Cuando objetos de escaso valor pesan igual que los de gama alta

Redacción LA VOZ

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DAVID W CERNY

Un trabajador español de Amazon detenido por estafar 300.000 euros al manipular envíos

20 feb 2019 . Actualizado a las 20:07 h.

Establecimientos comerciales, bancos, empresas, grandes almacenes y ahora gigantescos centros logísticos tienen activados verdaderos protocolos contra los robos. En la mayoría de los casos, agentes, cámaras de vigilancia o robots de seguimiento orientan todos sus esfuerzos a evitar que los amigos de lo ajeno se lleven lo que no es suyo sin pasar por caja. Pero en esta ocasión, el estafador estaba dentro de casa, conocía el reglamento y cómo infringirlo. Mientras no detectaron sus prácticas logró sustraer artículos valorados en más de 300.000 euros. Se trata de un trabajador español de uno de los principales centros logísticos que Amazon tiene en España, el de San Fernando de Henares (Madrid).

Fueron los propios servicios de seguridad de la mayor multinacional de comercio electrónico los que detectaron la manera de proceder del empleado. El trabajador tenía acceso a los inventarios y a los productos y había creado un complejo entramado para cometer los robos, para lo que contaba con una red de colaboradores externos. Esas personas ajenas a la compañía hacían pedidos de escaso valor, pero luego recibían productos de alta gama como relojes o tecnología de precios elevados, según informó la Jefatura Superior de la Policía de Madrid.

El departamento de seguridad comenzó a sospechar de estas prácticas irregulares a finales del año pasado. En la zona de distribución detectaron cinco paquetes cuyos pesos de salida del centro no coincidían con los de entrada. Al abrirlos, descubriendo que en su interior, en vez de encontrarse el objeto adquirido por el cliente había artículos de mayor importe. 

Un entramado bien tejido

El entramado estaba relativamente bien tejido. Porque el trabajador, al tener acceso a la zona de almacenaje, adquiría objetos de los que quedaban pocas unidades, los empaquetaba y pesaba. A sus colaboradores les indicaba el día y hora para hacer el pedido en la web de manera que saliesen del centro de Madrid. Pero, al final, y como suele ocurrir, la avaricia rompió el saco.