El último de los PIGS coge aire

Ana Balseiro
Ana Balseiro MADRID / LA VOZ

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SIMELA PANTZARTZI | Efe

Grecia abre hoy una nueva etapa tras dejar atrás un rescate que, al igual que en España, Irlanda y Portugal, permitió reflotar al país a cambio de duros ajustes en salarios, pensiones y fiscalidad

21 ago 2018 . Actualizado a las 08:03 h.

Atenas, año cero. Grecia estrena hoy una nueva etapa. Este lunes se cerró el último capítulo de un tortuoso salvamento financiero que ha mantenido al país bajo la tutela de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). A cambio de préstamos que, según los datos facilitados este lunes por Bruselas, desde el 2010 ascendieron a 288.700 millones de euros (casi 400.000 incluyendo las quitas), el país heleno ha tenido que asumir duros ajustes para meter en cintura sus finanzas.

En estos ocho años de odisea el PIB griego ha perdido un 25 %, los hogares se han empobrecido casi un 40 % y las pensiones han sufrido recortes de hasta el 45 %, por no hablar de las subidas fiscales, como el 24 % del IVA. El coste social de la austeridad ha golpeado a la ciudadanía. Pero Bruselas se queda con que «la mejora de la economía confirma que los esfuerzos realizados ya están logrando beneficios tangibles, volviendo a poner orden en las cuentas públicas, reduciendo el desempleo y garantizando la vuelta al crecimiento», que, augura, es «sostenible».

El PIB, que en el 2010 estaba en negativo (-5,5 %), cerró el 2017 subiendo el 1,4 %, y Bruselas espera que se mantenga en torno al 2 % este año y el próximo. El déficit ha pasado del 15,1 % a un superávit del 0,8 %. Solo el desempleo, del 19,5 % (por debajo del 20 % por primera vez desde septiembre del 2011), es aún «inaceptablemente elevado».

La UE parece orgullosa, pero vigilará para que Atenas no relaje las reformas tras recuperar la confianza de los inversores y volver a financiarse en el mercado. «El fin del programa de apoyo a la estabilidad es una buena noticia para Grecia y la eurozona. Es un día histórico», resumió el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici.

Aunque el griego fue el mayor rescate de un país, no ha sido el único en esta crisis. Sí el primero en pedirlo, y el último en cerrarlo. El resto de los países del sur, bautizados despectivamente en Europa como PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España, Spain, y que significa «cerdos» en inglés) también precisaron salvavidas. Así está cada uno:

Irlanda

El Tigre Celta recupera el rugido. En el 2008 Irlanda se convirtió en el primer país de la eurozona que entró en recesión y también en el primero en reaccionar a la caída de Lehman Brothers, inyectando dinero público en sus bancos. A la postre, el rescate de su sector financiero, que disparó el déficit por encima del 32 % en el 2010, acabaron obligando a pedir auxilio. El Tigre Celta -como fue apodado por la enorme expansión de su economía, que creció por encima del 6 % entre 1990 y el 2007 gracias a una agresiva política fiscal para atraer empresas- se resistió, pero no le quedó opción. Corría diciembre del 2010 y se convirtió en el segundo país en ser rescatado.

Irlanda recibió 67.000 millones de sus socios europeos y del FMI. El salvamento inauguró un lustro de recortes y sufrimiento: menores salarios y pensiones, tijeretazo social, sin precedentes, todo tipo d subidas impositivas y un amplio abanico de reformas estructurales (entre ellas, la del sector financiero, que quedó reducido a dos entidades) equivalentes a casi el 20 % del PIB. El desempleo y las malas condiciones laborales también dispararon la emigración de los jóvenes.

En septiembre del 2013 volvía a crecer. Después de haberse sometido a una férrea disciplina de austeridad, inversores y empresas (su reducido impuesto de sociedades, en aquel momento del 12,5 %) volvieron a poner sus ojos en el Tigre Celta, que fue el primero en librarse de la troika.

Portugal

Un ejemplo del éxito. El vecino luso se convirtió, en abril del 2011, en el tercer país rescatado. De nuevo, la desconfianza de los mercados y los desequilibrios de las cuentas públicas funcionaron como espoleta. Portugal recibió un préstamo de 78.000 millones, a cambio de un programa de recortes impuesto por la troika que, entre otras medidas, incluyó rebajas salariales a funcionarios y en pensiones, recorte del gasto sanitario, reducción de las prestaciones por desempleo, privatizaciones y subidas de impuestos.

El país cerró el rescate en el 2014, aunque su déficit excedía el límite exigido por Bruselas y la deuda era del 130 %. El control de las cuentas públicas se mantendría, aunque la economía comenzaba a recuperarse. En el 2015 la izquierda recuperó el poder con la promesa de revertir la austeridad: subir salarios, bajar impuestos y elevar pensiones. Pese al recelo inicial de Bruselas, la receta funcionó para la economía lusa. En el 2016, con el paro en el 8,5 % (llegó a ser del 18 %) el país salió del procedimiento de déficit excesivo con el 2 %, el más bajo de su historia.

España

El rescate que no existió. El Gobierno de Mariano Rajoy tardó años en llamarlo por su nombre: rescate. El 9 de junio del 2012, el ministro Luis de Guindos lo calificó de «préstamo en condiciones muy ventajosas» para reflotar el sistema financiero. Europa ofreció hasta 100.000 millones pero solo fueron necesarios 41.300. A cambio, como siempre, ajustes en pensiones, salarios públicos y privados, copagos en sanidad, fin de las cajas... Y un largo etcétera. Aunque el PIB ha registrado crecimientos superiores al 3 %, España no ha logrado reducir el desequilibrio de sus cuentas.