El mito del independentismo que fue condenado dos veces por rebelión

ACTUALIDAD

A Lluis Companys sus detractores lo acusan de golpista por romper la legalidad republicana y de ser uno de los responsables de la represión que se desató en Cataluña durante la Guerra Civil

22 dic 2018 . Actualizado a las 09:03 h.

El independentismo lo considera un héroe, ya que declaró el Estado catalán el 6 de octubre de 1934, y un mártir, pues fue fusilado por el franquismo el 15 de octubre de 1940. Sus detractores lo acusan de golpista por romper la legalidad republicana y de ser uno de los responsables de la represión que se desató en Cataluña durante la Guerra Civil. Fundador de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y presidente de la Generalitat desde 1934 hasta 1939, Lluís Companys, nacido en 1882, el segundo de diez hermanos de una familia acomodada de propietarios rurales, destacó por su activismo republicano desde sus tiempos de estudiante de Derecho en la Universidad de Barcelona. Pasó por diferentes partidos hasta recalar en ERC. Tras la muerte de Macià, fue nombrado presidente de la Generalitat. Cataluña gozaba desde 1932 de su primer estatuto de autonomía, que la dotaba de gobierno y parlamentos propios. Durante el verano de 1933, Companys ejerció brevemente como ministro de Marina a las órdenes de Manuel Azaña.

Tras la entrada de tres ministros de la CEDA en el Gobierno y la convocatoria de una huelga revolucionaria por parte de los socialistas para el 5 de octubre de 1934, Companys aprovechó la inestabilidad política para proclamar un día después el Estado catalán dentro de la república federal española, matiz que le aconsejó Azaña, y romper relaciones con el Gobierno de Madrid. Lo que, en palabras del historiador Julio Gil Pecharromán, «no era una declaración de independencia total», pero suponía situar a la Generalitat «al margen de la legalidad constitucional». «¡Catalanes! Las fuerzas monárquicas y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la república han logrado su objetivo y han asaltado el poder», proclamó Companys desde el balcón de la Generalitat en su arenga a la multitud, que esperaba ansiosa sus palabras en la plaza de Sant Jaume.

Declaración de guerra

Así lo contó el periodista Gaziel: «Es algo formidable. Mientras escucho me parece como si estuviera soñando. Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra. Y una declaración de guerra -que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente- en el preciso instante en que Cataluña, tras largos siglos de sumisión, había logrado, sin riesgo alguno, gracias a la república y a la autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro [...].

El Gobierno encomendó la tarea de terminar con la rebelión al general Domingo Batet, un catalanista moderado fiel a la república. El día 7 declaró el estado de guerra y tras unos enfrentamientos en los que murieron 46 personas la sofocó totalmente. A Companys le duró poco más de diez horas la república catalana dentro de la república federal, que era algo que no existía y no había negociado con nadie. Companys y todos los miembros de su gabinete fueron detenidos, y los órganos de la administración autonómica suspendidos. En enero de 1935, los grupos progubernamentales aprobaron una ley decretando la suspensión indefinida de la autonomía y la recuperación de las competencias transferidas. En abril se restableció la Generalitat, a la que se le devolvieron todas las competencias con excepción del orden público. Companys y sus consejeros fueron condenados a 30 años de prisión, además de inhabilitación absoluta, el 6 de junio de 1935. Pero con la llegada al poder del Frente Popular tras ganar las elecciones de febrero de 1936 fue amnistiado.

En febrero de 1939 se exilió en Francia. El 12 de agosto de 1940 fue detenido por la Gestapo cumpliendo órdenes del Gobierno de Franco. Trasladado a España, se le juzgó en un consejo de guerra sumarísimo y sin garantías el 14 de octubre por «adhesión a la rebelión militar», y fue fusilado al alba del día siguiente en el castillo de Montjuich. La veneración del secesionismo por su figura es tal que un grupo de católicos catalanes pidió al papa Benedicto XVI en el 2010 que lo elevara a «siervo de Dios», paso previo a la beatificación.