Von der Leyen mira a los euroescépticos ante una elección que se le complica

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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CLEMENS BILAN | EFE

Los apoyos de la extrema derecha podrían ser claves para que presida la Comisión

12 jul 2019 . Actualizado a las 07:35 h.

A Ursula von der Leyen no le salen las cuentas. Después de la extenuante gira emprendida estos días en Bruselas para recolectar apoyos, la alemana sigue sin tener claro si será la próxima presidenta de la Comisión Europea. Necesita al menos el voto de 374 eurodiputados, pero la enorme fragmentación que sufrió la Eurocámara tras las elecciones del 26 de mayo le ha puesto las cosas cuesta arriba. Su perfil, conservador, y su elección «a dedo», tampoco corren a su favor.

La votación tendrá lugar el próximo martes, a media tarde. Será secreta. Una lotería porque no existe unanimidad dentro de las diferentes familias políticas.

Los conservadores, con 182 escaños y la CSU alemana en contra, necesitarán sumar con las filas liberales (108 escaños). Pero todavía no se sabe si Renovar Europa votará al unísono. Hay delegaciones descontentas porque Von der Leyen se resiste a dar a su candidata, Margrethe Vestager, el mismo rango político que al candidato socialdemócrata, Frans Timmermans, en el futuro Ejecutivo europeo.

Los socialdemócratas, con 154 escaños, insisten en que la alemana no ha dado «suficientes respuestas», así que debatirán internamente si respaldan lo acordado por su líder negociador en el Consejo, el español Pedro Sánchez. Por ahora las discrepancias son muy grandes y podría haber varias delegaciones de socialistas, como la alemana, votando en contra de Von der Leyen porque la familia progresista salió especialmente mal parada del reparto de altos cargos. A ellos se sumarán los eurodiputados (74) de Verdes-ALE. Su líder, Ska Keller, reconoció que la reunión de su grupo con la alemana fue infructuosa: «Votaremos en contra», anunció. Para el eurodiputado de En Comú Podem, Ernest Urtasun, su visita fue «de simple cortesía» y reprochó a Von der Leyen haber buscado el apoyo del grupo ECR, donde se integra Vox, para «crear una más que dudosa mayoría (…) De confirmarse, sería triste para Europa». Una tesis que comparte el portavoz de la izquierda unida europea (GUE), Martin Schirdewan. Su grupo ocupa 41 escaños. «Sus ideas solo ayudarán a perpetuar los problemas crónicos a los que nos enfrentamos (…) No tiene una visión basada en la justicia social y los Derechos Humanos», señaló antes de mostrarse preocupado por «la militarización de la UE que nos propone Von der Leyen». Y es que si algo pesa en el currículo de la alemana es su trabajo en el Ministerio de Defensa alemán. No solo por los gastos irregulares en los que incurrió como ministra, ahora investigados por una comisión parlamentaria, también por apoyar el programa de venta de armas a Arabia Saudí y su actitud intervencionista.

Lo paradójico de la situación es que, a pesar de la campaña emprendida para frenar a los eurófobos y a la ultranacionalistas, Von der Leyen podría compensar la falta de apoyos del ala europeísta con los votos de partidos de extrema derecha, agrupados en Identidad y Democracia (ID). Dentro del grupo ultraconservador ECR hay discrepancias. Los polacos del PiS podrían retirarle la mano porque su partido dejó caer a la ex primera ministra polaca, Beata Szydlo, quien aspiraba a ocupar la presidencia de la Comisión de Empleo del Parlamento Europeo.

Tusk aprovecha una visita a Georgia para lanzar otro dardo a Putin: «La caída de la URSS fue una gran noticia»

 

Poco más de tres meses. Es el tiempo que le queda al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para dejar el cargo. Pero parece que el polaco no está dispuesto a marcharse sin gastar las pocas balas que le quedan apuntando a Moscú.

Este jueves celebró desde Batumi (Georgia) el trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, un hecho histórico que propició el fin de la Unión Soviética y permitió tender puentes entre las dos Europas. Tusk no ahorró emoción en su discurso en el que también deslizó una réplica directa a Vladimir Putin. El presidente ruso sostuvo en el 2005 que el colapso del régimen soviético fue una de las mayores catástrofes del siglo. Para Tusk, sin embargo, fue una bendición. «Quiero decir alto y claro que la caída de la Unión Soviética fue una bendición para los georgianos, los polacos, los ucranianos y para todo el centro y este de Europa. Y estoy convencido de que para los rusos también», dijo.

También tuvo palabras de elogio para aquellos países que se levantaron contra el régimen y tuvieron un rol clave a la hora de derribarlo: «Todo empezó con las manifestaciones en Tbilisi en abril del 1989. Luego en junio con las elecciones parcialmente libres de Polonia y culminó con la caída del Muro de Berlín en noviembre», recordó el polaco al término de una conferencia en la que se puso en valor la importancia de seguir estrechando los lazos con la asociación oriental, clave y estratégica para frenar la influencia de potencias extranjeras en la vecindad de la UE.

La amenaza más grande proviene de Rusia. Por eso no faltan voces, como la de Tusk, que defienden el refuerzo de las relaciones comerciales, militares y políticas con países como Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Moldavia o Ucrania. «Hay muchos en la UE que tienen dudas en torno a más ampliaciones. Yo no tengo ninguna», deslizó antes de bajar de revoluciones y asegurar que las asociaciones con países del este «son una iniciativa de paz» que no se crea «contra nadie».

No piensa igual el Kremlin, que en los últimos años ha invertido muchos esfuerzos en desestabilizar las fronteras de la UE y el corazón de Europa, los Balcanes, como señaló en la Eurocámara la candidata a presidir la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. La alemana también apoya las adhesiones. «Hay unas normas que hay que cumplir, pero abogo fuertemente por ampliar Schengen (…) Estoy convencida de que la puerta a los Balcanes sigue abierta. En el pasado tuvimos dudas y eso lo aprovecharon otros para ganar influencia: Rusia, China, Arabia Saudí», alertó.