De ruta por el Manhattan del #MeToo

María F. Blanco NUEVA YORK

ACTUALIDAD

M. F. Blanco

Una visita guiada recorre escenarios vinculados a acosadores famosos de Nueva York

13 may 2019 . Actualizado a las 08:01 h.

Esquina de la Quinta Avenida con la Calle 58. A 300 metros de la entrada sureste de Central Park. Son las cuatro de la tarde de un desapacible domingo de primavera en Manhattan. Un grupo de diez personas se arremolinan en torno a una figura esbelta y enérgica de 75 años, incapaz de provocar indiferencia. Media melena rojo chillón a juego con botas de agua hasta la rodilla y chaqueta estilo militar. La cabeza coronada con un micrófono inalámbrico de diadema que no acaba de funcionar. En las manos blande una tableta protegida por una enorme e infantil funda de plástico color azul pitufo. «Este tour es para valientes. Si consideráis que los hombres que iré mencionando son tratados de forma injusta, podéis iros por donde habéis venido». Es la advertencia inicial que lanza en tono jocoso a los asistentes E. Jean Carroll, escritora y periodista célebre por sus columnas de consejos en la revista de moda Elle y ahora también guía ocasional.

Carroll anticipa que la suya es una selección de «los muchos neoyorquinos poderosos y acosadores que habitan esta ciudad». Uno de sus moradores más ilustres abre gira, Woody Allen, «odiado y querido a partes iguales, por lo que dejaré a vuestro criterio juzgar si merece o no formar parte de él». Lo dice señalando el histórico Hotel Plaza, escenario de la rueda de prensa que ofreció el cineasta en 1992 para desmentir las acusaciones de abuso sexual de su hija adoptiva Dylan Farrow. Allen las calificó como una represalia de la madre, Mia Farrow, por haber proclamado días antes y en el mismo lugar su amor por Soon-Yi, hija adoptiva de la actriz.

En una de las estancias de ese hotel, la Oak Room, no se aceptó la presencia de mujeres hasta 1969. «¿Os lo podéis creer? Era 1969 y las neoyorquinas todavía no podían asistir a encuentros de negocios en esa sala», exclama Carroll mientras encamina a su público hasta la puerta de la joyería Tiffany. La célebre marca tuvo que indemnizar en los 90 a una jefa de departamento con 365.000 dólares por años de acoso sexual y humillaciones de sus superiores. «Le decían que tenía una actitud demasiado agresiva en las reuniones. ¿También os pasa?», pregunta. Una joven toma la palabra y puntualiza que «es extraño, porque al mismo tiempo esperan que me comporte como un hombre».

Carroll hace una pausa antes de alertar de que la ruta se dirige hasta la Torre Trump por lo que «si alguien no tiene el estómago preparado, puede saltarse esta parada».

Conduciendo a su audiencia hacia el interior de la fortificación neoyorquina del presidente de los Estados Unidos, atraviesa la puerta giratoria bajo la atenta mirada de los agentes armados que custodian el rascacielos. Una vez en el vestíbulo, levanta su tableta mientras nombra a algunas de las 23 mujeres que han acusado al mandatario de conducta sexual inapropiada. En ella muestra una imagen de la actriz porno Stormy Daniels, que recibió dinero a cambio de callar su affaire con el republicano, ante la expresión estupefacta de un guarda.

El itinerario avanza hacia las sedes de las principales cadenas de televisión estadounidenses. Primero NBC, que «censuró una historia sobre el largo historial de abusos sexuales del magnate del cine Harvey Weinstein», el detonante del movimiento #MeToo. «¿Crees que estamos yendo demasiado lejos?», pregunta una de las asistentes. «¡Por supuesto que no! Hay que seguir», sentencia.

A continuación, Fox y su intento de encubrir con 45 millones de dólares los escándalos sexuales de su presentador Bill O’Reilly. Y CBS, con su estrella Charlie Rose exhibiéndose con un albornoz abierto ante sus subordinadas. El listado es amplio.

La ruta de los hombres horribles de Carroll es ante todo un homenaje a las víctimas que decidieron romper su silencio y a quienes lucharon en los últimos años para sacar a la luz, la mayoría mujeres periodistas, las historias que provocaron la caída de «los que se creían todopoderosos».