Unas zapatillas de ballet para hacer justicia

La Voz REDACCIÓN

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ALKIS KONSTANTINIDIS | Reuters

Han tardado 200 años. Y era tan sencillo como fabricarlas en otros tonos

07 nov 2018 . Actualizado a las 16:52 h.

La niña que sale en el vídeo tendrá unos 15 años. Saca un bote de betún marrón de la mochila. Durante casi diez minutos se emplea duro para conseguir que sus zapatillas queden bien cubiertas. Mientras ella frota para conseguir un resultado uniforme, sus compañeras siguen estirando. Ellas no tienen que perder el tiempo cambiándole el color a sus puntas. No tienen que hacerlo, porque su piel no es negra. Es uno de tantos tutoriales. Solo hay que teclear «pancake ballet shoes» para encontrar todo tipo de técnicas y consejos de bailarinas negras para adaptar las zapatillas a su color de piel. Un ritual que han tenido que asumir bailarines negros y asiáticos durante décadas y que podría tener los días contados. Por fin, llega la igualdad al ballet. Solo ha tardado 200 años.

Cira Robinson, bailarina profesional desde hace quince años, calcula que habrá empleado unos cinco tubos de base de maquillaje por semana para cubrir sus zapatillas. No es algo que haga por capricho. Muchos de sus movimientos no lucen igual si sus zapatillas son rosas. Sobre el escenario no hay un conjunto. Se pierde continuidad y el público diferencia claramente donde acaba el cuerpo y donde empieza el calzado. En sus piruetas el cambio de color te impide ver una única línea y parte de la magia del ballet desaparece.

La bailarina brasileña Ingrid Silva, una de las figuras del Danza Teatro de Harlem, ha hecho cuentas. Según ha explicado en The New York Times, se gasta unos 600 euros anuales en maquillaje para sus zapatillas. Un bote le da para tres zapatillas y puede tardar en teñirlas entre 30 y 45 minutos.

Acabar con todo esto era tan fácil como fabricarlas en tono marrón y bronce. Freed of London, uno de los principales fabricantes de zapatillas de ballet del mundo, ha dado este paso tras meses de trabajo con Ballet Black. Esta compañía londinense lleva años luchando por impulsar la igualdad en la danza clásica y uno de sus objetivos era conseguir una indumentaria que se adapte a su equipo, compuesto mayoritariamente por bailarines negros y asiáticos. Ya contaban con trajes en tonos marrones y dorados, ya tenían las medias que se adaptasen al tono de su piel y solo le faltaba un calzado acorde.

«Los tiempos están cambiando y el ballet también debe adaptarse a todos», asegura Cira Robinson, una de las bailarinas de Ballet Black. Porque las zapatillas marrones son mucho más que eso. «Tienes la sensación de que formas parte de la industria de la danza porque tu color de piel también está ahí», explica su compañera Marie Astrid.

Esta medida se une a los movimientos que se han dado en los últimos meses para conseguir un ballet más inclusivo. La última en pronunciarse ha sido Precious Adams, una de las estrella en ciernes del Ballet Nacional de Inglaterra. Ella se ha atrevido a decirlo en público. «Las medias rosas arruinan la línea de mi cuerpo». Adams explicaba en una entrevista en el Evening Standard que aunque entendía las tradiciones, la ropa con la salía al escenario no tenía ningún sentido. «Algunos piensan que usar medias marrones bajo un tutu es, de alguna manera, incorrecto. Pero yo quiero lucir lo mejor posible en el escenario», explicaba. La española Tamara Rojo, directora de la compañía, ha tomado nota.

Hace 60 años, una mujer negra se incorporó por primera vez a una compañía nacional de danza. En el 2015, Misty Copeland se convirtió en la primera afroamericana que se convertía en la bailarina principal del American Ballet Theatre. Las zapatillas son un paso más. Pero todavía quedan muchos por dar.