Barnier arroja un jarro de agua fría sobre el «brexit» suave de May

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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Se niega a negociar un acuerdo comercial si Londres no ofrece una solución para Irlanda

21 jul 2018 . Actualizado a las 08:38 h.

Ni se negocia sobre la base del libro blanco de Theresa May ni Bruselas cederá a las presiones y prisas de su gobierno. El negociador europeo, Michel Barnier, arrojó ayer un jarro de agua fría a la delegación británica al poner en cuarentena sus propuestas para desencallar las negociaciones. Tirando de trampas aduaneras, Londres propuso un parche legal para abrir las puertas del mercado único de la UE a sus bienes con el pretexto de evitar así las tensiones derivadas de una frontera dura con controles y chequeos entre Irlanda y el Úlster. Pero Barnier no picó. Le recordó a May sus compromisos de marzo: primero, cerrar el acuerdo de salida garantizando la integridad del Acuerdo de Viernes Santo y, después, avanzar en el acuerdo comercial.

Londres rechaza la «solución de último resorte» propuesta por el galo para evitar una frontera dura si May es incapaz de llegar a un acuerdo comercial permeable. La UE quiere una fianza legal, y eso pasa por reconocer en el texto la posibilidad de que Irlanda del Norte se alinee con las normas del mercado único, aunque más adelante se puedan buscar fórmulas alternativas. May no puede vender esa oferta a sus socios unionistas, ni con la promesa de enmendar esa solución en el plazo de unos meses.

«Hay que quitarle dramatismo», sugirió Barnier. El francés, que asegura no albergar «agresividad o ánimo de venganza», se mostró dispuesto a extender los plazos para llegar a un acuerdo: «Se necesitan dos meses para que lo podamos ratificar. Si echamos cuentas, es necesario cerrarlo antes de diciembre», indicó. Con este calendario, el ministro británico para el brexit, Dominic Raab, deberá sacrificar sus vacaciones. Todo tiempo es poco para alejar al Reino Unido del precipicio. Las batallas intestinas en el partido conservador han enfangado el proceso, tanto, que Bruselas ya está preparando el terreno para un divorcio abrupto.

Lo vistan como lo vistan, los británicos no podrán acceder al preciado mercado único si no respetan las cuatro libertades de circulación, incluida la de personas. May intentó sortear ese muro ofreciendo un acuerdo aduanero ambiguo y sinuoso, pero el galo vio venir la trampa. «No empezaremos a negociar el mercado interior o las libertades fundamentales. Queremos una relación lo más estrecha posible, pero nunca en detrimento del mercado interior», zanjó esfumando cualquier esperanza de Londres para poder «picotear». El francés también pidió al equipo británico que aclare cómo tiene pensado poner en práctica sus enrevesadas y abstractas propuestas aduaneras: «Ni lo entiendo yo ni la Comisión», explicó antes de rechazar las críticas sobre que es un intransigente.

La británica pide a Bruselas que «evolucione»

Rita A. Tudela

Inasequible al desaliento y con su posición en Downing Street desdibujada, la primera ministra británica, Theresa May, pidió ayer a la Unión Europea desde Belfast que «evolucione» su propuesta sobre el brexit y que no mantenga posiciones inviables sobre la frontera de Irlanda del Norte. May, que no desaprovechó la ocasión para atacar a quienes dentro de su partido rechazan el último libro blanco que elaboró, acusándolos de «estar listos para traicionar» a la ciudadanía de Irlanda del Norte, volvió a rechazar el contenido del acuerdo alcanzado en Bruselas el pasado diciembre, cuando la UE propuso mantener a Irlanda del Norte alineada con algunas normas de la unión aduanera y el mercado único para evitar el restablecimiento de una barrera estricta tras el brexit.

Esa salvaguarda, recordó la premier, situaría la futura frontera en el Mar de Irlanda y dejaría a la región fuera del mercado interno británico, al tiempo que pondría en peligro la integridad territorial de todo el Reino Unido al crear una línea divisoria interior. May remitió a la UE al llamado libro blanco, que, en su opinión, representa «un cambio significativo en nuestra posición» y es un «conjunto de medidas coherente» para lograr un acuerdo de salida satisfactorio para todas las partes. A su juicio, le toca ahora a Europa ser flexible y no parapetarse tras posturas impracticables.

Durante su visita a Belfast, la primera ministra también se reunió con varios de los partidos de Irlanda del Norte, entre ellos, con la presidenta del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, para quien la visita de May fue todo «menos tranquilizadora». En su opinión, la primera ministra solo ha viajado a la provincia para «buscar una pelea con Irlanda y con la Unión Europea». Sin embargo, la líder del DUP, Arlene Foster, defendió a la primera ministra alegando que lo que ha hecho es «establecer su agenda». Según dijo, le dio garantías para que Irlanda del Norte no tenga «un estatus especial» como consecuencia del brexit, diferente al del resto del Reino Unido.

El Gobierno de Dublín confirmó que está abierto a la posibilidad de una nueva propuesta para un acuerdo sobre el tema fronterizo, pero solo considerará un nuevo plan si es mejor que el que está sobre la mesa.