El avance de los ultras y la caída de los partidos tradicionales amenazan el futuro de la UE

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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La formación capitaneada por Marine Le Pen se haría con el 22 % de los votos, pasando de los 15 a los 21 escaños, y sería por peso el cuarto partido con más presencia en el Parlamento Europeo.
La formación capitaneada por Marine Le Pen se haría con el 22 % de los votos, pasando de los 15 a los 21 escaños, y sería por peso el cuarto partido con más presencia en el Parlamento Europeo. STEPHANE MAHE | REUTERS

Un estudio electoral advierte del fuerte ascenso eurófobo

19 feb 2019 . Actualizado a las 08:00 h.

Los días de la gran coalición se apagan en la Eurocámara. Los partidos tradicionales, piedras angulares del bipartidismo (conservadores y socialdemócratas), están condenados a buscar nuevos socios con los que tejer alianzas durante los próximos cinco años. Eso es lo que deja entrever el primer estudio publicado este lunes por el Parlamento Europeo sobre la intención de voto de los europeos de cara a los comicios del 26 de mayo. Las cifras son claras: la vieja guardia política podría tener los días contados si no extiende la mano a otras familias políticas. La misión: frenar el imponente e irrefrenable avance de los partidos ultras en la UE.

Los sondeos indican que los conservadores y los socialdemócratas no sumarían juntos una mayoría estable. Los primeros perderían apoyos en el hemiciclo, donde solo conservarían 183 asientos (34 menos) de los 705 de los que tendrá la Cámara en la próxima legislatura. Tampoco mejoran las estimaciones para los progresistas, quienes se tendrían que conformar con los 135 escaños de los 186 actuales. El castigo del electorado a las fuerzas tradicionales contrasta con las moderadas perspectivas de crecimiento de los liberales de ALDE, quienes pellizcarían siete escaños más (hasta los 75) a costa de sus socios. La familia liderada por Guy Verhofstadt en la Eurocámara tendría en su mano la llave para volcar hacia una dirección u otra cualquier votación parlamentaria y para poder extender un cordón sanitario a los partidos eurófobos y extremistas. Y eso a la espera de saber si también incorpora a su familia a la coalición liberal francesa de Emmanuel Macron, segunda fuerza en el país galo con 20 escaños. Las protestas de los chalecos amarillos han desgastado al presidente de Francia, cuya popularidad ha caído en picado propulsando a la ultraderechista Reagrupación Nacional (antiguo Frente Nacional) a la cabeza de los sondeos. La formación capitaneada por Marine Le Pen se haría con el 22 % de los votos, pasando de los 15 a los 21 escaños, y sería por peso el cuarto partido con más presencia en el Parlamento Europeo.

La situación es más sangrante, si cabe, en Italia. El ocaso de la política tradicional (progresistas y conservadores solo concentran el 26 % del voto) viene de la mano del avance impetuoso de otras fuerzas ultras. La xenófoba Liga Norte sería la formación con más respaldo en el país alpino con el 32,4 % de los apoyos. Eso se traduce en 21 escaños más, hasta los 27. El partido de Matteo Salvini podría ser, por detrás de la CDU de la canciller alemana, Angela Merkel, la delegación parlamentaria más poderosa. Sus ataques contra la población inmigrante y su pulso a las instituciones de la UE le siguen granjeando votos. También la actitud desafiante del Movimiento Cinco Estrellas le está beneficiando en las encuestas. Los antisistema italianos serían segunda fuerza en el país (22 escaños) y la tercera en la Eurocámara. Los resultados encajan con el creciente desencanto de su población hacia la UE.

En Alemania también empiezan a pasar factura los años de crisis migratoria. Los derechistas del AfD serán cuarta fuerza. Hoy solo tienen un asiento en el hemiciclo, pero aumentarían su presencia hasta los 12 escaños, impulsados por el debilitamiento de la CDU de Merkel, que baja de los 34 a los 29 escaños. Muchos más se dejan los socialdemócratas (de los 27 a los 15) sin posibilidad de frenar la hemorragia.

En medio de la encarnizada contienda que libran los partidos tradicionales y los ultras, la extrema izquierda navega a la deriva. ¿Dónde sale peor parada? En España e Italia.