Revolucionarios fracasos tecnológicos

Sara Cabrero
Sara Cabrero REDACCIÓN / LA VOZ

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Álvaro Ballesteros

La historia está llena de cacharros que prometían ser muy innovadores y acabaron siendo inútiles. Televisores verticales o móviles que solo sirven como red social son ejemplo de ello

08 jul 2019 . Actualizado a las 09:56 h.

Se las prometían muy felices y acabaron siendo un auténtico fracaso. El despegue tecnológico que ha vivido la sociedad en los últimos años ha provocado la aparición de toda clase de artilugios de lo más inverosímiles. Algunos, como los smartphones que inundan los bolsillos de los ciudadanos de todo el mundo o las tabletas, se convirtieron en todo un éxito y permitieron a las marcas que se encontraban detrás de ellos llenar sus arcas de manera importante. Pero en este mundo tecnológico no todo son éxitos. La corta -pero intensa- vida de la industria más avanzada está plagada también de historias que no llegaron a buen puerto. Artilugios que en algún momento una mente pensó que podían convertirse en revolucionarios y que finalmente lo único que acabaron provocando fue más de un dolor de cabeza en las empresas que los apadrinaban.

Una de las últimas en lanzar un cacharro bastante insólito ha sido Samsung, que hace unos meses sorprendía a todos al anunciar que una de sus apuestas empresariales para este año era un televisor vertical. Todavía es pronto para colgarle la etiqueta de fracaso a este aparato, pero todo apunta a que, por mucho que sus creadores se frotaran las manos pensando en lo que estaban a punto de patentar, el Samsung Sero engrosará las listas de cacharros que pasaron con más pena que gloria. Las intenciones no son del todo malas. Este televisor, dirigido en principio a los jóvenes que están más habituados a consumir contenidos en formato vertical, tiene un tamaño de 43 pulgadas y saldrá a la venta en Corea del Sur como un simple producto experimental.

Samsung ha sido la última, pero antes que ella fueron muchas otras. El gigante de Internet por antonomasia, Google, también cuenta con alguna que otra mancha en su expediente. Las Google Glass, las archiconocidas gafas del buscador, generaron durante años más fascinación que ningún otro cacharro del mercado. Pero el final de su historia lo acabaron cerrando con la palabra fracaso. Hasta los responsables de Google reconocieron lo que muchos ya sabían: «El fracaso de Google Glass se debió a llamar tanto la atención sobre el proyecto», aseveró en su momento Astro Teller, jefe de Google X, la división en la que se gestó el proyecto. Pero Google no quiere tirar la toalla. A pesar de que sus primeras gafas resultaron ser un producto inservible, incompleto y demasiado caro, los de la tecnológica preparan con fuerza sus próximas lentes mejoradas. Está por ver si la historia acaba también por relegarlas al olvido.

También llegaron al mundo como gran innovación los móviles modulares. Estos teléfonos se diferencian de los actuales (fabricados como una sola pieza indivisible) en que están formados por diferentes componentes que se pueden sacar y cambiar de manera sencilla. Estos aparatos cuentan con bloques de hardware diferentes para el procesador, la batería o la cámara, de tal forma que si uno de ellos falla o se queda anticuado, simplemente se puede extraer ese componente y cambiarlo por otro mejor. La idea es bastante interesante, pero no acabó de cuajar. Estos teléfonos se acabaron convirtiendo en cacharros demasiado caros y pesados para los usuarios. Quién sabe si el tiempo acabará dándoles una segunda oportunidad.

Si se viaja un poco más atrás en el tiempo, se pueden encontrar chascos mucho mayores de los que ya nadie se acuerda. Un buen ejemplo es el Nokia N-Gage. Esta mezcla entre videoconsola y teléfono es para muchos uno de los mayores naufragios tecnológicos de la historia. La hoy malograda Nokia creía a principios de los 2000 que podría competir en el mercado de las consolas portátiles aportando a su aparato el toque telefónico. Pero se equivocó. Aquel que osó gastarse los 300 dólares que costaba por aquel entonces se encontró con un móvil-consola que no era capaz de ofrecer ninguna de las dos opciones como debía. En primer lugar, el dispositivo obligaba a sus dueños a sostenerlo de manera poco práctica (con la cabeza hacia un lado) para poder hablar. Y por si fuera poco esta incomodidad, para poder usarlo como consola, los usuarios se encontraban con engorrosas dificultades para poder cambiar los juegos. El diseño hacía aguas por todos lados. 

Solo para Twitter

Los responsables de redes sociales también quisieron probar suerte en el mercado lanzando sus propios ingenios. Y también lo hicieron con bastante desatino. Twitter Peek salió en el 2009 como un dispositivo pensado para que los fans del pajarito más tecnológico pudieran simplemente comprobar sus actualizaciones en la red social. El dispositivo, cuyo teclado incorporado recuerda bastante a las exitosas BlackBerry, tan solo mostraba los primeros 20 caracteres de tus tuits, lo que obligaba a iniciar un engorroso proceso para consultar correctamente todo lo que sucedía en esta peculiar plaza pública 2.0. Por aquel entonces, ya existían aplicaciones que permitían hacer -de manera gratuita y mucho más fácil- todo lo que hacía el Twitter Peek desde un simple smartphone. Otro caso más de la crónica de una muerte anunciada.