer no logró una convocatoria importante a protestar a mediodía. Y la profunda crisis que atraviesa el país, sumergido en una hiperinflación incontrolable, «no necesariamente tumba al Gobierno», como ha advertido el economista Luis Oliveros.

La historiadora Margarita López-Maya, en algún momento cercana al chavismo, cree que «Maduro amaneció el 21 de mayo más débil que el 20 de mayo. Está sostenido por la represión y por las dádivas y solo tiene el voto de sus bases. Su partido es una coalición de poder que se está cayendo a pedazos. Eso está podrido por dentro». Es, en resumen, un simple intento del régimen de ganar tiempo con una apariencia de falsa democracia.

Obligados a negociar

«Las elecciones, en todos los países, se adelantan para evitar las crisis políticas, o para resolverlas, y siempre se hacen en beneficio de la alternancia. Maduro, por el contrario, las adelantó para perpetuarse en el poder y en beneficio de la continuidad. Lo único que se puede esperar es que todo se deteriore», señaló Gregorio Salazar, veterano periodista y analista político y dirigente gremial venezolano. «Se están abriendo los caminos para el cambio político, pero hay que hacerle un llamado a los actores de la oposición: pónganse las pilas, articulen lo internacional con lo nacional y obliguen a Maduro a negociar o irse: Esa coyuntura está abierta», indicó López Maya.

Solo seis países felicitaron al régimen por los comicios y los resultados

Hasta hoy, solo seis países habían reconocido el nuevo «triunfo» de Maduro. Todos tienen afinidades ideológicas y, sobre todo, comerciales, con la revolución bolivariana. Son Bolivia, China, Cuba, El Salvador, Irán y Rusia. China es el principal acreedor individual del país sudamericano; Rusia, que ayer acusó a Estados Unidos de «injerencia electoral» en los comicios de Venezuela, es su principal proveedor de armamento y con Irán tiene una solidaridad ideológica que se remonta a la era de Hugo Chávez. Evo Morales, presidente boliviano (que acaba de burlar un referendo que le impedía volverse a presentar), es, tras el régimen de los Castro y de Daniel Ortega, en Nicaragua (quien aún no ha hecho el reconocimiento) su principal aliado en Latinoamérica.