El Gobierno belga, al borde del colapso tras la dimisión de su primer ministro

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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Flynn llega al tribunal pasando ante una pancarta que dice «¿La marioneta de Putin?» JIM LO SCALZO

Charles Michel se va diez días después de la salida de los ultraderechistas flamencos

19 dic 2018 . Actualizado a las 08:05 h.

El Gobierno belga se encuentra al borde del colapso. La frágil coalición de liberales flamencos (Open VLD), democristianos flamencos (CD&V) y liberales francófonos (MR) sobre la que se apoyaba el Ejecutivo de Charles Michel se hizo trizas ayer tras el anuncio de dimisión del liberal. «He tomado la decisión de ofrecer mi renuncia y mi intención de reunirme de forma inmediata con el rey», sostuvo ayer, fatigado por los extenuantes debates parlamentarios de la jornada.

Michel ha dicho basta. Y lo hace tras constatar la falta de apoyo de socialistas y ecologistas a sus planes y programas para gobernar en minoría hasta las elecciones generales de mayo del 2019. Un escenario al que se vio abocado después de que los nacionalistas flamencos de la N-VA se apeasen del Gobierno y la oposición sugiriese la activación de una moción de censura.

Los cálculos electorales han vuelto a pesar más que la responsabilidad y la estabilidad nacional. Hace solo diez días que los ultraderechistas de la N-VA tuvieron que abandonar el barco por esas mismas jugadas políticas. En una maniobra perfectamente calculada, la formación abanderada por el alcalde de Amberes, Bart de Wever, se plantó en noviembre contra la firma del Pacto Mundial sobre Migraciones de Marrakech y amenazó con bloquear y hacer caer al Gobierno si Michel lo ratificaba. El partido sometió al líder belga a un chantaje continuado para tumbar el acuerdo y mostrar músculo, sin éxito. El liberal siguió adelante y los invitó a irse. El Parlamento cerró filas entonces con Michel, quien todavía creía que era posible gobernar con el beneplácito de socialistas y verdes.

Pero las cosas se torcieron ayer. «Sabemos que no hay confianza de la Cámara. Pero queremos crear esa confianza porque hay una voluntad política de crear respeto», trató de convencer Michel, pero los socialistas anunciaron la activación de una moción de censura, apoyada por los ecologistas, en el plazo de 48 horas, al no estar conformes con los planes de mejora del poder adquisitivo, seguridad y clima propuestos por Michel.

En manos del rey

La descomposición gubernamental que asoma en el horizonte inmediato de Bélgica solo podría frenarse si el rey rechaza la petición de dimisión o si los partidos en el Gobierno logran confluir los apoyos de los rivales en la figura de un nuevo primer ministro para gobernar en minoría hasta el próximo mayo. Pero nadie esconde el temor a que la situación derive en la convocatoria anticipada de elecciones para principios del 2019. La última vía posible para salir del escenario de caos que ha precipitado la marcha de los ultras flamencos es que surja un acuerdo para sumar un nuevo partido, de forma temporal, a la coalición.

La única certeza es que todo el ambiente anárquico en el que ha degenerado esta última crisis belga podría pasar factura a los partidos tradicionales. La imagen de inestabilidad y torpeza que están ofreciendo las formaciones de la coalición y los rivales que aspiran a recuperar a su electorado perdido puede correr a favor de quienes, como la N-VA, están empeñados en convertir la campaña electoral en una batalla de populismo y vísceras.