Multa histórica a Johnson & Johnson por vender polvos de talco cancerígenos

Raúl Romar García
R. ROMAR REDACCIÓN / LA VOZ

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La firma, que lo niega, condenada a pagar 4.000 millones a 22 mujeres con tumor de ovario

14 jul 2018 . Actualizado a las 09:01 h.

Un jurado popular de Saint Louis (Misuri) ha condenado a la multinacional estadounidense Johnson & Jonson al pago de 4.021 millones de euros por no advertir a los consumidores de que el polvo de talco que comercializa está contaminado por asbestos (aluminio), una sustancia cancerígena que se ha relacionado con el cáncer de vejiga que ha afectado a las 22 demandantes que utilizaban el producto para su higiene personal de forma continuada, de las que seis ya han fallecido. Cada una de ellas y sus familiares recibirá 472 millones de euros como compensación por los daños causados, una cantidad a la que se suman otros 3.550 millones en concepto de sanción a la compañía por no informar sobre los supuestos riesgos asociados.

No es la primera vez que la justicia norteamericana se pronuncia en contra de la empresa, que se enfrenta a otras 9.000 demandas en todo el país por el mismo motivo en una batalla legal que se adivina larga y muy dura. La sentencia previa más reciente hasta ahora se había fallado en agosto del pasado año, cuando un tribunal de Los Ángeles condenó a la firma de productos cosméticos a pagar 417 millones de euros a una mujer. Con anterioridad se produjeron otras dos decisiones contrarias a los intereses de Johnson & Johnson, aunque por cantidades menores. Sin embargo, en todos estos casos precedentes la compañía apeló y la justicia le acabó dando la razón ante el argumento que esgrimían sus abogados: que sus productos no contienen asbesto en ningún caso y que, si por cualquier motivo se hubiera producido una contaminación accidental en la extracción del material, esta sería eliminada en el proceso posterior de purificación.

La multinacional también recurrirá ahora un veredicto con el que se siente «profundamente decepcionado» y que asegura que es producto de «un proceso muy injusto que permitió a los demandantes presentar a un grupo de 22 mujeres, la mayoría de ellas sin conexión a Misuri, en un único caso, y todas alegando que desarrollaron un cáncer de ovario». «Cada veredicto contra Johnson & Johnson que ha pasado por el proceso de apelación en este juicio ha sido revocado, y los muchos errores presentes en este juicio han sido peores que los que hubo en los precedentes, y que han sido revocados», asegura la empresa.

Al igual que en los anteriores casos, la sociedad sigue defendiendo que sus productos «no contienen asbesto y no causan cáncer de ovario».

«Encubrimiento»

Otra versión distinta es la ofrecida por el abogado de las demandantes, que acusó a la compañía de «encubrir durante más de 40 años evidencias de la existencia de asbestos en sus productos». Frente a este argumento, la empresa ofreció un estudio encargado a administración de fármacos y alimentos de Estados Unidos, la FDA, en la que no detectó muestras de la fibra cancerígena en varias muestras del producto. La investigación se realizó entre el 2019 y el 2010 y en ningún caso se encontraron restos de amianto.

El talco es el mineral más blando de la tierra y está ligado al asbestos -del que procede el amianto-, ya que ambos elementos suelen aparecer próximos en los yacimientos. Los demandantes aseguran que ambos minerales se entremezclan en la extracción, haciendo imposible la eliminación de la sustancia carcinogénica. Ese argumento es desmentido por la multinacional, que afirma que los rigurosos procesos de pruebas y purificaciones a los que se someten sus productos garantizan que el talco está limpio.

La sombra de la sospecha se cierne sobre el producto natural

La batalla legal con los polvos de talco de Johnson & Johnson como protagonista no ha hecho más que empezar. La compañía recurrirá el fallo conocido ayer, al igual que ha hecho con los anteriores, pero si finalmente se demuestra que su producto contiene asbestos poco tendrá que hacer. «El amianto es un cancerígeno probado, de primera categoría», explica la química y divulgadora Deborah García Bello, quien introduce una matización: «No tiene ningún sentido -dice- incluir amianto en cosméticos, porque no beneficia a nadie». Pero sí podría ocurrir una contaminación accidental, ya que el talco es un mineral que se encuentra muy próximo al asbestos en el proceso de minado. Aun así, a la oncóloga del Chuac Rosario García Campelo le extraña que la multinacional haya podido cometer este error de forma reiterada. «Me parece raro -explica- que ponga en el mercado un producto con un cancerígeno probado». Pero el debate, al menos en Estados Unidos, se extiende al talco natural, aunque la complejidad sobre este asunto es mucho mayor.

¿Qué ocurre con el talco extraído de forma natural?

El talco es un mineral natural compuesto de magnesio, fundamentalmente, silicona, oxígeno e hidrógeno que se usa ampliamente en cosméticos y productos de cuidado personal. En sí mismas, ninguna de estas sustancias es cancerígena. Pero en las últimas décadas han aparecido estudios que sí establecían una relación con el cáncer de ovario, aunque otros no determinaban de forma tan clara esta vinculación. El posible riesgo que se ha detectado es que las partículas de talco migran al tracto genital e interactúan con sus células, por lo que se podría producir una reacción inflamatoria que favoreciese la aparición del tumor. Es algo que, sin embargo, habrá que demostrar.

¿Qué dice la OMS?

La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, de la OMS, ha incluido, de forma preventiva, al talco como «posible carcinógeno» para humanos (riesgo IIB), pero solo cuando se emplea de forma continuada en el área genital, y no para otros usos, como para el cuidado de los bebés. La Sociedad Estadounidense de Oncología, sin embargo, cree que aún no se ha demostrado una relación-causa efecto, al igual que la FDA.

¿Qué se recomienda entonces?

Reducir su uso en la higiene íntima femenina, como propone la FDA. «No hay motivo para la alarma social, pero es recomendable no abusar y limitar su uso», constata la oncóloga Rosario García Campelo.