May y Juncker no consiguen cerrar los flecos pendientes sobre el «brexit»

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JOHN THYS | Afp

Se reunirán el sábado para revisar el texto antes de votarlo en la cumbre del domingo

21 nov 2018 . Actualizado a las 22:17 h.

El acuerdo del brexit ya tiene letra y forma. Un tomo de 584 páginas con el que el Reino Unido podrá abrir la puerta de salida de la Unión Europea. El cuerpo del acuerdo ha tardado meses en forjarse, pero británicos y europeos podrían descoserlo en cuestión de horas. Londres y algunas cancillerías europeas han tratado en los últimos días de tensar la cuerda para forzar su reapertura. Unos quieren reformular los términos, otros aclarar cuestiones pendientes. Es el caso de España, que mantuvo bloqueados, con ayuda de otros países, dos capítulos: Gibraltar y la pesca.

Madrid y París quieren garantías de acceso de la flota a aguas británicas más allá del 2021, pero es Gibraltar el gran escollo que ha obstaculizado este último tramo de las negociaciones. España exige garantías legales de que podrá vetar la aplicación de cualquier acuerdo futuro entre la UE y el Reino Unido en el Peñón si no le convencen los términos. Ambas cuestiones fueron abordadas ayer en la reunión que mantuvieron a la hora del té el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, y Theresa May en los cuarteles del Berlaymont. Los dignatarios tropezaron con los términos del acuerdo que esta misma mañana podrían ser resueltos. ¿Cómo dar encaje a las demandas de España sin reabrir el texto y levantar ampollas en Londres? La idea de solventar el problema con una declaración adjunta al texto legal choca frontalmente con los intereses de los británicos, quienes consiguieron marcar un gol por la escuadra a la Comisión la pasada semana, al incluir el artículo 184 sobre la bocina sin previa autorización del Gobierno español.

Pedro Sánchez volvió a denunciar este miércoles las artimañas de los negociadores: «Ponen en cuestión la capacidad de España para negociar con el Reino Unido el futuro de Gibraltar y eso no es aceptable», sostuvo el presidente, quien insiste en el órdago a Bruselas y Londres: «Si esto no se resuelve, el Gobierno español desgraciadamente tendrá que votar que no y ejercer su capacidad de veto porque afecta a la esencia de nuestro país». El Ejecutivo español todavía no ha visto la formulación definitiva del acuerdo, pero alerta: «Tal y como está redactado ahora, no nos sentimos reflejados».

También hay disconformidad en el Reino Unido por la dureza de los términos. May trata de suavizar la redacción de las demandas, hacerlas lo más blandas posibles para apuntarse algún tanto de última hora, pasar la criba de los brexiters de su partido y ganar la votación en el Parlamento.

Los problemas del texto legal no son los únicos que quedan por resolver. «Ha habido progresos importantes. Seguimos trabajando», aseguraron este miércoles fuentes comunitarias tras la reunión en la que se profundizó sobre la declaración política que acompaña al texto legal de salida. El documento, que no es jurídicamente vinculante, debería establecer las bases sobre las que se construirá la relación futura entre la UE y Reino Unido.

Las próximas horas serán cruciales. «El Consejo Europeo se reunirá el domingo. Tendremos que haber acordado antes la declaración política sobre la relación futura, tiene que haber un texto», advirtió el vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis. Sin el visto bueno hoy del colegio de comisarios y los preparativos del equipo de serpas, no será posible llegar a la cita. Hay señales para el optimismo. Juncker se verá de nuevo con May el sábado en lo que podría ser la última revisión antes de someter el acuerdo a votación en la cumbre de líderes del domingo. Por si a alguien en la UE le quedaba apetito para seguir batallando, Berlín lanzó este miércoles una amenaza: O el texto queda listo en las próximas 24 horas o Merkel no irá a la cumbre.

España mantiene la amenaza de veto por el peñón

El brexit «es un rompecabezas», aseguraba días atrás una alta fuente diplomática de Bruselas. La retirada del Reino Unido es difícil de comprender, de explicar y mucho menos de resolver. Una de las cuestiones más espinosas en todo el proceso negociador ha sido la de llegar a un acuerdo sobre Gibraltar. En torno a su salida y a su futuro estatus. La primera está enfilada. Según confirmó este miércoles en el Congreso el ministro español de Exteriores, Josep Borrell, Madrid y Londres cerraron el martes los últimos flecos del protocolo bilateral sobre el Peñón, un documento anexo al texto del brexit. «Completamos la retirada», celebró el catalán en la sesión de control. Una salida que exigía cerrar cinco capítulos de condiciones relativas a la lucha contra el contrabando, los derechos de los 10.000 trabajadores transfronterizos de la Línea, compromisos medioambientales para frenar los vertidos ilegales, para lograr una mejor cooperación policial y aduanera y establecer una competencia fiscal más justa.

Lo que todavía está en el aire es el apoyo de España al acuerdo global del brexit, que debería ser ratificado por los Veintisiete en la cumbre extraordinaria del próximo domingo. El gobierno de Pedro Sánchez sigue albergando serias dudas sobre el futuro estatus del Peñón y mantiene su amenaza de veto al brexit si no se aclaran a tiempo. Las suspicacias que ha levantado la redacción ambigua del artículo 184 del texto legal de retirada persisten. El Ejecutivo cree que los cambios en la letra, motivados por los británicos con la complicidad de Bruselas, son un atropello. Los abogados del Estado y los técnicos negociadores insisten en que el equipo de Michel Barnier debería dejar bien claro que Gibraltar queda al margen de la negociación sobre la relación futura entre la UE y el Reino Unido, porque el Peñón no es británico. Ningún acuerdo se podrá aplicar al territorio sin el visto bueno de España. La primera ministra, Theresa May, aprovechó la tesitura para sacar pecho y advertir al gobierno español de que las negociaciones serán a tres bandas: «Gibraltar no será excluido de las negociaciones sobre la futura relación», apostilló.

Bruselas sostiene que no hay margen para reabrir el acuerdo y el gobierno insiste en buscar fórmulas legales, atajos o algún parche para solucionar el entuerto antes de que sea demasiado tarde. Nadie quiere llegar al final del periodo transitorio (31 de diciembre del 2020) y encontrarse con dobles interpretaciones del tratado de retirada.

Las dudas sobre el futuro estatus de Gibraltar tienen que quedar despejadas antes de la reunión extraordinaria que mantendrá este jueves el colegio de comisarios en los cuarteles de la Comisión. Si el paquete del brexit (texto legal, declaración política sobre la relación futura y los protocolos anexos, incluido el de Gibraltar) pasa la criba, serán los Veintisiete líderes europeos quienes impriman el sello final al acuerdo el próximo domingo. A partir de ahí, habrá que poner los ojos en el parlamento británico.