El día en que los niños portugueses fuman

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En el pueblo de Val do Salgueiro existe una tradición en la que los padres regalan cigarrillos a sus hijos durante la celebración de los Reyes Magos

09 ene 2019 . Actualizado a las 18:11 h.

Lo normal es que los niños esperen con ilusión a los Reyes Magos. Es una noche en la que reina la inocencia, por eso choca tanto la tradición portuguesa de Vale do Salgueiro. Allí los menores se reúnen en la plaza del pueblo para fumar cigarrillos de verdad, no de chocolate, con el consentimiento e incluso el ánimo de sus padres. La tradición se conoce como la fiesta de la Epifanía, y la gente sale dos días  a la calle para, supuestamente, escuchar las revelaciones de profetas y chamanes. 

Nadie sabe de dónde viene exactamente esta costumbre, que data de más de cien años de antigüedad. Algunos aseguran que en su origen se hacía para celebrar de alguna manera, la emancipación de los niños y que antes, con 14 o 15 años, se reunían en la plaza para fumar su primer pitillo. Los que ahora son padres lo ven normal porque ellos también lo hicieron en su día, aunque los forasteros cada año se muestran indignados. «No veo ningún daño en ello porque no fuman de verdad, inhalan y exhalan inmediatamente -asegura uno de los padres-. Y es solo estos días, hoy y mañana. Nunca vuelven a pedir cigarrillos». La costumbre también incluye una ceremonia para convertir en rey a un vecino, que recoge la corona del rey del año anterior y se dedica a organizar la fiesta con los medios que le proporcionan los vecinos para que, a poder ser, supere la del año anterior. Es ese rey el que se dedica a recorrer las casas, repartiendo altramuces y vino. Los niños, además de regalos, reciben de los mayores paquetes de cigarrillos.

No es discutible, la edad oficial para fumar legalmente en Portugal son los 18 años, pero Jose Ribeirinha, un escritor autor de un libro que analiza las tradiciones de esta zona, considera que la causa de que hayan logrado mantener esta tradición a lo largo del tiempo es el aislamiento del pueblo, en el que viven unas 400 personas y que está ubicado a 450 kilómetros de Lisboa. El experto asegura que esta zona, Tras os Montes, ha sido durante mucho tiempo una de las más olvidadas del país.