La UE avisa a los «tories»: la factura se paga y el «brexit» no se renegocia

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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Barnier recibió a Nicola Sturgeon en el cuartel general de la Comisión Europea
Barnier recibió a Nicola Sturgeon en el cuartel general de la Comisión Europea Olivier Hoslet | Reuters

Juncker insiste en que el pacto de salida no es un apaño personal sino un acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido

12 jun 2019 . Actualizado a las 07:32 h.

No importa quién tome el relevo de Theresa May al frente del partido tory y de Downing Street. Bruselas no renegociará los términos de divorcio con la UE. El texto del brexit, forjado con sudor y algunas lágrimas durante 18 meses de tortuosas y envenenadas negociaciones, es intocable para Bruselas. La Comisión Europea respondió este martes con desdén al desafío lanzado por el candidato favorito, Boris Johnson, quien insiste en torear al Ejecutivo comunitario blandiendo como amenaza el impago de la factura británica, que asciende a 45.000 millones de euros en concepto de pensiones y contribuciones a programas ya presupuestados. 

«No importa quién sea el próximo primer ministro. Eso no va a cambiar los parámetros que hay sobre la mesa», explicó el portavoz de la Comisión, Margaritis Schinas. El mensaje a los conservadores británicos es claro: las cuentas pendientes se pagan y los acuerdos firmados se respetan. Por si todavía quedan dudas en el aire, su presidente, Jean-Claude Juncker, también se aventuró en la controversia para desacreditar las promesas de renegociación que lanzaron algunos de los candidatos en los últimos días: «Este no es un trato entre Juncker y May, es entre la Unión Europea y el Reino Unido. Debe ser respetado por quien quiera que sea el próximo primer ministro», zanjó ayer el luxemburgués en una entrevista a Político

Un mantra que recuerda palabra por palabra al mismo que abrazó la UE para forzar al Gobierno griego de Syriza a firmar el rescate del 2015. También entonces el equipo del primer ministro Alexis Tsipras insistía en renegociar los términos pactados por el anterior Gobierno conservador. La respuesta fue la misma: Un portazo.

La negativa de Bruselas tiene varias explicaciones. Por un lado, nadie quiere reabrir de nuevo las negociaciones porque podrían llevar el proceso del brexit a un callejón sin salida una y otra vez, alargando la incertidumbre en los mercados y dañando las inversiones. Por otro lado, hay cancillerías que ven con malos ojos la permanencia de los británicos en las instituciones de la UE en un momento crucial en el que el bloque se juega su futuro. Los Veintisiete necesitan profundizar en su integración para no sucumbir a las embestidas de los eurófobos y ultraderechistas. Otra de las razones es que ceder a los caprichos y ambiciones personales de los tories puede sentar un peligroso precedente. Bruselas no quiere que ser rehén de las luchas internas y encarnizadas del partido conservador ni de otras fuerzas políticas de la UE, hambrientas por convertir a la Comisión en chivo expiatorio. 

Independencia escocesa

Otro de los movimientos tectónicos que puede provocar el brexit tiene su foco en la frontera escocesa. La posible salida del Reino Unido el próximo 31 de octubre provoca pavor a la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, quien ayer se mostró dispuesta a hacer lo que sea necesario para mantener a su nación dentro de la UE, incluida la convocatoria de un segundo referendo de independencia «antes de que sea demasiado tarde por el daño que el brexit está haciendo», deslizó tras reunirse con Juncker y el negociador europeo, Michel Barnier

Sturgeon alegó que «cada vez más, Escocia y el Reino Unido están en sendas política diferentes», para justificar esta consulta que Londres le deniega. Para Bruselas las cosas no cambian. Cualquier eventual independencia, consensuada, obligará a la región a pedir su ingreso en la UE.

Los rivales de Boris Johnson le acusan de cobardía por su desaparición de la escena pública

 Rita A. Tudela / Londres / E. la Voz

Boris Johnson, el claro favorito a suceder a Theresa May, está desaparecido de la escena pública y eso sus rivales no se lo perdona. Le acusan de cobardía, de «no tener las agallas para enfrentarse a la gente», de esquivar las entrevistas y de negarse a confirmar su participación en un debate de la BBC con el resto de candidatos.

Varios de sus rivales lo criticaron alegando que la carrera por conseguir al liderazgo conservador debe poner a los diez candidatos bajo el mismo escrutinio. Johnson se ha situado en un sospechoso segundo plano y mide sus pasos con lupa. Solo ha concedido una entrevista al Sunday Times y ha hecho apariciones pagadas en empresas en Manchester y Suiza, además de sus ya famosas y esperadas columnas en el diario conservador Daily Telegraph, por las que también cobra.

A la espera de conocer sus próximos movimientos, tres candidatos se han enredado en discutir sobre la fecha del brexit. Para Andrea Leadsome, el país se irá de la UE el 31 de octubre, porque es una línea roja infranqueable, mientras Mark Harper considera que esa fecha no es creíble y Matt Hancock dijo que no se puede resolver «amenazando con no llegar a un acuerdo».

 Dentro de las filas laboristas las cosas no están mejor. Varios diputados abroncaron a su líder, Jeremy Corbyn, en una reunión privada en la que exigieron un cambio de dirección y le confesaron que sintieron vergüenza de votar al partido en las elecciones europeas, debido a su forma de manejar la investigación sobre el antisemitismo dentro de sus filas.