Contestar como Rosa María Mateo

Abel L. Martínez

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Ballesteros | Efe

Su cara lo dice todo. No puede disimular su enfado. Ha pasado dos veces por el Congreso y ha dejado clara un cosa: ella no ha venido aquí para leer argumentarios y seguir lo que pone el guion

03 nov 2018 . Actualizado a las 12:23 h.

Levanta la cabeza y dirige su mirada hacia los miembros de la comisión. Su voz es tan grave y rotunda como cuando presentaba el Telediario. Pero el tono no es el mismo. Ya no imposta titulares, imposta enfado y rabia. También su hastío. Y eso es lo que hace que cada vez que Rosa María Mateo comparece en el Congreso merezca la pena verlo. De principio a fin. Podría emitirse en prime time e incluso colgarse en el catálogo de documentales de Netflix.

Aunque no se esté de acuerdo con lo que está haciendo con RTVE, hay que reconocer que pocos se atreven a contestar como lo hace ella. Hay en sus palabras un punto de arrogancia. Quizás también algo de soberbia. Su cara lo dice todo. En su rostro se puede leer claramente no sé que hago perdiendo aquí perdiendo el tiempo. «Solo les importa la televisión pública cuando la pueden controlar», espetaba Mateo la primera vez que le pusieron delante el cartelito de compareciente. Y era solo el principio. El PP la había colocado en el centro de la diana. Mucho se confundieron si vieron en ella un blanco fácil. Rosa María Mateo se defiende de todas las preguntas a regañadientes, casi como si fuesen un ataque personal. Y dejó varias perlas más en su estreno. «Los trabajadores de RTVE estamos un poco cansados de todos los políticos, perdonen que se lo diga», aseguraba empezando a elevar el tono. Y entonces llegó el momento álgido. «No soy podemita, no soy socialista, no soy nada. Soy independiente y nadie me va a dar órdenes, ni ustedes ni nadie». No hacía falta decir nada más. Levanten la sesión sus señorías.

A su segunda comparecencia en el Congreso llegaba con otro espíritu. Medía sus respuestas, se negó a contestar algunas cuestiones y quiso pasar por alto el tema de su sociedad patrimonial. Pero al mencionarle a su hijo todo cambió. Salió la bestia. Y Rosa María Mateo se desahogó llamando mezquino y miserable al diputado del PP.

El PP le exige que acuda a su próximas comparecencias «con sosiego». Han pedido a la Cámara y al Gobierno que tome medidas para que no se repitan sus faltas de respeto. Está claro que las descalificaciones sobran. No son necesarias. Pero alguien debería luchar porque no se pierda el cabreo de Rosa María Mateo. Ese malestar representa a los que no entienden la política del y tú más y la del comparecer por comparecer para que nada cambie. A una mujer de 76 años que lo ha sido todo en la televisión española no le cabe en la cabeza que esto sea lo que muchos llaman política. Y algo de razón tiene. Algo cambiaría si alguien como ella fuese portavoz del Gobierno. O líder de la oposición. Por lo menos no estaríamos siempre dentro lo políticamente correcto. El guion está para saltárselo. Y los argumentarios políticos son una lacra. Ahora mismo hay veinte (por no decir 200) políticos a lo largo de España contando exactamente lo mismo ante un micrófono. Las mismas ideas y probablemente con casi las mismas palabras. Les llegaron esta mañana en un correo electrónico y se las estudiaron antes de salir de casa. Pocos se atreven a añadir algo. Tremendamente aburrido. Alguien debería decir, como Mateo, a mí nadie me va a dar órdenes.