España sale al rescate de Merkel y recibirá a los inmigrantes que no quiere Alemania

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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Fotografía cedida por la presidencia del Gobierno con Merkel, Sánchez y Tsipras
Fotografía cedida por la presidencia del Gobierno con Merkel, Sánchez y Tsipras JM Cuadrado

Sánchez y Tsipras llegan a un acuerdo con la canciller para admitirlos a cambio de dinero

30 jun 2018 . Actualizado a las 09:18 h.

«Estoy lejos de decir que ha sido un éxito». Fue el suave y eufemístico diagnóstico que hizo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, al resumir los resultados de la cumbre que reunió en Bruselas a los 28 líderes de la UE. Una cita dominada por la crisis de la gestión migratoria, a la que todos llegaron con la presión de la opinión pública de sus países sobre la espalda y sin margen de maniobra para ceder. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, bloqueó las conclusiones desde el inicio para demostrar que tiene músculo y que no dejará desembarcar a un solo inmigrante en sus puertos. La canciller Angela Merkel tuvo que cambiar firmeza por flexibilidad para lograr que socios como España y Grecia se comprometan a readmitir migrantes desde territorio bávaro. El presidente francés, Emmanuel Macron, presionó hasta que los 28 dieron luz verde al despliegue de «centros controlados» para migrantes dentro de la UE, una propuesta sin recorrido práctico y que él mismo desinfló al reconocer que su país no los creará. Y los líderes de Visegrado (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría) se fueron como llegaron, con una sonrisa en los labios. Han conseguido endurecer y externalizar la política migratoria europea.

¿En qué consiste el acuerdo entre Sánchez y Merkel?

La canciller acudió a la cumbre pidiendo auxilio. Sus socios bávaros (CSU) le exigen un plan para poner fin a la llegada de migrantes procedentes de países en primera línea de llegada (España, Italia y Grecia). La negativa de Visegrado a reformular las normas de asilo obligó a Merkel a buscar el apoyo bilateral de sus vecinos. España y Grecia acudieron en su ayuda sellando sendos acuerdos para readmitir migrantes. El presidente español, Pedro Sánchez, se mostró dispuesto a abrir sus puertas a todos los que crucen la frontera bávara habiendo sido registrados previamente en España. Para localizar a los primeros, Alemania podrá usar la base de datos de Eurodac. El problema para Merkel es que buena parte de los migrantes que entran en la UE evitan dar sus huellas y atraviesan el espacio de libre circulación Schengen sin ser identificados. Y que los que llegan a Alemania procedentes de la península no entran por la frontera entre Austria y Alemania. Eso debería suponer que la cifra de devoluciones será ínfima, «un número equilibrado y admisible» según el presidente español. ¿Será suficiente para contentar a la CSU? Merkel cruza los dedos.

¿Qué consigue España a cambio?

Dinero, apoyo operativo y un cheque para Marruecos, imprescindible para que el país norteafricano siga controlando la frontera. En los últimos meses el flujo de migrantes por el flanco occidental del Mediterráneo se ha disparado y las llegadas por España superaron en el último mes las de Italia. «La UE apoyará con medios financieros y de otra índole las iniciativas que emprendan los Estados miembro, especialmente España, y los países de origen y tránsito, en particular Marruecos, para impedir la migración ilegal», sostienen las conclusiones en las que se acordó el desembolso de otros 3.000 millones de euros para Turquía, cuyo acuerdo migratorio con la UE es el ejemplo a seguir.

¿Dónde desembarcarán los migrantes rescatados?

La disputa por el desembarco de los migrantes del barco Aquarius desencadenó una auténtica crisis política que los Veintiocho fueron incapaces de resolver en esta cumbre. El ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, insistió ayer en que no abrirán sus puertos a los barcos de las oenegés: «Solo verán Italia en postales», sostuvo. La negativa de Conte fuerza al resto de países a gestionar las llegadas sobre la base de la «voluntariedad» que tantas veces ha llevado a la UE al fracaso. Solo se plantea el despliegue (a medio plazo) de «plataformas regionales de desembarco» en terceros países africanos de tránsito y origen con el único y reseñable inconveniente de que sus gobiernos no quieren colaborar.

¿Se desplegarán «centros cerrados» en la UE?

Sobre el papel, sí. Macron consiguió el visto bueno de sus socios para crear estas plataformas en los países de la UE en primera línea de llegada. Eso sí, para los que quieran instalarlos. Nadie está por la labor. Sánchez rechazó esa opción porque «nosotros ya tenemos un dispositivo armado, salvamento marítimo y guardia civil, convenios con oenegés y centros de atención para dar respuesta al fenómeno migratorio en nuestro país». Macron recibió la misma respuesta de Grecia e Italia, países que disponen de varios «hotspots», plataformas de identificación de migrantes. ¿Y Francia, el país que lanzó la idea? El liberal echó balones fuera y renegó de su propia iniciativa. «No somos un país de primera llegada y ya tenemos un mecanismo reforzado en funcionamiento».

Las oenegés, alarmadas por el nuevo giro

El endurecimiento de la política migratoria ha hecho saltar las alarmas de los activistas sobre los que la UE ha puesto la lupa: «Todos los buques que operan en el Mediterráneo deben respetar la legislación aplicable y no obstaculizar las operaciones de la guardia costera libia», rezan las conclusiones de la cumbre en alusión a los barcos que algunas oenegés han desplegado para rescatar a los migrantes y dar testimonio de lo que está ocurriendo en alta mar.

Las organizaciones criticaron ayer con dureza el acuerdo. «Los gobiernos europeos deben defender los rescates en el mar y asegurarse de que los rescatados sean trasladados a puertos seguros», insistieron desde Médicos Sin Fronteras. Una de las dudas que albergan los líderes de la UE es el acoplamiento de sus propuestas de desembarco fuera del continente con las normas internacionales que impiden llevar a los migrantes a países donde sus vidas e integridad puedan correr peligro.

La oenegé Save the Children cuestionó abiertamente un pacto que, en su opinión, puede contener los flujos pero no evitará que muerta gente en el mar: «Este verano más niños se ahogarán como consecuencia de la política de la UE, caerán en manos de los traficantes y más niños emprenderán viajes peligrosos para intentar reunirse con sus seres queridos» advirtieron.

Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) aplaudieron el consenso de mínimos y se mostraron dispuestos a colaborar en la gestión de los «centros cerrados» de desembarco. «Tienen que respetar absolutamente la ley humanitaria internacional, con acceso a comida, tratamiento médico y con acceso a procedimientos de asilo», subrayaron. ¿Sobre las plataformas en Libia? Ni hablar. «Los centros de internamiento extraterritoriales no son para nada nuestra idea», aseguraron antes de pedir el cierre de los campos de internamiento libios.

Punto muerto para el «brexit»

«El tiempo se agota», advirtió ayer la UE a la primera ministra británica, Theresa May. Los Veintisiete analizaron en media hora escasa los paupérrimos avances en las negociaciones del brexit. «Las tareas más difíciles aun están por resolver. Esta es la última llamada», deslizó ayer Donald Tusk a modo de ultimátum. Quedan nueve meses para que los británicos digan adiós y todavía no han logrado poner sobre la mesa una solución «realista» para evitar una frontera dura entre las dos Irlandas. No es una cuestión baladí. La introducción de controles fronterizos podría desatar la violencia latente en el territorio. El negociador europeo, Michel Barnier, apremió a May a redoblar los esfuerzos e invitó a sus negociadores a acudir este lunes a Bruselas para desatascar los puntos más conflictivos, desde el futuro de Irlanda del Norte al encaje de Gibraltar. Su estatus todavía no se ha perfilado por falta de acuerdo con España. En Bruselas creen que hay dos obstáculos para llegar a tiempo al 29 de marzo del 2019 (fecha de salida). Se necesitan seis meses para la aprobación de los parlamentos nacionales y la Eurocámara y la turbia política doméstica con la que tiene que lidiar May en Londres. La UE se prepara para cualquier escenario, incluido el «no acuerdo».