Es hora de reivindicar la comedia televisiva

beatriz pallas REDACCIÓN / LA VOZ

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Un libro destaca la importancia de las «sit-com» en los orígenes y evolución de la ficcióncatódica frente al consenso que otorga al drama la etiqueta de la calidad

16 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El auténtico seriéfilo actual parece disfrutar más cuanto más sufre ante la pantalla. De las masacres de Juego de tronos a la asfixia que provoca Chernóbil, el drama perpetúa a cada paso su imagen asociada a la ficción televisiva de calidad. Pero en el origen de la actual afición por las series ha tenido mucho que ver el género de la comedia de situación norteamericana (sit-com). Para reivindicar su papel y su relevancia acaba de salir a las librerías el libro Sitcom. La comedia en la sala de estar, de los escritores e investigadores Carlos Pott y Manuel Guedán (editorial Lengua de Trapo).

«Se ha impuesto un consenso crítico en torno al drama, desde la primera etapa de la edad dorada de las series, con The Wire, que era una serie muy realista, o Los Soprano, que era muy oscura -explica Manuel Guedán-. Estas marcaron una pauta y parece que la calidad está solo en la trascendencia y en la traducción del paradigma shakespeariano a un contexto contemporáneo. O bien, como ocurre con Chernóbil, en la explicación de grandes acontecimientos históricos, que hacen que la gente tenga la sensación de que se acerca a la historia y a la verdad». Frente a todo eso, el paradigma de la sit-com «parece algo minúsculo en sus espacios, en su cartografía del mundo y en los universos que retrata». «Por eso nos apetecía ponerlo en valor», reivindica Guedán.

Bebiendo de los orígenes que marcó en los años cincuenta I Love Lucy (Yo amo a Lucy), considerada la primera sit-com, y referentes posteriores como La chica de la tele o La hora de Bill Cosby, la irrupción de las nuevas plataformas está reinventando el modelo clásico de comedia. Por un lado, «su eterna reproductibilidad y la posibilidad de ver los capítulos salteados por no tener una narrativa continua no llama tanto al visionado maratoniano» que fomenta el streaming, afirma Carlos Pott.

Pero, al mismo tiempo, los catálogos de las plataformas hacen que haya una mayor disponibilidad de algunos títulos antiguos que en su día no tuvieron una distribución masiva, como es el caso Seinfeld. Otro ejemplo curioso es el de Friends, que se ha convertido en un contenido fundamental del catálogo de Netflix y que, gracias a su éxito actual, ha logrado revalorizarse quince años después de su final. «La evolución de Friends es paradigmática, porque en España nació en una televisión de pago (Canal+), se extendió al gran público en Cuatro y ha sido capaz de tener una segunda vida vía Netflix y llegar a las nuevas generaciones», explica Manuel Guedán.

El libro de ambos autores dedica precisamente un capítulo central a Seinfeld y Friends «como referencias clave de la sit-com, aunque ambas representan modelos contrapuestos.

La obra también recoge el caso de la recién concluida Big Bang Theory, «porque ha sido la que ha perpetuado ese mismo lenguaje estandarizado y la última capaz de aglutinar a una gran audiencia, del mismo modo que Juego de tronos ha sido el último eslabón de una cadena antes de que sigan fragmentándose las audiencias».

Las risas enlatadas

Entre las comedias más actuales que han contribuido a renovar el lenguaje de este género, los autores destacan títulos como Louie y Fleabag. «Esas series que han introducido recursos dramáticos son las que han tenido una recepción crítica más entusiasta», resalta Carlos Pott.

 

Fleabag, como antes hizo The Office, recurre a las miradas de los personajes a cámara como forma de interpelar al espectador. Los autores concluyen que este recurso cumple una función muy concreta. «Hemos reflexionado acerca de que esa ruptura de la cuarta pared funciona como las antiguas risas enlatadas -analizan-. Una mirada a cámara que no está justificada narrativamente, pero corta el flujo de los chistes e indica al espectador cuándo tiene que reírse. Por una parte, la risa enlatada puede resultar antigua, pero se buscan nuevas formas de cumplir esa función de subrayar el chiste».