Los cuatro puntos calientes de un debate embarrado y lleno de insultos

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Pinto & Chinto

Batalla sin cuartel desde el primer minuto en el segundo duelo televisivo entre candidatos

24 abr 2019 . Actualizado a las 08:45 h.

Batalla sin cuartel desde el primer minuto. «Maleducado», «mentiroso», «impertinente» o «mezquino». Fueron tan solo algunos de los insultos que se profirieron los candidatos a la presidencia del Gobierno en el debate de ayer. Los organizadores prometían un formato ágil, menos encorsetado que el del día anterior, con el fin de sacar el máximo jugo. Sin embargo acabó convirtiéndose en una bronca con constantes interrupciones. Estos son los momentos más destacados.

Por SanT Jordi, la Tesis

Rivera busca desestabilizar. Rivera se convirtió en el altavoz de las dudas que planean sobre la autoría de la tesis doctoral de Pedro Sánchez al llevar el tema a una sesión de control al Gobierno, retando e invitando al presidente a que permitiese su consulta al público. El líder de Ciudadanos es consciente de que se trata de un tema que incomoda especialmente a Sánchez, por no haber logrado este último despejar por completo las sospechas de fraude, y en una de sus primeras intervenciones aprovechó que ayer fue el día del libro para entregarle un ejemplar de la tesis con el objetivo de desestabilizarlo para el resto del debate: «Hoy es el día de Sant Jordi, he traído un libro que usted no ha leído. Su tesis doctoral». A Sánchez no le hizo ni pizca de gracia, e intentó contragolpear obsequiando a Rivera con un ejemplar del libro de Santiago Abascal escrito por Sánchez Dragó para vincularlo con la ultraderecha.

El momento más caliente

Enzarzada de Sánchez y Casado. «A mí usted no me levanta ni la cara ni el dedo». En un debate bronco de principio a fin, este fue uno de sus momentos más calientes. Son palabras de Casado advirtiendo a Sánchez tras los gestos del presidente del Gobierno ridiculizando al candidato popular cuando exponía sus propuestas para acabar con la violencia machista. «Me indigna. Usted no tiene ninguna superioridad moral para algo en lo que es incompetente», denunció tras el intento de Sánchez de instrumentalizar el asunto para cargar contra el PP. Pablo Iglesias, en medio de ambos, hasta dio un paso atrás y agitó sus manos pidiendo tranquilidad a sus rivales.

Las cloacas del estado

Iglesias juega su carta favorita. «No, no. De cloacas mejor no hablamos, ¿verdad?», dijo Pablo Iglesias mientras sonreía a cámara ante las dudas de Sánchez y Rivera para arrancar a hablar de la corrupción política. Por primer vez en todo el debate, ni uno quería tomar la iniciativa, algo que el candidato de Podemos aprovechó para jugar su carta favorita y que siempre emplea para recordar que en muchas ocasiones el PSOE y el PP se alían en determinadas votaciones, como para impedir que el comisario Villarejo acudiera a una Comisión de investigación en el Congreso.

La FOTO de OTEGI

El bolsillo mágico de Rivera. Los bolsillos de la americana que vistió Albert Rivera en estos dos debates parecían los del gato cósmico Doraemon. Si en el de TVE sacó una foto enmarcada de la reunión de Sánchez con Torra en Pedralbes, ayer sorprendió con otra instantánea del líder de Bildu, Arnaldo Otegi, cocinando a cuatro manos las pasadas Navidades junto a la secretaria general del PSOE vasco, Idoia Mendia. «Sánchez es el candidato del terrorista Otegi», dijo Rivera mientras colocaba la fotografía sobre su atril. El jefe del Ejecutivo replicó: «Qué vergüenza. Qué falta de escrúpulos», dijo, abochornado. Pero Rivera siguió adelante y recordó que José María Mújica, hijo del socialista Fernando Mújica asesinado por ETA en los noventa, rompió el carné del partido al enterarse de ese encuentro, o que el histórico expresidente de Extremadura, el también socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra, definió la velada entre Otegi y Mendia como «la cena de la vergüenza».

Pero el atrezzo con el que se presentó Rivera al plató de Atresmedia todavía dio para más, e inmediatamente después el candidato de Ciudadanos sacó una foto de su rostro con una bala en la frente con la que le amenazaron de muerte, y también otra de un escrache que los radicales realizaron en el domicilio del juez Pablo Llarena, encargado de instruir la causa por el desafío secesionista en Cataluña.