Cuatro Angelas dentro de la canciller

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

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HANNIBAL HANSCHKE | reuters

La carrera de la líder conservadora consta de cuatro grandes etapaz. Su marcha no llega en el mejor momento para una UE acosada por los populistas

30 oct 2018 . Actualizado a las 07:54 h.

Auf wiedersehen. Angela Dorothea Merkel, la Merkel, se va. La eterna canciller trasladó ayer a los suyos que el principio del fin ha llegado. Cuatro mandatos, 16 años, un mundo. Todos pasaban y siempre quedaba ella. Siempre.

La lista de correligionarios comunitarios con los que ha coincidido es tan extensa como elocuente. Ha tenido que lidiar con cuatro presidentes de Francia (Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron); cuatro primeros ministros británicos (Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron y Theresa May); siete primeros ministros italianos (Romano Prodi, Silvio Berlusconi, Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi, Paolo Gentiloni y Giuseppe Conte); y tres presidentes españoles (Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez).

Todo se ha precipitado de forma sorprendente. Merkel es la mejor metáfora de los alemanes. Devotos de la estabilidad, la tranquilidad, también del aburrimiento, sobre todo si está relacionado con lo económico. Gastar poco, endeudarse menos y ahorrar todo lo que se pueda para que los tipos de interés (preferiblemente altos) generen fondos para la jubilación. Con esta ecuación quizá sea más fácil comprender por qué el presidente del BCE, Mario Draghi, es tan odiado en Alemania.

Se advierten al menos cuatro grandes etapas en su trayectoria. La primera se puede definir como la de la muerte del padre, cuando depuso a su mentor, Helmut Kohl, que la llamaba «la niña». Pese a su falta de carisma, logró escalar en un partido de hombres y se convirtió en la primera canciller, sorprendiendo con un calculado guiño ecologista que marcó su segunda etapa. Tras la catástrofe de la central nuclear de Fukushima (Japón), anunció el cierre de todas las centrales nucleares en Alemania antes del 2022 y fijó el ambicioso objetivo de producir el 80 % de la electricidad en Alemania a través de energías renovables en el 2050.

Su tercera fase se resume en las caricaturas que la representaban con bigote hitleriano y uniforme de las SS. Es la época que cubre los años 2012 y 2015, cuando se distinguió por su intransigencia en la imposición de medidas de austeridad en Grecia a cambio de los planes de rescate. La cuarta etapa empieza en el verano del 2015, cuando conmovida por la llegada de centenares de miles de refugiados al viejo continente abrió las fronteras a los solicitantes de asilo, la decisión que lleva al momento actual.

Con el anuncio sobre el principio de su fin, es muy posible que Merkel se haya quitado un peso de encima y pueda verse a otra Merkel. No solo en Alemania: también en Europa. Ahora debe decidir cómo quiere que la recuerden los libros de historia, como la gran canciller que gestionó la gran recesión sin excesivo acierto o como la gran canciller que sentó las bases de una nueva Europa que miró de tú a tú a EE. UU. y fue capaz de derrotar al populismo y los extremismos que anidan en su seno.

Europa se ve arrojada a otro momento de zozobra y surge la pregunta de hasta dónde está dispuesta a llegar Alemania sin su actual canciller. Macron, pese a mostrar sus primeros síntomas de agotamiento, ha resucitado con enormes bríos el gran eje francoalemán trazando una ambiciosa hoja de ruta sustentada en una mayor integración en torno al euro. Berlín, sin embargo, sigue arrastrando los pies. Con el órdago italiano, la marcha de Merkel abre numerosos interrogantes sobre la UE.