Raquel Alonso, exmujer de un islamista: «Que intenten convertir a tus hijos en yihadistas es un dolor indescriptible»

Pablo medina / m. l. REDACCIÓN / LA VOZ

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Raquel Alonso, autora del libro  Casada con el enemigo
Raquel Alonso, autora del libro Casada con el enemigo

La autora del libro «Casada con el enemigo» asegura que las víctimas indirectas son agentes activos en la lucha contra el terrorismo islamista

28 abr 2019 . Actualizado a las 17:01 h.

Nabil Benazzou (Casablanca, 1972) se casó con Raquel Alonso (Madrid, 1970) siendo una persona que no practicaba ninguna religión. Tras la muerte de su padre en el 2011, empezó a ir a la mezquita y conoció a unos radicales, feligreses del templo musulmán de la M-30 de Madrid. Bebió del islamismo extremista y forzó a su familia a hacer lo mismo. Fue detenido en la operación Gala el 16 de junio del 2014 junto a sus compañeros de la conocida Brigada Al Ándalus. Raquel quiere dar testimonio como víctima indirecta del yihadismo.

-¿Los amigos fueron los que le llevaron a ser yihadista?

-Totalmente. Cuando lo detuvieron, a ellos también los pillaron. Ellos eran los que formaban la célula Brigada Al Ándalus. Un día, fui a recoger a mis hijos de las clases de árabe, vi a sus nuevos amigos. Al volver a casa, le dije a mi marido que no me gustaban sus amistades y que no se juntara con ellos. Me dijo que no sabía lo que había sufrido uno de ellos, que había estado cuatro años en Guantánamo. Ese señor había luchado en Afganistán y había estado en Al Qaida.

-¿Cómo intentó su exmarido radicalizar a sus hijos?

-Le decía a mi hijo que tenía que ir a hacer la yihad con el, que para ir al cielo tenía que ser musulmán y hacer la yihad, que si no yo iba a ir al infierno. Dejé de trabajar y fingí una conversión al islam para que ese adoctrinamiento lo fijara hacia mi y a mis hijos los dejara en paz.

-Tuvo que ser duro como madre ver cómo intentan convertir a tus hijos en terroristas...

-Fue duro y es un dolor que no se puede describir. Sí que es cierto que, como Nabil trabajaba en una multinacional alemana y viajaba mucho, yo le dije que dejaba de trabajar y empecé a organizarle su agenda para intentar que estuviera siempre fuera. Quería proteger a mis hijos, pero era complicado.

-¿Pasaron sus hijos por alguna desintoxicación de esas ideas?

-No, porque gracias a Dios, yo estaba muy pendiente de ellos. Yo estaba las 24 horas con mis hijos e intenté apartarles del entorno. Si yo tenía que salir a cualquier cosa, los dejaba con mis padres, no con Nabil. Intenté llevarlos a la normalidad. La pequeña tenía cinco años en aquel entonces y prácticamente no se enteraba de nada, pero al mayor le quedaron secuelas cuando fue creciendo y tuvo que aceptar que su padre era un terrorista.

-¿Alguna vez tuviste miedo de que tu hijo se acercara demasiado a su padre y hubiesen terminado en Siria juntos?

-No, a pesar de todo lo que leí en el sumario del caso de mi marido, de todos los vídeos que Nabil le enseñaba a mi hijo, de que le dijese que tenía que hacer la yihad o si no iría al infierno, porque he tenido una relación muy estrecha con mis hijos y sabía cómo pensaban. Las víctimas indirectas somos agentes activos en la lucha antiterrorista. ¿Quién va a conocer mejor cómo se radicaliza, vive y actúa un yihadista que una persona que ha tenido que convivir con el?

-¿Su marido viajó a algún país para recibir adiestramiento militar?

-El viajó a Marruecos con toda la célula para ver a uno de los líderes, pero ya habían salido tres o cuatro para unirse a las filas del Estado Islámico. Los dos siguientes que iban a hacerlo eran mi marido y otro señor. Su objetivo era ir a luchar en Siria. Empezaron a entrenarse en las montañas de Ávila, en una finca de mis padres. Lo hacían allí porque el clima es muy parecido al de Siria.

-¿Considera un peligro para España la vuelta al país de los 200 combatientes del Estado Islámico?

-Creo que no deberían de volver, porque dentro de poco, nos vamos a enfrentar a otro peligro, y es que todos los yihadistas que han sido condenados por terrorismo y que están ahora en prisión saldrán a la calle. Es un riesgo a asumir muy grande, por eso creo que tendrían que decidir los expertos.

-¿Cómo se puede distinguir a una esposa radicalizada de una víctima indirecta?

-Es muy fácil. Una víctima indirecta, cuando ve un signo de radicalización, se aparta desde el primer momento. Yo la vi y me aparté. Estuve fuera de casa todo lo que podía y no estuve con Nabil para nada. En cambio, las otras esposas de los miembros de la operación Gala, han ido a ver a sus maridos a la cárcel y han llevado a sus hijos para que los vea su padre. Es muy distinto ese entorno contaminado del que no lo es.

-¿Qué medidas de prevención se pueden tomar para evitar la radicalización?

-Creo que se deben tomar tres: el acercamiento, la educación y la formación. Si alguna persona se aísla, no quiere hablar con las mujeres o no las quiere tocar, se puede comunicar a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y que hagan un seguimiento. También hay que prevenir en las redes sociales. Hay que alertar del peligro a los jóvenes. La mayoría de los radicalizados tienen una escasa formación islámica, por eso es muy fácil presentarles la parte más extremista. Y nosotros también tendríamos que proteger la democracia y nuestra cultura.

-¿Te has relacionado con mujeres que estuvieran en tu misma situación?

-Sí, sobre todo después de escribir el libro. Pero vuelvo a insistir, no solo son mujeres, también hombres. Sintieron la misma indefensión. Te puede tocar con un hermano o con un hijo. No son solo las mujeres las propensas a sufrir una captación.