El primer bebé nacido en un útero de una donante muerta, un hito con más riesgos que beneficios

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

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España desaconseja este tipo de trasplante porque la operación plantea cuestiones éticas aún no resueltas

06 dic 2018 . Actualizado a las 09:21 h.

¿Qué pesa más en la balanza, el deseo de una mujer de ser madre a toda costa (incluso asumiendo un riesgo para ella y su hijo) o el principio médico de no hacer un daño innecesario a un paciente cuando no está en peligro su vida? El debate se ha abierto a raíz del nacimiento en Brasil del primer bebé del mundo en el que la madre recibió para poder fecundarlo, mediante reproducción in vitro, un útero trasplantado de una donante fallecida a causa de un derrame cerebral. Se trata de una gesta médica -publicada en la revista The Lancet- en la que se demuestra que esta intervención, aún experimental, es posible. Pero, ¿compensa el riesgo que se ha asumido? Es el primer caso de una donante fallecida, pero otros diez han fracasado. Y la estadística no es mejor si el útero procede de una mujer viva, ya que de 11 operaciones exitosas de este tipo han fracasado otras 28.

«Se trata de un importante avance desde el punto de vista técnico, pero abre muchos cuestionamientos de tipo ético», advierte Beatriz Domínguez Gil, directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). De hecho, el Comité de Bioética del organismo analizó un caso de donante viva de útero ocurrido hace dos años y concluyó que no era una opción recomendable. Y más cuando existen alternativas, como la adopción, para tener un hijo. «El daño que podríamos causar sería muy superior al beneficio», explica Domínguez, que avanza que la ONT aún no recibió ninguna propuesta oficial para realizar este tipo de operaciones, aunque «sí se ha expresado interés». «Estamos hablando -añade- de un trasplante que no pretende salvar ni mejorar la calidad de vida de un paciente, sino que persigue el deseo de una mujer de ser madre, un deseo que respetamos, pero que se puede hacer realidad con otras opciones alternativas que no conllevan estos riesgos».

Sin garantías de éxito

¿Cuáles son sus riesgos? Primero, la propia operación de implante del útero, que es complicada. Luego, el hecho de que la madre, a la que se somete a un proceso de estimulación ovárica previa a la fecundación in vitro, también tiene que recibir un fuerte tratamiento con inmunodepresores para que no rechace el órgano; y, finalmente, porque tendrá que ser objeto de otra compleja operación de más de diez horas para retirarle la matriz una vez haya tenido el hijo. A ello hay que añadir que no hay garantías de éxito, ya que la tasa de embarazos es muy baja. «Además de implantársele el embrión -expone la directora de la ONT-, ese feto se va a ver expuesto en su desarrollo a los efectos secundarios de los fármacos que recibe la madre, que no sabemos qué impacto tendrán en su desarrollo».

En España, la técnica, de carácter experimental, no está prohibida expresamente, pero para aprobar su aplicación tendría que pasar por los comités éticos del hospital donde se vaya a practicar, del de la comunidad autónoma correspondiente y del de la Organización Nacional de Trasplantes. «Si recibimos una solicitud parece evidente que con los condicionantes éticos expuestos no se autorizaría, pero tampoco lo puedo asegurar», explica Domínguez.

Marisa López Teijón, directora del Instituto de Fertilidad Marqués, también cree que, de momento, los riesgos superan a los beneficios. «Hay muy pocas indicaciones en las que podría tener éxito, presenta muchos inconvenientes y existen otras alternativas para tener hijos», explica. Así pues, el trasplante de útero es ahora más un hito médico que una realidad clínica.