Bruselas busca fórmulas para sortear el veto de España al acuerdo del «brexit»

Cristina Porteiro
CRISTINA PORTEIRO BRUSELAS / CORRESPONSAL

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DANIEL LEAL-OLIVAS | afp

La UE intenta acomodar las demandas sobre Gibraltar sin tocar el texto legal

21 nov 2018 . Actualizado a las 07:57 h.

«Si tenemos este acuerdo, es que alguien no hizo bien su trabajo en Bruselas». Ese fue el duro mensaje que a la hora del desayuno le lanzó ayer a modo de aviso el presidente español, Pedro Sánchez, al equipo del negociador del brexit, comandado por el francés Michel Barnier.

La acusación cogió a la Comisión Europea con las defensas bajadas. No esperaban una reacción tan vehemente del Gobierno español, acostumbrado en la última década a comulgar con ruedas de molino. El madrileño fue mucho más taxativo que su ministro de Exteriores, Josep Borrell, el primero en sugerir que España podría vetar el texto final del acuerdo si no se aclaraban las dudas sobre el Peñón. «Si no hay cambios con respecto a Gibraltar, España votará no al brexit», aseguró ayer el presidente español durante un foro empresarial.

El mensaje se oyó alto y claro en la capital comunitaria. El presidente del Ejecutivo, Jean Claude Juncker, tuvo la oportunidad de tomar nota de su enfado y sus quejas durante la conversación telefónica que mantuvo con él en la mañana de ayer. «Somos conscientes de las preocupaciones de España. La posición de la UE sobre Gibraltar es clara, como recogen las directrices del Consejo: Después de que el Reino Unido abandone la UE, ningún acuerdo se aplicará al territorio de Gibraltar sin el visto bueno de España», trató de defender el portavoz de la institución, Margaritis Schinas.

Pero eso no le vale al Gobierno español, que quiere que esa claridad se refleje también en el texto legal y vinculante del brexit. Sin trampas ni dobles interpretaciones. El famoso artículo 184 introducido el pasado miércoles en el texto fue redactado con ambigüedad, nocturnidad y sin previa consulta a Madrid. Sánchez exige enmendarlo y Bruselas se resiste. Busca un atajo alternativo para no reabrir el texto, una maniobra que podría hacer descarrilar el frágil acuerdo.

La declaración política sobre la relación futura entre la UE y el Reino Unido podría ser el soporte para introducir un parche que, en cualquier caso, no sería jurídicamente vinculante. Sus líneas todavía se están redactando. Sánchez está dispuesto a seguir adelante con el órdago: «Un Gobierno proeuropeo como es España votará no al brexit en estos términos», garantizó ayer antes de trasladar la misma advertencia al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien tiene en su mano la posibilidad de desconvocar la cumbre si en los próximos dos días no se despejan las dudas sobre el paquete de retirada.

Comodidad en Londres

Londres está cómoda con los términos sobre Gibraltar. No es para menos. El propio Borrell reconoció que el artículo se introdujo a «iniciativa británica». Pero, ¿quién recogió el guante en Bruselas sin consultar a España? La Comisión se niega a aclarar este gravísimo punto. Schinas respondió con evasivas a una cuestión básica: ¿Fue intencionado? ¿Alguien decidió traicionar a un Estado miembro para sellar a cualquier precio el brexit? Juncker tendrá la oportunidad de enmendar el escándalo hoy mismo. El luxemburgués se reunirá esta tarde con la primera ministra británica, Theresa May, en una cita donde esperan dejar listos los términos de la declaración política, el último documento que queda por sellar antes de que los líderes europeos sometan el acuerdo a votación el domingo en cumbre extraordinaria.

El órdago de los «brexiters» contra May fracasa

Iban de farol. Otra vez. Los euroescépticos que braman contra Theresa May y sus planes para el brexit por los pasillos de Westminster son tan ruidosos como escasos. El influyente diputado conservador Jacob Rees-Mogg, teórico líder de la revuelta contra la primera ministra, admitió ayer que aún no tiene las 48 firmas necesarias para presentar una moción de confianza. Ayer, solo se habían enviado 26 cartas.

Rees-Mogg, presidente del probrexit Grupo de Investigación Europea (ERG), pidió a sus colegas euroescépticos que enviaran cartas al llamado Comité 1922, que reúne a los parlamentarios tories, para solicitar la moción contra May para rechazar el borrador de acuerdo sobre la retirada británica. «El obtener las 48 cartas ha demostrado ser bastante difícil, así que no creo que sea realista la idea de que dentro de un año se repita el proceso», reconoció este parlamentario, en el caso de que la iniciativa no prospere en estos momentos.

El diputado consideró que es ahora la ocasión adecuada de presentar la moción porque es la única opción de retirar a May como líder del Partido Conservador y como jefa del Gobierno.

De odiada a posible candidata

Ante la prensa, Rees-Mogg admitió que «es más que probable» que May lidere a los tories en las próximas elecciones generales, previstas para el 2022, si no avanzan los esfuerzos para impulsar ahora una moción de confianza contra ella. Preguntado sobre si la falta de firmas supone una humillación para él, Rees-Mogg dijo que no todos los diputados han querido apoyar la moción y añadió: «así es la vida política». Reconoció que se vio obligado a enviar su carta a favor de la moción ante el profundo descontento con la negociación de la primera ministra y la UE.

May viajará hoy a Bruselas para abordar el acuerdo final del brexit con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y facilitar la celebración de la cumbre comunitaria del fin de semana. Bruselas y Londres aún mantienen conversaciones sobre la declaración política que acompañará al acuerdo de retirada, que ha causado el descontento de los conservadores euroescépticos por el problema de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, en el intento de que siga siendo invisible.

El pacto establece un mecanismo de seguridad por el cual el Reino Unido se mantendrá integrado en la unión aduanera comunitaria mientras no llegue a un pacto comercial definitivo con Bruselas, a fin de evitar una frontera entre las dos Irlandas.

Los promotores de otro referendo dicen que el pacto deja fuera a millones de británicos

I. Gurruchaga

En abril, cuando se presentó la campaña People’s Vote (Voto del pueblo) para lograr un segundo referendo sobre la UE, la noticia de la presentación se publicó en la quinta página del The Guardian. Ahora reúnen a cerca de 700.000 personas para manifestar su apoyo y sondeos recientes registran más respaldo a la nueva consulta que al acuerdo con Bruselas presentado por May. Los diputados Chuka Umunna, laborista, y Ann Soubry, conservadora, portavoces de la campaña, han logrado otro avance. El lunes, el Gobierno aceptó una enmienda suya -que antes del voto sobre el acuerdo se publiquen los análisis de impacto económico- porque diputados conservadores y unionistas iban a apoyarla y el Ejecutivo no quería una derrota.

Pero, aunque una mayoría se convenza de que la situación actual es más beneficiosa que el brexit de May, es improbable que el Gobierno pida inmediatamente a Bruselas un tiempo muerto para pasar seis meses organizando un nuevo referendo. Umunna y Soubry dicen que la mayoría de parlamentarios de ambos partidos quiere que el brexit se resuelva de una vez y puedan concentrarse en lo que les interesa: la política industrial, la pobreza, la diplomacia internacional. Pero no va a ocurrir, incluso si el acuerdo del Consejo Europeo es refrendado por el Parlamento. Tres o cuatro años, como mínimo, de negociación posterior sobre el tratado comercial seguirán planteando dilemas británicos sobre la UE.

El germen de un nuevo partido

Si May pacta esta semana alguna modificación del texto que suavice la cuestión de la frontera irlandesa, no saben si tendrá suficientes votos. Tampoco qué movimientos causaría en los escaños la convocatoria de un segundo voto tras el rechazo inicial. En este avance tan confuso hacia el futuro, la pareja Umunna-Soubry son el encanto de los europeístas, el deleite de sus oídos.

Hay buenos argumentos en favor de una segunda consulta para salir del enredo británico -también los hay para rechazar ese hipotético referendo -, pero el reto para este dúo de políticos es cómo lograrlo. Avanzan entre insultos o amenazas de muerte -también los padecen líderes del brexit- y son quizás el germen de un nuevo partido. «Millones de personas no se sienten representadas por el acuerdo de divorcio que pacta May con Bruselas», dice con tristeza Soubry.