Ciudadanos es ya un juguete roto

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

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Ricardo Rubio | Europa Press

12 mar 2019 . Actualizado a las 15:13 h.

A un mes de que arranque la campaña electoral, el marco en el que se desarrollará la contienda está claro. La llamada al voto útil y la apelación al voto del miedo, en realidad un único y mismo argumento, serán los ejes del PSOE y el PP, los dos partidos que encabezan los bloques de izquierda y derecha, mientras que el resto de formaciones tendrán que esforzarse en desbaratar esa tesis. La insistencia en advertir al votante de que apoyando a una determinada fuerza puede acabar favoreciendo por efecto de la ley electoral a otra contraria a su credo político es constante en todas las campañas. Pero con cinco fuerzas en liza con aspiraciones de tener grupos potentes en el Congreso, esa estrategia se multiplica.

Hasta ahora, el PP insistía en que votar a Vox es votar a Pedro Sánchez, dando por hecho que el voto a los de Santiago Abascal será inútil en muchas circunscripciones, lo que favorece que el PSOE pudiera hacerse con el último escaño en juego. Esa tesis, sin embargo, partía de la base de que Vox será el quinto en discordia. Pero, como demostró primero la encuesta de Sondaxe y confirman ahora otros sondeos, Vox se está disparando y podría muy bien ser el tercero, por encima de Ciudadanos, cuya errática estrategia, habitual en todas las campañas, le sitúa en un claro declive y camino de ser superado por Vox. En cuanto ese marco se consolide mentalmente en el votante de derechas, la fuga de votos de Ciudadanos a Vox y al PP será mucho mayor. Algo que se multiplica por la falta de credibilidad de Rivera en su promesa de que no pactará con el PSOE. Pero es que, ni aunque Ciudadanos faltara a su palabra y se aliara con Sánchez, sumarían una mayoría. Todos esos efectos sumados pueden llevar a un derrumbe histórico del partido naranja, convertido en un juguete roto y víctima de sus garrafales errores, incluidos los fichajes no de talento, como dice, sino de restos de desecho del PSOE y el PP, algunos de los cuales, como la castellano leonesa Silvia Clemente, han acabado en un escandaloso fiasco.

Una vez que Rivera se ha atado a la derecha jurando que no pactará con Sánchez, la llamada al voto del miedo del PSOE será la de no apoyar a Podemos y sus confluencias, porque dividir el voto de izquierda facilitaría un Gobierno conservador más condicionado por la extrema derecha que por los naranjas. Votar a Podemos y no al PSOE puede favorecer a Vox, se dirá. Y si esa idea cala -y cala cada vez más- el derrumbe de Podemos será también demoledor.

El previsible colapso de Ciudadanos y de Podemos juega a favor de Sánchez. Pero falta otro componente del análisis poselectoral que se olvida interesadamente. Ningún sondeo ve posible que PSOE y Podemos alcancen por sí solos la mayoría necesaria para gobernar. Y, por tanto, la única posibilidad de que gobierne la izquierda es pactando con los independentistas. Siguiendo la lógica de sus propios argumentos, y para que nadie se llame a engaño, votar al PSOE o a Podemos es por tanto apostar por un Gobierno de España condicionado por los separatistas.