Los halcones imponen la línea dura a la UE

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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LUDOVIC MARIN

El eje de Visegrado, Italia, Austria y Dinamarca, exigen el blindaje de las fronteras externas y la devolución masiva de inmigrantes a campamentos en terceros países del norte de África

29 jun 2018 . Actualizado a las 08:16 h.

«La invasión debe detenerse», clamó ayer el primer ministro húngaro, Viktor Orban, a su llegada a la sede del Consejo Europeo en Bruselas. El líder magiar, abanderado de los cruzados contra la migración, aludía al desembarco masivo de personas en las costas europeas. «Los flujos se han reducido un 95 % desde el 2015, ¿a qué invasión se refiere?», le interpelaron los periodistas provocando la sonrisa cínica del populista, quien ha saboteado a sus socios europeos hasta conseguir convertir la ineficaz gestión de la migración en una «crisis política» de primer rango. Lo admitió ayer la canciller alemana, Angela Merkel: «La migración podría decidir el destino de la UE». Y también el de ella. Italia, Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia), Austria y Dinamarca consiguieron imponer ayer su visión en el debate a 28 sobre la gestión de las fronteras en una cita marcada por la tensión y la sensación de fracaso.

¿Qué tesis han triunfado en la cumbre?

Las más duras, defendidas por Visegrado e Italia. Blindaje de puertas externas y devoluciones masivas de migrantes a campamentos en terceros países del norte de África. «Haremos lo que la gente nos pide, que son dos cosas: Que no entren más migrantes, hay que pararlos, y que los que están dentro se manden de vuelta», explicó sin reparos Orban en un lance de la cumbre. Los halcones de la migración exigieron a sus socios apoyo para cerrar acuerdos con países como Libia o Níger a cambio de jugosos cheques, siguiendo el ejemplo del pacto con Turquía. ¿Qué tienen que decir los países concernidos? Las autoridades libias ya dieron un portazo al xenófobo ministro del Interior italiano, Matteo Salvini. Marruecos hizo lo propio ayer.

¿Qué ha logrado Italia con su ofensiva?

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, puso sobre la mesa una propuesta calcada a la que presentó el pasado domingo en la capital belga, muestra de que los acuerdos de mínimos no le interesan al nuevo Ejecutivo, que quiere mostrar músculo. Plantó batalla desde que aterrizó en Bruselas. «Por mi parte, no llegaremos a conclusiones que nos dividan», deslizó a modo de amenaza al inicio de la reunión. Mantuvo su veto a las conclusiones hasta el final. «Hubo manifestaciones de solidaridad estos días, pero esperamos que las palabras se transformen en hechos», insistió para tensar la cuerda y presionar a sus socios a los que puso contra la espada y la pared. Les dio a elegir entre normalizar la gestión de los desembarcos tomando como ejemplo el caso Aquarius (repartir a los migrantes antes de desembarcarlos en Italia) o desterrar de las normas de asilo el principio por el que el primer país de llegada debe acoger y tramitar las demandas de protección internacional. Visegrado y Francia rechazaron frontalmente la segunda vía porque «sería una invitación a venir a Europa». No queda otra opción que explorar la posibilidad de cerrar acuerdos voluntarios como el que ha permitido distribuir a los migrantes del Lifeline entre nueve países europeos.

¿Podrá sobrevivir Angela Merkel?

La externalización de la gestión migratoria no le resuelve los problemas a la canciller, quien tiene que volver a Berlín con un acuerdo práctico que permita estrangular los desplazamientos internos de los migrantes que ya se encuentran dentro de la UE. Visegrado bloqueó ayer cualquier avance en la reforma del sistema de asilo así que algunos líderes, entre los que destaca su entonces bestia negra Alexis Tsipas, salieron a su rescate y se ofrecieron para sellar acuerdos bilaterales con Alemania para readmitir a los migrantes. Sus socios bávaros deberán valorar si es suficiente de cara a su electorado o si consuman su ultimátum y precipitan una crisis de gobierno.

¿Qué ha pasado con los «centros cerrados en la UE»?

La propuesta apadrinada por el presidente francés, Emmanual Macron, y por el español Pedro Sánchez, no tuvo una gran acogida. Ni entre los países del norte, ni como era de suponer entre los de primera línea en el sur. La ministra francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, reconoció que no se podrían desplegar en los países ribereños europeos y bajó su ambición en relación a la «solidaridad» en la reubicación de migrantes: «No queremos forzar a aquellos que no quieren», se rindió.

Fractura entre la Comisión y el Consejo

Nunca antes una crisis había dejado al desnudo y de forma tan cruda las diferencias entre los líderes de las instituciones europeas. La gestión migratoria no solo ha dinamitado puentes y socavado la confianza entre los Veintiocho, también ha puesto frente a frente a sus capitanes.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, tomó partido de forma decidida por los «tipos duros» del bloque, al contrario que el jefe de la Comisión, Jean Claude Juncker, quien cerró filas con Alemania y cuestionó abiertamente la estrategia del polaco para contener la migración fuera de las fronteras europeas. «Debemos mostrar solidaridad. En Bruselas no podemos decidir por los países norteafricanos. Estos gobiernos no pueden sentirse apartados», exclamó antes de instar a las cancillerías de la UE a evitar actitudes imperialistas. «No podemos dar una impresión neocolonialista».

Tusk, alineado con las capitales más reaccionarias, respondió a las críticas cuestionando la eficacia de las propuestas de Bruselas. «La alternativa a esta solución sería un avance caótico hacia el cierre de fronteras, también dentro de la UE, así como conflictos crecientes entre Estados miembro», explicó. También trató de quitar hierro a la durísima letra de su carta de invitación a la cumbre y su borrador de conclusiones. «Algunos pueden pensar que soy muy duro en mis propuestas, pero créanme, si no las acordamos se verán algunas otras propuestas realmente duras de algunos tipos duros», defendió sin dar los nombres de los sospechosos habituales.

La falta de sintonía entre los dos dirigentes en materia migratoria no es un secreto en la UE: «Que Tusk tiene una sensibilidad propia, es evidente. Es distinta de la de Juncker, que piensa más en la solución interna por la influencia alemana», explican fuentes cercanas a las negociaciones.

Las fricciones son tan grandes que algunos líderes europeos tuvieron que salir al paso para recordar que esas actitudes son las que están agravando esta crisis política. «Es inadmisible que la gente muera en el mar de camino a Europa porque Europa no se pueda organizar a sí misma para recibirlos», les espetó el primer ministro portugués, Antonio Costa.

Fuentes diplomáticas acusan al nuevo Gobierno italiano, comandado por populistas y xenófobos, de enquistar la disputa. «Es muy extraño que estemos en una caída tan radical de las llegadas de migrantes y tengamos esta sensación de crisis. El grado de dramatismo y las consecuencias electorales y políticas me parecen completamente exageradas», sostiene un funcionario comunitario.

Juncker critica la externalización de la crisis y Tusk replica que la alternativa

es el caos

Juncker sobre Sánchez: «Este es el nuevo chico»

«This is the new guy» [este es el nuevo chico], dijo en inglés de Pedro Sánchez Jean Claude Juncker antes de reunirse con él en Bruselas. Los 27 líderes europeos dieron la bienvenida al presidente español en un clima de tensa acogida. El flamante dirigente se estrenó en el Consejo Europeo en uno de los peores momentos que se recuerdan en la UE. Y lo hizo de la mano del eje francoalemán. El socialista apuesta por cerrar filas con sus aliados «europeístas»: Macron y Merkel. El socialista no dudó en defender públicamente las tesis de la alemana, cuyo futuro está en aire, y pidió solidaridad con el país germano «que está viviendo una crisis política».