El Papa contra la retención del barco Open Arms: «¿Para qué se hace, para que se ahoguen?»

Redacción / La Voz

ACTUALIDAD

El papa encontró ayer un buen interlocutor en el rey de Marruecos, Mohamed VI
El papa encontró ayer un buen interlocutor en el rey de Marruecos, Mohamed VI CIRO FUSCO

El pontífice rechaza, en su visita a Marruecos, las expulsiones «colectivas» de migrantes

31 mar 2019 . Actualizado a las 20:23 h.

El papa Francisco ha criticado que el Gobierno español mantenga retenido en el puerto de Barcelona al buque de rescate de migrantes de la oenegé Pro Activa Open Arms, que opera en el Mediterráneo. «Me parece mal. Y el caso de Open Arms me parece una injusticia muy grande. ¿Para qué se hace? ¿Para que se ahoguen? Es simplista, pero si no los puedes rescatar... ¿Y para qué vienen? Viven en una desesperación, unida a una ilusión tan grande, que se lanzan. No miden las consecuencias. Y nosotros no medimos el dolor de esa gente», ha puntualizado el Pontífice.

El papa, además, ha querido puntualizar que se trata de una decisión del Ejecutivo porque le consta que «las autoridades de Barcelona están dispuestas a recibir, acompañar, promover e integrar». Así lo señala en la entrevista que ha mantenido con el presentador de Salvados, Jordi Évole, que se emitirá esta noche en La Sexta, y de la que se ha adelantado algún extracto.

El papa Francisco, que acudió el sábado a un centro de Cáritas que se ocupa de inmigrantes subsaharianos en Rabat, donde relanzó la petición de canales regulares para la inmigración y condenó las expulsiones masivas, celebró este domingo una misa en el estadio príncipe Moulay Abdellah, de Rabat, ante 10.000 fieles católicos. El pontífice pidió que no se caiga en el odio y en la venganza, y dedicó la segunda y última jornada de su visita al país magrebí a la pequeña comunidad católica de cerca de 25.000 personas, formada por inmigrantes y que representa el 0,07 % de la población, según los datos facilitados por el Vaticano.

Ayer, en una sala de un pequeño centro donde le esperaban cerca 60 inmigrantes subsaharianos, varios de ellos niños, y algunos de los cooperantes de Cáritas, Francisco se refirió a la inmigración como «la herida grande y dolorosa que continúa desgarrando los inicios de este siglo XXI». «Una herida que clama al cielo, y por eso no queremos que nuestra palabra sea la indiferencia y el silencio», dijo Francisco después de escuchar la travesía de un inmigrante camerunés y sus intentos fallidos de llegar a España. «Nadie puede ser indiferente a este dolor», agregó el papa, que recordó a las «víctimas de la trata y de las nuevas formas de esclavitud en manos de organizaciones criminales». Denunció que a los inmigrantes no se les garantice sus derechos fundamentales, porque «un migrante no es más humano o menos humano, en función de su ubicación a un lado o a otro de una frontera».

El papa encontró este domingo en el rey de Marruecos, Mohamed VI, un buen interlocutor para seguir propagando su idea de que los líderes religiosos son determinantes a la hora de conseguir que los fieles rechacen el radicalismo violento. 

Francisco y Mohamed VI protagonizaron un gesto de fuerte valor simbólico en Rabat: ambos firmaron un llamamiento en el que piden la preservación de Jerusalén como «símbolo de convivencia», patrimonio de la humanidad y lugar de encuentro y de culto para las tres religiones monoteístas. Invitaron además a conceder libre acceso a los fieles musulmanes, cristianos y judíos que quieran visitar esta ciudad considerada santa por los tres credos.