La historia de las 2.000 pesetas que el padre Ángel devolvió a Franco

Europa Press MADRID

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Lola Bou - Europa Press

El fundador de Mensajeros de la Paz cuenta en su nuevo libro cómo le devolvió el dinero al dictador porque le parecía poco y el gobernador civil le dijo que si lo hacía les fusilarían a los dos

02 jun 2019 . Actualizado a las 17:19 h.

El sacerdote y fundador de Mensajeros de la Paz, Ángel García, más conocido como Padre Ángel, cuenta en su libro Un mundo mejor es posible (Alienta) que en una ocasión recibió un billete de 2.000 pesetas del dictador Francisco Franco para su ONG, quiso devolverlo por parecerle «muy poco» y al no poder hacerlo, lo enmarcó para no gastarlo nunca.

Esto ocurrió cuando el sacerdote vivía en Asturias, su tierra natal, donde había fundado con su amigo y también cura Ángel Silva la Asociación Cruz de los Ángeles. La idea era proporcionar a los niños de la calle un sitio que fuese lo más parecido a un hogar. En poco tiempo las casas se les llenaron de jóvenes y tuvieron que ir a Madrid a buscar apoyos.

Fue en este contexto en el que Franco les concedió una audiencia. Corría el año 1972 cuando el grupo de jóvenes de la asociación, incluido el Padre Ángel, se trasladó hasta Madrid en un seiscientos. «Una vez reunidos le dije a qué nos dedicábamos y le pedí dinero. Nos dijo que nos ayudaría y salí de allí más contento que unas castañuelas. Pero para mi sorpresa, días después me hacen llegar un sobre con la aportación del Caudillo... ¡y solo había 2.000 pesetas! ¿Qué pensaba que íbamos a hacer con eso? Me pareció muy poco y se las devolví», recuerda en el libro.

Si bien, relata que el gobernador civil de Asturias, Mateu de Ros, le dijo que no podía hacer «tal agravio» a Franco porque se meterían en problemas. «‘Nos fusilarían a ti y a mí’, me dijo de forma figurativa», cuenta el Padre Ángel. Por ello, lo aceptó de nuevo. Eso sí, asegura que nunca lo gastó. «Nunca lo gasté. Enmarqué el billete y ahí sigue todavía. En ese momento recordé de forma clara nuestro lema: ‘Solo ante Dios y ante un niño nos ponemos de rodillas’», subraya.

TRASLADO «CON RESPETO»

Precisamente, ante la próxima exhumación de los restos de Franco el 10 de junio, el Padre Ángel afirma en una entrevista con Europa Press que «hay que respetar a los muertos» aunque considera que «incluso sería una paz y una tranquilidad para la familia» Franco que lo enterraran en el Pardo, donde quiere el Gobierno.

«Creo que se debe estar en un sitio con toda la dignidad, pero quizá cuando hay tantas personas que desean que esté en otro lugar... y que incluso sería una paz, una tranquilidad para su familia, que podría estar tranquilamente en el Pardo junto a su señora», opina. En cualquier caso, a su juicio «todo esto es por querer sacar tajada política» y, en este sentido, reclama que «si sale» del Valle de los Caídos «que lo hagan con todo el respeto y la dignidad».

Además, ha lamentado que el Gobierno y la familia Franco no hayan conseguido llegar a un diálogo. «Hay gente que se pelea, yo lo que quiero es que no se peleen tanto. El Papa nos lo dice una y otra vez, que lo que hay que hacer es dialogar, por eso yo pedía que dialoguen con la familia, con los abogados, con la Iglesia y con los políticos».

ESPÍAS EN SUS HOMILÍAS

En el libro Un mundo mejor es posible, el Padre Ángel cuenta que los siguientes años a la reunión con Franco en 1972 fueron «convulsos» pues su asociación fue tachada de conflictiva. Si bien, el sacerdote asegura que él no es de un partido político u otro sino «de todos». «A mi me han dicho que era rojo durante el franquismo, que era de derechas cuando gobernaba el PSOE, incluso tuve espías escuchando mis homilías durante el Régimen para ver si incitábamos a la revolución», comenta.

También recuerda un suceso ocurrido en las Navidades de 1969, cuando convenció al entonces arzobispo de Oviedo Gabino Díaz Merchán para dar misa en la barriada de Las Sesgadas donde vivían migrantes portugueses y niños pobres en «chabolas de papel». El Padre Ángel cuenta que al acabar la celebración, empezaron a perseguirles, les zarandearon e intentaron tirarlos al río. «No querían que diésemos misa a los portugueses porque pensaban que traían enfermedades. ¡Qué locura!», relata en el libro.

Pocos días después de aquello, dice que recibió el chivatazo de que iban a por él. Entonces, vio claro que tenía que salir de Asturias porque «peligraba» su vida y la de los suyos. Ya en la capital, decidió cambiar el nombre a la asociación y allí nació Mensajeros de la Paz.