Indígenas y LGTB, primeras víctimas del nuevo Gobierno de Bolsonaro

Miguel Piñeiro Rodríguez
MIGUEL PIÑEIRO BRASILIA / CORRESPONSAL

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El presidente cumple sus compromisos con algunos de sus aliados más radicales

03 ene 2019 . Actualizado a las 07:58 h.

El 1 de enero fue un día emocionante pero largo para Jair Bolsonaro, que empezó temprano en Río y acabó avanzada la noche con una cena de gala para las (escasas) autoridades extranjeras que acudieron a su gran día en Brasilia. Todo un reto para un hombre que aún arrastra secuelas del atentado contra su vida durante la campaña y porta una bolsa de colostomía. Pero no fue óbice para que en su primer día efectivo como presidente aprobase medidas simbólicas de por dónde van a ir los tiros de su legislatura, que afectan a indígenas, colectivos LGTB y las políticas de diversidad en la escuela.

Tras firmar como 38.º mandatario de Brasil, Bolsonaro procedió a nombrar a sus 22 ministros y la estructura de cada cartera.

Los cimientos de lo que el ultraderechista considera «liberación del socialismo» en Brasil y «soltar las amarras ideológicas» en el país no se han hecho esperar. La primera piedra viene del polémico nuevo ministerio de Agricultura, que había levantado críticas por agrupar también Medio Ambiente y que ahora «identificará y delimitará tierras tradicionalmente ocupadas por indígenas».

La cercanía de Bolsonaro con los diputados ruralistas (con fuertes intereses en negocios agrícolas de explotación de vastas extensiones) convierte esta medida en sospechosa. Las declaraciones del pasado («un 15 % del territorio brasileño es reserva indígena, es manipulado por oenegés extranjeras y solo vive en él un millón de personas») tampoco llaman al optimismo.

Bolsonaro quiere integrar en comunidades remotas a indígenas y quilombolas, los descendientes de esclavos a los que visitó hace años y de los que dijo que «pesan siete arrobas y no valen ni para procrear».

No hubo mención alguna del nuevo presidente a este asunto en sus dos discursos del martes. Sí las hubo, y muchas, a la educación y a la particular visión que tiene Bolsonaro de no considerar ideología su ideario y sí lo que hizo el PT en sus mandatos.

Un filósofo colombiano

La cartera de Educación, en manos del filósofo colombiano Ricardo Vélez, prescindirá de la Secadi (Secretaría de Educación Continuada, Diversidad e Inclusión) para reformularla en otro organismo que prescinda de las últimas siglas. La intención es eliminar materias y programas que hablen de la inclusión étnico-racial, borrar la palabra diversidad y referirse a los derechos humanos en esos términos.

A cambio, Vélez planea una secretaría de alfabetización en la que pondrá al frente a un modesto profesor de primaria de Londrina sugerido por el polémico filósofo Olavo de Carvalho, gurú ideológico de Bolsonaro.

Los derechos humanos son otro foco de polémica en la estructura de los ministerios. Una de las nuevas carteras, la del Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos (en manos de la pastora evangélica Damares Alves), ha eliminado de sus secretarías la que se ocupaba de los colectivos LGTB. Habrá seis: Mujeres, Niños y Adolescentes, Juventud, Promoción de Igualdad Racial, Personas con discapacidad y Ancianos. La defensa de los derechos humanos de los colectivos gais, criticados por Bolsonaro y sus adláteres (que consideran la homosexualidad algo parecido a una moda y una causa de la educación en las escuelas), quedarán incluidos en otra carpeta aún no especificada. Y el nuevo presidente ya dijo en campaña que los activistas pro derechos humanos en distintas causas no contarán con amparo del Estado brasileño. Mientras se esperan las reformas de mayor calado, especialmente las económicas, las primeras píldoras de la nueva ideología de Bolsonaro empiezan a filtrarse.

El general locuaz que no quiere ser un adorno

cuando el general Hamilton Mourão (Porto Alegre, 1953) prometió su cargo como vicepresidente, la emoción le pudo y se olvidó de que tenía un micrófono delante. Su entusiasmo en forma de volumen excesivo se convirtió en viral mientras juraba defender la independencia de Brasil. Y no porque muchos vieron irónica esta afirmación ante la fascinación absoluta que el veterano militar y muchos de sus colegas en el gabinete Bolsonaro sienten por Estados Unidos. Quizás Mourão estaba compensando con su vehemente promesa la decepción de ver que su vicepresidencia amenaza con ser una pieza decorativa, porque el decreto que reorganiza el Gobierno no le atribuye ninguna función específica.

Mourão puede estar pagando así el precio de su locuacidad durante la campaña. También de años antes, cuando pedía dar un golpe militar ante la incertidumbre judicial en torno a Dilma Rousseff. Pero en los últimos meses, este veterano de misiones en Angola, Venezuela y Haití bajo el mando de la ONU ha ocupado titulares polémicos por sus menciones a la familia tradicional («familias sin la figura de padre y abuelo, solo con madre y abuela, son fábricas de elementos desequilibrados, que tienden a ingresar en bandas de narcotráfico»), la raza («mi nieto es muy guapo, porque es un poco de blanqueamiento de la raza»); y su defensa del general Ustra, considerado líder de los torturadores de su anhelada dictadura.

Estas declaraciones y otras (especialmente durante la convalecencia de Bolsonaro tras su apuñalamiento) generaron no pocas tensiones con el ahora presidente, que a través de sus hijos le mandaron mensajes de cautela. Mourão siguió dando entrevistas como articulador del nuevo ejecutivo. Pero, por ahora, no tiene atribuciones políticas y parece perder peso en los oídos que Jair Bolsonaro da a los militares en favor de los generales Heleno y Santos Cruz.

Venezuela acusa a EE.UU. de nuevas injerencias en la zona tras su apoyo al ultraderechista

El secretario de Estado de EE.UU. Pompeo viajó a Brasil para asistir a la toma de posesión de Jair Bolsonaro y aprovechó para reunirse con el nuevo presidente y su ministro de Exteriores, Ernesto Araujo. «Hemos hablado de nuestro profundo deseo de devolver la democracia al pueblo venezolano y de luchar contra los regímenes autoritarios», dijo el jefe de la diplomacia estadounidense para indignación de los aludidos, especialmente de Venezuela, que denunció la nueva injerencia de EE.UU. en la zona.

«Hemos hablado sobre Venezuela, Nicaragua y Cuba, lugares donde la gente no puede expresar su opinión. Esas son el tipo de cosas en las que queremos trabajar juntos. Tenemos la oportunidad de trabajar juntos contra los regímenes autoritarios», apostilló Pompeo.

El Departamento de Estado ya avanzó que Pompeo viajaba a Brasil con el propósito de unir fuerzas «para apoyar a los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que están luchando contra regímenes represivos» y para neutralizar el «comercio depredador» de China.

Adiós al pacto migratorio

Bolsonaro ha hecho suya gran parte de la agenda de Gobierno de Trump. Vetó en su toma de posesión a Nicolás Maduro, al nicaragüense Daniel Ortega y al cubano Miguel Díaz-Canel, a quienes considera «dictadores». También se ha mostrado escéptico con alianzas comerciales como Mercosur y ha cuestionado el cambio climático. El nuevo presidente brasileño también «comunicó» a Pompeo su intención de «revocar la adhesión de Brasil al Pacto Global sobre Migraciones», una decisión que el líder de la ultraderecha brasileña ya había anticipado, pero a la que hasta ayer no se había referido con tanta contundencia. El Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular fue ratificado el mes pasado en la Asamblea General de la ONU por 152 países, entre los que se incluyó Brasil, aún gobernado entonces por Michel Temer.

Al preguntarle la prensa extranjera sobre la situación de los derechos humanos en Brasil, el ministro Araujo indicó que no hay ninguna razón para «temer» por ellos. «Eso es un resquicio de la campaña electoral que por alguna razón ha sobrevivido. El compromiso del nuevo Gobierno con la defensa de los derechos humanos es absoluto», remachó el que será una de las voces autorizadas de Bolsonaro.