China emplea la superproducción como arma contra sus competidores mundiales en acero y aluminio

maría puerto PEKÍN / E. LA VOZ

ACTUALIDAD

LIU XINGZHECHINAFILE | EFE

Su industria se sostiene gracias al endeudamiento y a inyecciones de ayudas públicas y las empresas europeas y norteamericanas, como Alcoa, se resienten

22 oct 2018 . Actualizado a las 08:28 h.

China es líder mundial en producción de acero y aluminio y sus masivas exportaciones han puesto en jaque a sus competidores. La industria europea y norteamericana (entre ellas Alcoa) se resienten de la competencia del gigante asiático y lo acusan de prácticas de dumping por sus precios más baratos. 

El liderazgo es indiscutible: el año pasado casi la mitad del acero mundial, un 49,2 %, era made in China, según datos de la World Steel Association. Las cifras oficiales del país sitúan la producción en 831,7 millones de toneladas. En el caso del aluminio, las diferencias se acentúan. En el 2017, China selló casi 36 millones de toneladas de aluminio primario, frente a los 3,7 millones de Europa, según el International Aluminium Institute. No solo es que China produzca más acero que EE. UU. y la UE juntos, el problema para sus competidores es que la mitad va a la exportación.

 Las acusaciones de que la sobreproducción china inunda los mercados, que provoca la caída de precios y reduce la competitividad de sus rivales, han sido constantes en los últimos años. Se culpa al país de prácticas desleales por vender acero y aluminio de baja calidad a precios inferiores al coste de producción.

Pekín ha defendido a su industria de las acusaciones de dumping ante la Organización Mundial de Comercio (OMC). Reivindica que sus siderurgias son más competitivas y que el exceso de producción es un problema global del que otros países también son responsables. Pero nadie duda que el secreto chino para conquistar el mercado mundial es sencillo, a la vez que irresistible para los compradores: precios más baratos que sus rivales y sin problemas de stock por su sobreproducción.

Apoyo estatal

Y lo consigue no solo porque los costes salariales en China son más bajos, sino también porque la industria siderúrgica y metalúrgica es estatal: grandes conglomerados públicos, pese a que algunos se han privatizado. Son grandes empresas que se sostienen con ayudas públicas y a las que se permite estar muy endeudadas. No compiten en igualdad con el resto de las compañías internacionales, ya que su banquero es el Gobierno. Además, reciben beneficios fiscales por las exportaciones.

Es una industria heredada de las décadas de desarrollo que obraron el milagro chino, cuando se necesitaba una gran producción de acero para hacer frente al vertiginoso crecimiento de su economía. Además, Pekín combatió la crisis del 2008 con un millonario paquete de incentivos que aceleró la construcción de infraestructuras e impulsó sectores como la automoción y la aeronáutica, que requerían mucho aluminio.

La retirada de las ayudas y la desaceleración económica provocaron que casi la mitad de su acero se dedicara a la exportación. Los mercados se inundaron de este material chino, que en el 2015 tenía un precio un 20 % inferior al de sus rivales. En la actualidad, con un crecimiento del PIB del 6,5 %, es evidente que China tiene un problema por su gran capacidad de producción frente a una demanda interna más racional.

Reconversión

El Gobierno es consciente de que necesita reconvertir su sector estatal, con empresas sobredimensionadas, en muchos casos obsoletas y muy contaminantes. Pero el proceso tiene un alto coste en pérdida de puestos de trabajo. El último plan quinquenal (2016-2020) para la reestructuración del sector prevé bajar la producción de acero en 150 millones de toneladas y calcula que se destruirán 1,8 millones de empleos.

La lucha contra la contaminación, uno de los graves problemas de China, ayuda a impulsar la reconversión para reducir las emisiones de CO2. Pero el cielo azul y el aire limpio con los que sueña Pekín provocan negros nubarrones en Tangshan, la principal ciudad siderúrgica, situada en la provincia de Hebei, al norte del país, y que el año pasado produjo más acero que todo EE.UU. Esta zona tiene como objetivo reducir un 20 % su producción para el 2020, respecto al 2017.

Los gobiernos locales, que saben que las empresas estatales dan trabajo a la mayoría de la población, se resisten a los cambios. El resultado es que hay zonas que han cerrado plantas obsoletas para construir otras modernas menos contaminantes, pero más eficientes, con lo que la producción no ha bajado. De hecho, en julio China registró un aumento de producción de acero del 7,2 % respecto al 2017. Y sin tener en cuenta las plantas ilegales que funcionan sin que se contabilice oficialmente su producción.