El dueño de Nivea se hace con las históricas cremas Coppertone

Sara Cabrero
S. Cabrero REDACCIÓN / LA VOZ

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FABIAN BIMMER | Reuters

La empresa Beiersdorf compra a Bayer por 550 millones de dólares la firma de protectores solares americanos

18 may 2019 . Actualizado a las 08:20 h.

La empresa teutona Beiersdorf, propietaria de marcas tan conocidas como Nivea o Eucerín, ha estirado la cartera. Lo ha hecho con el objetivo de prepararse a fondo para su particular operación bikini. Esta compañía especializada en cuidados de la piel se ha hecho con el histórico protector solar de la marca Coppertone por 550 millones de dólares (489 millones de euros).

Y todo queda en casa. Porque Coppertone -fundada en el año 1944 y pionera en la fabricación de cremas para el sol- estaba hasta ahora en manos de la también teutona Bayer. «Con la compra de Coppertone, Beiersdorf está entrando en el mayor mercado de protección solar del mundo y fortaleciendo su presencia en Norteamérica», aseguraba el nuevo dueño en un comunicado. No falta a la verdad. Estados Unidos es actualmente el principal mercado en el que opera la firma, pero no es el único. Canadienses y chinos también confían en el protector de la niña y el perro para sus tardes estivales. De hecho, Stefan de Loecher, director ejecutivo de Nivea, presumía tras hacerse pública la operación que «los pioneros de la protección solar en Europa y en EE.UU. unirán sus fuerzas bajo un solo paraguas para proveer protección solar de confianza a consumidores de todo el mundo».

Los números se han convertido en uno de los avales más importantes para que Beiersdorf diera el paso. En el 2018, los protectores solares americanos reportaron a Bayer unos ingresos de 213 millones de dólares. La compra de Coppertone permitirá al dueño de Nivea hacerse no solo con los derechos globales de la marca, sino que además engrosará su plantilla con 450 nuevos empleados y su cartera de propiedades con una fábrica en Cleveland.

Invento de guerra

Coppertone puede presumir de haber sido el primero. Al calor de la Segunda Guerra Mundial surgió el primer bronceador. Decenas de mentes se pusieron a buscar una solución para proteger a los soldados patrios. El aceite de parafina rojo se convirtió en el mejor amigo de las tropas. Años más tarde, Benjamín Green quiso mejorar la fórmula y convertirla en un filón comercial. Creó una loción cremosa, blanca y aromatizada con jazmín que, además, ofrecía las mejores propiedades protectoras. Todo un éxito que ha sobrevivido durante décadas.