Los contrataron por una miseria y no les pagaron

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Maria Pedreda

24 mar 2019 . Actualizado a las 11:48 h.

A sus veintitantos años ya sabe lo que es firmar un contrato miserable y que la empresa contratante -intermediaria de una multinacional- desaparezca de la noche a la mañana en una maraña de sociedades sin fin. Rubricó un contrato de ocho horas repartidas en tandas de cuatro durante dos sábados, desde las cinco de la tarde hasta las nueve de la noche. A cambio, un pago total de 72 euros (a 9 euros la hora), según lo pactado.

El primer contacto laboral fue con el coordinador del trabajo, que lo citó junto a otros siete jóvenes que, como él, acudieron al encuentro provistos de sus bicicletas. Les entregaron unos folletos publicitarios para repartir, la mochila y las camisetas que se pondrían para ir haciendo publicidad de la multinacional en cuestión. «Comenzábamos dando una ruta todos juntos en la bici para que la gente nos viera... Posteriormente, cuando el coordinador nos lo pedía, nos separábamos, bajábamos de las bicis en puntos tumultuosos y empezábamos a repartir los flyers (para esto nos pedían que estuviéramos geolocalizados en tiempo real mediante la app de WhatsApp)».

A través de los folletos publicitarios, los consumidores interesados accedían a un descuento de cinco euros para el primer pedido que se hiciese a un restaurante. Bastaba con bajarse la app de la multinacional e introducir el código que aparecía en el folleto. También formaba parte del trabajo explicar a la gente cómo se descargaba la app y cómo funcionaba la misma. Nada difícil para los chavales. Semanas después de finalizar la experiencia laboral, y tras comprobar que no habían ingresado los 72 euros prometidos, el protagonista de esta historia comienza con las llamadas a la empresa intermediaria, y también a la multinacional, para saber si tenía constancia de que la compañía a la que habían contratado estaba al corriente de pagos.

De la primera recibió promesas de pago «en los próximos días», pero jornadas después lo que el afectado comprobó es que ya no le cogían el teléfono ni respondían a los correos electrónicos. En ese momento rastreó en Internet y descubrió -tarde- que en toda España había una marea de personas en su misma situación. Este periódico se puso en contacto con Deliveroo -la multinacional-, que confirmó que hizo una campaña entre julio y diciembre con un grupo empresarial al que ella le realizó todos los pagos pactados en contrato. A la compañía le consta el problema del impago a los trabajadores, «que espera la agencia resuelva con sus empleados de forma amistosa». El conglomerado societario se reconoce por Grupo Exclusive, de él cuelgan Recursos de Imagen, Exclusive Recursos ETT y Agency Exclusive Models, que fueron con las que Deliveroo firmó los contratos de la campaña. Tras varios días consecutivos de llamadas de teléfono sin éxito, el viernes contestó Cristina (no quiso dar su apellido), que se presentó como miembro del departamento de contabilidad: «Hay pagos pendientes. Los haremos a partir del 15 de mayo. Estamos llamando a las personas». Zanjó la conversación sin ir más allá. La esperaban.