Manuel Torres, experto en yihadismo: «Podría haber otro 17A, ni el nivel de la amenaza ni los actores han cambiado»

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El profesor de la universidad Pablo de Olavide considera que la célula terrorista de Ripoll tenía conexiones con mandos intermedios del Estado Islámico

19 ago 2018 . Actualizado a las 08:23 h.

Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Manuel R. Torres es el autor del informe El estado de la yihad online un año después de los atentados de Barcelona y Cambrils, que se acaba de publicar. En este trabajo del Instituto de Seguridad y Cultura se señala que las menciones a España en la propaganda yihadista en lo que va de año se han desplomado con respecto a los dos años anteriores, pasando de 44 en el 2016 y 32 en el 2017 a solo ocho alusiones entre enero y junio del 2018.

-¿A qué se debe la bajada de menciones a España?

-Hay que interpretarlo en el contexto de que han bajado las menciones de todos los países como consecuencia de que el aparato de propaganda del Estado Islámico, que había sido el actor principal en la generación de contenidos durante los tres últimos años, se ha debilitado.

-No supone entonces que España sea menos objetivo ahora que hace un año.

-No, porque no se ha visto alterada ninguna de las causas que provocaban que España fuera objeto de amenazas. Por un lado, están las que compartimos con otros aliados, pertenecer a la OTAN, con presencia militar en países de mayoría musulmana, y activo en operaciones antiterroristas. Pero, además, España tiene un elemento diferencial, que desde el punto de esta ideología somos los ocupantes ilegítimos de Al Andalus, una tierra arrebatada al islam. Ese es un elemento estructural que no se va modificar con el tiempo y significa que siempre vamos a estar en la diana.

-¿Qué lecciones habría que sacar de los atentados de Barcelona y Cambrils?

-Mejorar los flujos de información entre los diferentes cuerpos debe ser una lección aprendida. Pero más allá de eso, hay que extraer la lección de que se produjeron en un momento de debilidad del Estado Islámico en Siria e Irak y, a pesar de ello, mantenía su capacidad de proyectar atentados en el exterior. Es un llamamiento para no bajar la guardia, porque incluso este Estado Islámico, que es la sombra de lo que fue, sigue siendo una amenaza de primer nivel. Luego que el atentado fue una especie de rara avis en el sentido que el grueso de la actividad contraterrorista que se había llevado a cabo en España se había focalizado por un lado en la gente que mostraba interés en viajar a Siria e Irak, y, por otro, en el activismo en Internet. Pero la célula de Ripoll no tenía vinculación ni con una cosa ni con otra. Eso podría explicar en parte que lograse pasar desapercibida. Esto es otro llamamiento para no perder nunca de vista que los supuestos más improbables pueden ser los que tengan más posibilidades de éxito.

-¿Cree que se pudieron evitar los atentados del 17A?

-Ese tipo de cálculos siempre son muy fáciles de hacer a posteriori. Cuando uno tiene todas las piezas del puzle los datos parecen mucho más evidentes de lo que realmente eran en el momento en que se produjeron, todo adquiere una coherencia y una lógica que resulta engañosa, porque esos mismos datos antes de que se produjera el atentado eran mucho más ambiguos o mero ruido. Para los cuerpos policiales la llegada de señales de alerta es permanente, forma parte de su día a día, y en la inmensa mayoría de los casos no an lugar a nada. En el caso de la nota informativa que la agencia de inteligencia americana hizo llegar a los Mossos, el CNI y otros cuerpos hay que decir que ese tipo de alertas son continuas. Aunque bien es cierto que si se hubieran alineado determinadas cosas el complot podría haberse desbaratado.

-Un año después, ¿hay las mismas posibilidades de que se repitan uno atentado similar a los del 17A o ha bajado el riesgo?

-Diría que las mismas. No han cambiado ni el nivel de amenaza ni los actores y, por desgracia, se podría volver a producir un atentado. No se ha visto alterado ninguno fer los elementos que lo hicieron posible. Quienes tratan de evitarlo siguen tan activos como antes del 17A y quienes quieren llevarlo a cabo siguen con la misma determinación.

-Aún no se conoce exactamente cuál fue la participación del Estado Islámico en los atentados.

-Los atentados eran tan ambiciosos que es difícil de creer que fueran obra simplemente de un grupo de radicales. Detrás de ellos está la huella de una organización que trata de orientar los recursos hacia los objetivos de mayor impacto. No se tienen aún todos los elementos pero tengo la sensación de que se terminarán conociendo cuando pasen varios años y seguramente habrá una conexión entre la organización en Siria e Irak y los ejecutores del ataque. No creo que fuese directa entre la célula y el liderazgo operativo, sino con un mando intermedio.

«El Estado Islámico no ha perdido su capacidad de proyectar violencia»

El aparato de propaganda del Estado Islámico «es solo la sombra de lo que un día llegó a ser», debido a su retroceso territorial en Siria e Irak en los dos últimos años.

-¿Por qué su aparato de propaganda se ha debilitado tanto?

-Hay una correlación directa entre el volumen de territorio que ha sido capaz de ocupar y gestionar en estos años y su actividad comunicativa. El Estado Islámico puso en marcha una estructura alimentada por cientos de personas con centro de trabajo estable e impunidad en el territorio que controlaba, donde podían concebir productos propagandísticos ambiciosos. Todo eso ha desaparecido. Los que hacían propaganda ahora están huidos y, como consecuencia, hay menos comunicaciones y con menos nivel de calidad que en sus mejores años.

-¿Puede ser también una de las causas de que desde los atentados de Barcelona y Cambrils no haya habido ningún otro de entidad en suelo europeo?

-No es la única causa, aunque la propaganda es un elemento muy importante a la hora de incentivar la violencia, de animar a otros a que lleven a cabo atentados de manera espontánea. Cuanta menos actividad persuasiva haya, menos capacidad de movilizar esa violencia. Pero hay otro factor que ha tenido más peso, que es la propia degradación organizativa del EI, que ha perdido cuadros, conocimientos y capacidad de planear atentados sofisticados, como consecuencia de haberse quedado sin el santuario que había establecido durante años en Siria e Irak. Pese a todo, no ha perdido su capacidad de proyectar violencia y, por desgracia, vamos a seguir padeciéndola en los próximos años, aunque hay que felicitarse de que haya dejado de administrar un protoestado desde el que animar a la violencia, apoyarla y movilizar una cantidad de recursos materiales y humanos que le daban una peligrosidad inasumible.