El «aggiornamento» de Ciudadanos

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

ACTUALIDAD

04 jun 2019 . Actualizado a las 08:41 h.

Ciudadanos, al igual que la Iglesia católica en el Vaticano II, inició ayer su aggiornamento: un proceso de actualización de su estrategia y de adaptación al nuevo tiempo político alumbrado por el dictamen de las urnas. Aunque el sínodo acaba de empezar, y los dogmas siguen vigentes por el momento, ya son perceptibles algunos cambios significativos en la liturgia.

 Ciertamente el mapa político mudó una barbaridad. Ciudadanos, que en mayo del 2018 había logrado el sorpasso al PP... en las encuestas, se halla ahora en una encrucijada diabólica. Tiene que optar entre dos males: o bien rectificar su rumbo e intentar recuperar el espacio de centro que abandonó cuando marchó a su cruzada contra el independentismo, o bien asumir junto con Vox el papel de subordinado del PP. Y en función de esa elección, proceder al reparto de alcaldías y presidencias autonómicas entre PP y PSOE.

Después del cónclave de ayer, parece que Albert Rivera, bajo la presión de algunos cardenales como Valls o Garicano, ya no desdeña la primera opción. La ejecutiva del partido ha abierto una rendija en el muro infranqueable que impedía pactos con los socialistas. Así lo explicó Villegas: «El socio preferente será el PP y de manera excepcional se intentará llegar a acuerdos con el PSOE». Hace unos días, el pacto solo era posible con aquellos barones socialistas que renegasen de satanás Sánchez y apoyasen la aplicación del 155 en Cataluña; hoy solo les pide que «acepten nuestras políticas», lo que puede interpretarse como posibilidad de pacto en torno a un programa común.

La segunda novedad estriba en la rotunda negativa de Ciudadanos de compartir gobiernos con Vox, Podemos y nacionalistas. Lo que significa un cambio radical de estrategia: ya puede gobernar con el PSOE, su enemigo visceral, pero nunca con Vox, su aliado en Andalucía y colega de Colón. Acepta sentarse a la mesa con Vox, pero nunca para negociar: el trabajo sucio se lo deja al PP, como en Andalucía, para no mancharse las manos.

Si Albert Rivera fuera un político de fiar y no una veleta al albur de los vientos, deberíamos pensar que Ciudadanos ha iniciado su camino de retorno al centro. Y empezar a entonar un réquiem por la derecha trifásica.

Pero no cantemos victoria todavía. Desde la posición de Ciudadanos hasta el centro del tablero hay todavía leguas de distancia. Un partido de centro debería aislarse de los extremos y rechazar por igual todo tipo de negociación o pacto con los independentistas y con la ultraderecha. Un partido de centro debería abrir las puertas a las demás fuerzas políticas y, preferentemente, a las dos fronterizas: PP y PSOE. Pero no. Ciudadanos se mueve, pero sigue ofreciendo un trato asimétrico a derecha e izquierda. Al PP, trato preferente; al PSOE, de forma excepcional. Puede compartir mesa con la ultraderecha, pero nunca con Podemos. Y sigue empeñado en construir muros: levanta el veto al PSOE y se lo endilga a Podemos y PNV. Qué manía de cerrar y de abrir puertas. Diríase que Rivera tiene vocación de cerrajero mayor del reino.