La situación de inestabilidad política eleva al máximo el clima de crispación

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ACTUALIDAD

Javier Lizón | Efe

La expectativa de un adelanto electoral crece ante el desafío de ERC y la presión del PP y Ciudadanos

22 nov 2018 . Actualizado a las 07:45 h.

La excepcionalidad de una legislatura en la que triunfa por primera vez una moción de censura, con un presidente del Gobierno apoyado solo por 84 diputados y con todos los cauces de diálogo entre los partidos definitivamente rotos es una tormenta perfecta que ha desembocado en una situación de inestabilidad, crispación política y desprestigio de las instituciones sin precedentes. Tras el cataclismo judicial de la renuncia del juez Manuel Marchena a presidir el Consejo General del Poder Judicial, ayer el Congreso vivió una de las jornadas más tensas que se recuerdan, plagada de insultos e incidentes, que acabó con la expulsión del diputado de ERC Gabriel Rufián y con una bronca a todos los diputados de la presidenta, Ana Pastor, que reprochó la repetición de «actitudes que son impresentables absolutamente».

Rufián había aprovechado una pregunta al titular de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, para tachar de «fascistas» a los líderes de Ciudadanos y atacar al propio ministro, al que acusó de ser «el más indigno de la democracia», un «hooligan» y un militante de la «extrema derecha». Y Borrell respondió al portavoz ERC diciendo que había vertido sobre el hemiciclo «esa mezcla de serrín y estiércol que es lo único que usted es capaz de producir».

En medio de los aplausos de las bancadas del PSOE y el PP, Rufián desatendió las tres llamadas al orden de Pastor para que dejara de hacer aspavientos y fue finalmente expulsado. Algo que no sucedía en el Congreso desde hace doce años, cuando en el 2006 el diputado del PP Vicente Martínez Pujalte fue desalojado de la Cámara por el entonces presidente, Manuel Marín.

Borrell denuncia un escupitajo

La bronca se agravó cuando todos los diputados de ERC abandonaron el hemiciclo y Borrell denunció que uno de ellos, Jordi Salvador, le había escupido, aunque según la versión del parlamentario independentista se limitó a hacer un gesto despectivo con un bufido. La escena refleja la intención de los independentistas de elevar la tensión con el Gobierno ante la cercanía del juicio por el desafío secesionista y evidencia la práctica imposibilidad de que el Gobierno cuente con los votos de ERC para aprobar los Presupuestos.

Consciente de que la inestabilidad a la que conduce semejante clima de crispación es lo último que le conviene, el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, se sumó después a las consideraciones de Ana Pastor. «Hoy en el Congreso se han dicho y hecho cosas terribles», señaló en un mensaje en Facebook, en el que, tras mostrar su solidaridad con Borrell, trató sin embargo de rebajar la tensión repartiendo culpas. «Creo que todos debemos pedir disculpas a la sociedad. Yo, como presidente del Gobierno y por tanto máximo responsable político de nuestro país, lo hago», añadió. Horas después, repitió el mensaje en rueda de prensa junto al primer ministro portugués, Antònio Costa, aunque en esta ocasión cargó las culpas contra Rufián y el líder del PP, Pablo Casado, a los que pidió que «vuelvan a la moderación» para que el Congreso deje de ser «la ceremonia de la crispación». Será difícil, sin embargo, que los ánimos se serenen, y menos en medio de la campaña electoral andaluza. Como muestra de ese clima de máxima tensión, incluso la presidenta del Congreso recibió críticas del PP por su decisión de retirar del diario de sesiones «la palabra fascista y la palabra golpista». El vicesecretario de Organización de los populares, Javier Maroto, invitó a Pastor a «revisar» esa medida. «La palabra fascista es impresentable en el Congreso, pero hay un golpe de Estado que se ha producido en Cataluña y hay que llamar a los que lo cometen, golpistas», señaló Maroto tras la reprimenda.

La expectativa de un adelanto electoral crece ante el desafío de ERC y la presión del PP y Ciudadanos

La posibilidad de que se produzca un adelanto electoral anunciada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha pasado de ser considerada una estrategia de presión a los independentistas a verse como algo verosímil. El independentismo no da tregua a Sánchez. ERC le retó ayer a adelantar los comicios si lo desea. Unidos Podemos empieza a desmarcarse tras ver fracasada la aprobación de los Presupuestos. Y tanto el PP como Ciudadanos redoblan cada día la presión para desestabilizar al Gobierno y provocar un adelanto. Ayer, el líder de los populares, Pablo Casado, aprovechó la reprimenda de Bruselas al Ejecutivo español por presentar un plan presupuestario que incumple la senda de déficit para exigir a Sánchez que disuelva las Cortes. «Haga caso al señor Ábalos y convoque elecciones cuanto antes y vaya camino de la oposición como Susana Díaz antes de arruinar España y Andalucía», le espetó.

Pero es precisamente en las elecciones andaluzas en donde el presidente del Gobierno tiene esperanzas de que un triunfo claro del PSOE refuerce su posición, rebaje la urgencia de la oposición por acudir a las urnas y le permita llegar por lo menos hasta el otoño del 2019. El líder del PP había preguntado al presidente cómo explica «la ruina que deja usted en Andalucía el 2 de diciembre». «La respuesta a su pregunta se la van a dar los andaluces y andaluzas el próximo dos de diciembre. Y ya le adelanto que la respuesta que va a recibir no le va a gustar», contestó Sánchez, que pidió a los populares que «dejen de hacer el ridículo, propongan algo y dejen de insultar, despreciar y denigrar a Andalucía».