«No queda nada, todo explotó y ardió»

JAVIER ROMERO / MÓNICA TORRES TUI / LA VOZ

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Javier RomeroMónica Torres

Los afectados relatan cómo la deflagración se llevó por delante sus casas y gran parte de sus vidas, que algunos, dicen, no recuperarán

24 may 2018 . Actualizado a las 13:13 h.

«Somos seis y cinco estaban en casa en el momento de la explosión. Mi mujer, dos hijos, otros tantos sobrinos, uno con minusvalía, y una cuñada, también minusválida. De la casa no queda nada, ni la puerta principal. Salió volando, igual que las gallinas». Lo cuenta Roberto Vázquez, vecino de la pirotecnia clandestina que explotó ayer en el lugar de A Torre, Tui: «Está a 20 metros de la que era nuestra casa. Ahora no hay nada, todo explotó o ardió». A pocos metros, pegada al cordón policial, Carmen Alén sigue llorando: «Mi casa arde aún, salí gateando porque se me cayó el techo encima. A mi marido lo sacaron primero». Al lado, su prima, Sonia Alén, que lleva media hora sin saber nada de sus hijas, ambas ingresadas en un hospital de Vigo con quemaduras de gravedad: «Mi hija tenía el pelo ardiendo y rescaté a mi hermana de entre los escombros». Su casa está a 30 segundos andando del galpón que explotó: «Está todo destruido, ni una pared se aprovecha. Fue un estruendo horrible, empezó a caernos todo encima, fue horrible. ¡Horrible!».

Ambulancias, médicos y voluntarios atendían en la carretera secundaria de Calvario a cuanta persona lo necesitaba. Vecinos de todas las edades lloran, unos buscando la soledad en las cunetas, otros abrazándose. Una mujer, también residente en la zona, con una brecha en la frente y el pulso descontrolado, cuenta: «Saímos como puidemos, pero o problema foi chegar á rúa. Non había nada, era coma se unha bomba levase todo por diante. Un pesadelo, sobre todo para os nenos: xa nunca esquecerán todo o dano causado».

Fuego y llamas

«Estaba en casa con mi marido, en la parte de abajo, cuando escuchamos la explosión. Salimos pero ya todo era fuego y llamas, había tubos de fuego por el suelo. Todas las ventanas y puertas salieron despedidas, no quedó nada», relata Antonia Martínez, que añade: «En toda mi vida pasé tanto miedo, está toda la casa deshecha. Nadie sabía que había eso en el galpón». «Esto no se puede explicar. Yo estaba con mis hijas y las niñas se pusieron a gritar al oír ya la primera explosión. No sabíamos qué pasaba, hubo un gran estruendo y la puerta blindada salió disparada. Si no la para una viga de la sala, impacta contra mi hermana, que estaba en el sofá. Esto es surrealista, no lo podemos creer», añade Marisa González.

«Estaba en el salón descansando porque trabajé de noche. La primera explosión me lanzó contra la televisión, me dejó aturdido, fui corriendo a la cocina en busca de mi hija, nos abrazamos y ya salimos de casa mientras caían los cascotes, y sentimos otras dos explosiones. Al salir ayudamos a un vecino que no podía salir solo y vimos que habían desaparecido casas», expone Marco Antonio Estévez junto a Matilde Fernández, vecina de Tomiño que no dudó en desplazarse al sentir en su casa «lo más parecido a un terremoto» que oyó nunca.

Riesgo prolongado

El cordón policial impedía el acceso a la propiedad que almacenaba fuegos artificiales y bombas de palenque. El riesgo, pasadas las ocho de la tarde, seguía siendo extremo: «Tenemos que alejar cada vez más a los vecinos ampliando el perímetro de seguridad. No sabemos qué material falta por arder o explotar, y puede haber otra gran explosión», explica un guardia civil mientras abre paso a una señora en silla de ruedas mareada por el calor, el olor a pólvora y el humo: «Pero cómo puido pasar isto? Non teño casa, quedei sen ela», repetía en bucle.

Un residente, que milagrosamente salió indemne, invita a entrar en su casa, completamente destroza en su interior. Ni tabiques ni puertas ni cristales ni muebles, nada se salvó. Solo el dueño, que estaba dentro. Ni un corte, ni una herida. Él mismo reconoce que pudo ser peor: «Fue igual que una bomba atómica y puedo contarlo. Es un milagro que no haya más muertos».