John H. Elliott: «La república catalana nunca será reconocida por Francia y Alemania»

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BALLESTEROS | efe

El historiador, premio Príncipe de Asturias en 1996, publica «Catalanes y escoceses», donde denuncia la manipulación de la historia por los secesionistas

30 oct 2018 . Actualizado a las 07:53 h.

Profesor emérito de Historia en la Universidad de Oxford, premio Príncipe de Asturias en 1996, el británico John H. Elliott (Reading, 1930) es un gran conocedor de la historia de Cataluña, a la que dedicó su estudio clásico La rebelión de los catalanes (1963). Ahora vuelve al asunto con un libro mucho más ambicioso, Catalanes y escoceses. Unión y discordia (Taurus), en el que analiza, de forma comparada, la historia de las que considera dos naciones a lo largo de los últimos 550 años.

-Sostiene que los independentistas catalanes han manipulado la historia en su beneficio, al dar una importancia excesiva y mitificar ciertos hechos históricos.

-Sí, todas las historias nacionales son selectivas y necesitan sus propios mitos para buscar una narrativa común que dé coherencia a la nación, pero en Cataluña se ha exagerado demasiado, manipulando y deformando conscientemente la historia desde el poder y trasladándolo a la educación. Por ejemplo, al exaltar la unidad de los catalanes en 1640, lo que refuto en mi libro La rebelión de los catalanes, o la rendición de Barcelona en 1714. Con estas manipulaciones se trata de contraponer de forma absurda una nación catalana unida a un Estado artificial que sería España. Esto fomenta la ruptura y el victimismo, que ha sido una constante en la relación de Cataluña con el resto de España desde principios del siglo XVI.

-Ahora está pasando algo parecido, los líderes secesionistas hablan en nombre de todo el pueblo catalán como si estuviera unido.

-Sí, cuando la realidad es que está dividido en dos, es su manera de manipular. Los independentistas pretenden hablar en nombre de todos los catalanes imponiendo sus puntos de vista cuando se dirigen solo a una parte. Esto ha provocado un clima de tensión que se ha transformado en intimidación. Pero hay que reconocer que han ganado la guerra propagandística fuera de España.

-Los independentistas acusan a España de ser un Estado autoritario, donde se conculcan las libertades. ¿Qué le parece?

-Es absurdo, pero en Europa algunos le dan crédito por falta de buena propaganda del Gobierno, que ha sido horrible.

-¿En España hay presos políticos y exiliados?

-No, es propaganda.

-Da una importancia decisiva a la crisis económica del 2008 para explicar el auge separatista.

-La recesión económica ha tenido un impacto en todo el mundo, en mi país también, porque ha crecido la desigualdad entre las clases sociales, los gobiernos parecen incapaces de solucionar los problemas, los viejos partidos políticos se han fosilizado y la digitalización ha creado la impresión de que todas las opiniones valen lo mismo. En momentos de recesión surgen los demagogos, los oportunistas, y se aprovechan de la desilusión y el desencanto para seguir su propia agenda de la independencia. Los independentistas han sacado partido de todo esto, junto a la manipulación de la historia. Es una tormenta perfecta. Por eso es importante que haya historiadores capaces de cuestionar lo que dice la historiografía nacionalista.

-Considera a los líderes secesionistas los grandes responsables de lo que ha pasado en Cataluña, pero también critica al Gobierno de Mariano Rajoy.

-Porque lo veía como un problema judicial y constitucional, que lo es, pero también es político y hay que responder como un político y no solo como un tecnócrata y constitucionalista.

-Ha dicho que no le convence la solución federal. ¿Por qué?

-No, creo que es demasiado artificial. Hay que reconocer que Cataluña y el País Vasco y también Galicia son diferentes, especialmente en la cuestión lingüística. Son naciones y hay que reconocerlo así. Esas cosas simbólicas son muy importantes.

-¿Qué papel han jugado la educación y los medios de información catalanes en la construcción del imaginario independentista?

-El programa de catalanización y adoctrinamiento que inició Pujol en 1980 y continuaron sus sucesores está ahora dando sus frutos.

La Generalitat ha impuesto su propia visión a las nuevas generaciones a través de los libros de texto y los medios de comunicación que controla, falsificando y manipulando la historia. Siempre distinguiendo entre Cataluña y el resto de España, para convencer a la gente de que Cataluña es una nación auténtica y España algo artificial. Eso es triste, preocupante y peligroso.

-Los independentistas prometieron una República que iba a ser reconocida internacionalmente y que formaría parte de la UE.

-Han vivido en una realidad virtual, un mundo irreal que se han inventado. La República independiente nunca será reconocida porque Francia y Alemania no lo permitirán a menos que esté conforme el Gobierno español, y no lo estará. Es política y constitucionalmente imposible, no tiene futuro en la Europa actual.

-En su libro afirma que entre 1998 y el 2008 Cataluña ha vivido los mejores años de su historia.

-Es lo que creo, una sociedad próspera, abierta, con la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona por ejemplo. Ahora hay un ensimismamiento y una estrechez de horizontes debidos a la agenda de los independentistas, que han estropeado tantas cosas. Es muy triste y preocupante.

-Llegados a este punto, ¿hay alguna solución? ¿Es optimista?

-Soy un optimista preocupado. El impasse se mantendrá durante bastantes años, es cuestión de dialogar y encontrar gente con la que se pueda hablar. Hacen falta empatía, inteligencia y mucha paciencia. En este momento no se ve ninguna salida, pero nunca se sabe, en ciertos momentos surgen buenos políticos. Tendrá que pasar al menos una generación para superar la tensión que se ha creado. Lo que más me preocupa es la polarización y la división interna en Cataluña, pero que también afecta al resto de España.

«Estoy en contra de los referendos de sí o no porque polarizan las sociedades»

Elliott analiza en su libro las diferencias y semejanzas entre Escocia y Cataluña.

-Una diferencia importante es que Escocia fue un reino independiente, mientras Cataluña nunca fue independiente, siempre formó parte de una entidad más grande, de la Corona de Aragón primero y, tras el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469, de una monarquía española que llamo compuesta, más extensa, que luego se amplió con Carlos V y sus sucesores. Otra diferencia enorme es que en el siglo XIX en España hubo una gran inestabilidad política en contraposición a Gran Bretaña. Una disimilitud más es que los escoceses heredaron el trono inglés en 1603, con la extinción de la dinastía Tudor tras la muerte de Isabel I y la llegada al trono de Jacobo VI de Escocia y primero de Inglaterra. Y una más que los catalanes quedaron bastante marginados del Imperio español en América, mientras los escoceses entraron de lleno en las colonias de ultramar y en el comercio. También es una diferencia fundamental la lengua, que ha sido un punto de referencia imprescindible para el nacionalismo catalán y en Escocia no ha tenido ningún peso. Pero desde 1970 en adelante, hay más semejanzas que diferencias.

-Los sucesos de 1714 se han convertido en referencia de las reivindicaciones independentistas.

-Los independentistas los han mitificado. Hubo una guerra civil en Cataluña como en toda España sobre la sucesión. Antes, en la gran rebelión de los catalanes de 1640 se proclamó durante una semana la República catalana. Pero es cierto que 1714 es importante porque los catalanes perdieron sus privilegios con la Nueva Planta y se impulsó un gobierno centralizador y autoritario por vía de los Borbones, mientras que en Inglaterra se construyó un gobierno representativo parlamentario.

-En Escocia, el primer ministro británico Cameron aceptó que se hiciera un referendo de independencia. ¿Cree que esa solución sería factible para Cataluña?

-Yo, en principio, estoy en contra de los referendos porque con una pregunta de sí o no se polarizan las sociedades. Un ejemplo es el del Brexit. En Gran Bretaña no tenemos constitución escrita y hay más flexibilidad para hacer referendos. En España la Constitución lo prohíbe y el derecho de autodeterminación no está reconocido internacionalmente para situaciones como Cataluña. Es un problema insalvable. El referendo de Escocia fue un error, pero al menos existía esa oportunidad.