Esposados y desposados en A Lama

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Ramón Leiro

Jorge y Esua, conocidos como los Bonnie and Clyde de Vigo, salieron ayer de la prisión para poder casarse

19 oct 2018 . Actualizado a las 10:54 h.

Con acierto o no, hay quien atribuye a un genial novelista una frase que dice que el amor siempre nos hace mejores personas, independientemente de quien lo inspire. Ayer, en la casa consistorial de A Lama (Pontevedra) se casaron Jorge Fontán y Esua Lorenzo. Ellos son dos internos de la cárcel ubicada en este municipio. Están presos por atracar a taxistas en Vigo. De hecho, se ganaron a pulso el apodo de Bonnie and Clyde. No toca juzgar aquí si ellos tienen que ser o no mejores. Lo que está claro es que sus vidas, marcadas por la droga y la delincuencia, deberían cambiar. Quizás por eso, ayer, cuando abandonaron unos minutos la prisión para casarse en el concello, la hermana de Jorge, Dolores Fontán, lloraba de emoción y decía que, quién sabe, quizá el amor, el singular enlace que protagonizaron, ayude a que ambos reconduzcan sus caminos. 

Con acierto o no, hay quien atribuye a un genial novelista una frase que dice que el amor siempre nos hace mejores personas, independientemente de quien lo inspire. Ayer, en la casa consistorial de A Lama (Pontevedra) se casaron Jorge Fontán y Esua Lorenzo. Ellos son dos internos de la cárcel ubicada en este municipio. Están presos por atracar a taxistas en Vigo. De hecho, se ganaron a pulso el apodo de Bonnie and Clyde. No toca juzgar aquí si ellos tienen que ser o no mejores. Lo que está claro es que sus vidas, marcadas por la droga y la delincuencia, deberían cambiar. Quizás por eso, ayer, cuando abandonaron unos minutos la prisión para casarse en el concello, la hermana de Jorge, Dolores Fontán, lloraba de emoción y decía que, quién sabe, quizá el amor, el singular enlace que protagonizaron, ayude a que ambos reconduzcan sus caminos.

La mañana se presentó fría en A Lama. A las puertas de la casa consistorial, una nube de periodistas esperaban a la pareja. Tantos medios había que hasta una paisana se enfadó porque no podría entrar a la casa consistorial a hacer sus mandados. Más allá de cámaras y micrófonos, una única familiar aguardaba a los contrayentes. Era Dolores, la hermana de Jorge y, claramente, la valedora de la pareja. Ella ponía voz a la historia de estos atípicos novios y su versión contextualizaba lo que cuentan de ellos las hemerotecas. Explicaba Dolores que su hermano se crio en un ambiente muy humilde y que a los catorce años empezó a coquetear con las drogas. «Ya nunca más lo superó, siempre estuvo enganchado. Posiblemente sea irrecuperable, no lo sé, son muchos años consumiendo y hay secuelas físicas y psíquicas», contaba mientras esperaba la llegada de los novios.

Una infancia terrible

De quien estaba a punto de convertirse en su cuñada decía que tuvo una infancia terrible: «Es natural de Cataluña y la madre la abandonó cuando era muy pequeña, y a los seis años ya estaba viendo a su padre con las jeringuillas... tuvo una vida muy, muy triste. Ahora mismo ya no cuenta con familia. Tiene un hijo pero no puede verlo de momento», explicaba Dolores.

Contaba también que, antes de ser detenidos, Jorge, de 45 años, y Esua, de 35, estaban «muy desesperados, delinquiendo casi a diario», y que le parecen justas las condenas, «incluso si fuesen más altas», por los atracos perpetrados a taxistas. Comulga un poco menos «con que les cayesen 21 meses por un robo de cervezas y chocolatinas en un supermercado». Muy consciente de que ni están rehabilitados «ni ahora mismo podrían salir a la calle», fue ella quien empezó a mover papeles para intentar que se casasen. ¿Por qué? «Porque se quieren y porque ella no tiene familia, y esto es necesario para poder ayudarla y cuidarla; para poder pasarle ropa y cosas, por ejemplo, necesitamos ser su familia», explicaba. El camino no fue fácil. Y no ayudó el hecho de que Esua se mostrase conflictiva en prisión. Estuvieron a punto de trasladarla a otro penal. 

Mientras Dolores contaba que visita a Esua y a Jorge cada sábado en la prisión y que el último día que los vio, al decirles que tras meses de trámites por fin se podían casar, él le pidió una pajarita y ella una liga roja, el reloj acarició las once de la mañana. Y, pocos minutos después, un vehículo de la Guardia Civil se apeó junto al consistorio con los novios. Ella iba de traje blanco y negro. Él de camisa y vaqueros. Llegaron esposados y su entrada fue un tanto atropellada. A Dolores le jugaron una mala pasada los nervios y acabó rompiendo en llanto y echando a correr. Un agente la llamó para que entrase al despacho de la jueza de paz: iba a ser testigo de la unión. 

El beso y la tarta

No fueron demasiados minutos los que estuvieron dentro. Pero sí los suficientes para que Dolores le pusiera a su hermano una americana, le entregase a su cuñada un ramo de flores, ambos se diesen el sí quiero y hubiese tarta de trufas y chocolate. Luego, un agente anunció que tendrían unos minutos para hablar con los medios. Lo hicieron. Dijeron que estaban felices y contentos, pero que les hubiera gustado que la boda se produjese en otras circunstancias. «Nos gustaría formar una familia», anunció también Eusa, mientras su marido la miraba una y otra vez. Hubo beso nupcial antes de marcharse de nuevo a prisión con Jorge y Eusa unidos ya, como dice la tradición, en la salud, la enfermedad y, en su caso, en la cárcel. Mientras el coche policial avanzaba, Dolores miraba al infinito con esperanza. «Creo que esto les sentará bien. Mi hermano no deja de hablar de ella. Yo ni siquiera hablé mucho con ellos, me limité a besarles y besarles mientras los tuve delante», contaba todavía presa de la emoción. Luego, con voz más bajita, esta mujer repetía: «Les tiene que hacer bien». Sería una victoria del amor.

Dolores, la hermana de Jorge, es consciente del difícil camino que tienen por delante los apodados Bonnie and Clyde. Habla con franqueza de sus adicciones y de que Eusa, de 35 años, es una persona inestable y que a veces tiene comportamientos «terroríficos y violentos», aunque ahora, según Dolores, está intentando rehabilitarse de la mano de Érguete. Pero tiene claro que, por muy mal que pinten las cosas, ella va a ayudarles. Logró que se casasen aún colándose por medio una huelga de funcionarios que retrasó los permisos. Ahora tienen un nuevo objetivo: «Les quedan unos seis años dentro, ojalá puedan ir a una prisión para parejas. No podrán dormir juntos pero al menos sí verse un poco más». En A Lama viven en módulos distintos y solo se ven en los cara a cara y en las comunicaciones que les autorizan. Ayer les dieron un vis a vis especial. Dolores los visitará el sábado para ver cómo van.