Pedro Horrach: «La monarquía fue muy positiva, pero hoy es una institución anacrónica»

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

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Horrach fue el fiscal del polemico caso Nóos
Horrach fue el fiscal del polemico caso Nóos EDUARDO PEREZ

El exfiscal del caso Nóos, que en su día se opuso a la imputación de la infanta, trabaja ahora como abogado

13 jul 2019 . Actualizado a las 09:39 h.

El exfiscal Pedro Horrach (Sa Pobla, Mallorca, 1966) habla a paso de tortuga. Mide tanto las palabras que solo le falta coger un metro. Pese a que su fama le llegó por oponerse a la imputación de la infanta Cristina, no le gusta la Monarquía. Tras pedir la excedencia en mayo del 2017, hoy dirige su propio despacho de abogados y no extraña una pizca su paso por el Ministerio Fiscal. Ahora defiende a los presuntos delincuentes cuando antes los quería ver presos. Ayer estuvo en Oleiros, participando como padrino de la promoción del IFFE Business School, donde impartió una clase magistral de cierre del curso. «Estoy agradecidísimo de que me hayan invitado», quiere recalcar.

-¿Le molesta que en todas las entrevistas le sigan preguntando por el caso Nóos y su postura contraria a la imputación de la infanta?

-Sí. Ya estoy harto la verdad (lo dice con una sonrisa, como quitándole hierro, guiñando un ojo en señal de que no sigamos por ahí).

-Pues dígame, al menos, si es usted monárquico...

-La Monarquía ha sido una institución de gran importancia en la transición. Fue muy positiva en un momento histórico, para una evolución pacífica de la sociedad española y hay que reconocerle esa labor. Pero desde mi punto de vista, subjetivo por supuesto, hoy es una institución anacrónica que algún día desaparecerá. Es cuestión de tiempo.

-¿Cree que se borrará de las mentes algún día su papel en el caso que llevó a prisión a Urdangarin y se le recuerde por los múltiples casos de corrupción que destapó en su carrera fiscal en Baleares?

-No es que sienta rabia por eso, pero sí cierta frustración. Han sido 12 años en la Fiscalía Anticorrupción de Baleares en los que se han destapado grandes casos de corrupción. Por eso preferiría una valoración por parte de la gente más generalizada, más global, y no tanto personalizada en una causa, que además fue mi última causa.

-Tras dos años apartado de la Fiscalía, ¿ha sentido morriña?

-No por el momento. Desconozco si algún día tendré nostalgia y, si la tengo, espero que no sea dura (ríe).

-¿Su marcha del Ministerio Fiscal fue algo madurado o fruto del agotamiento del caso Nóos?

-La decisión la llevaba madurando con anterioridad. Y es posible que el caso Nóos me haya empujado a tomar la decisión definitiva.

-Ahora es usted abogado. ¿Mejor ahora o mejor antes?

-Desde luego. La verdad es que en estos dos años que llevo con un nuevo proyecto profesional y personal no he tenido tiempo de pensar o comparar. Me he centrado en el nuevo proyecto y he aprendido a ver las cosas desde otras perspectivas. También es cierto que mi paso por la Fiscalía ha sido intenso, bonito y lo disfruté.

-¿Cómo lleva el dejar de perseguir a presuntos delincuentes a defenderlos?

-Es cierto que no es un paso fácil. Es una posición completamente distinta. Pero igual de intensa. Hoy soy más consciente, si cabe, del déficit que existe en nuestro país de la presunción de inocencia. Una persona, por ser investigada, por aparecer en unos papeles o por lo que fuera no significa que sea un delincuente. Es, simplemente, una persona inocente a la que hay que investigar por si cometió algún delito. Nada más que eso. No es un culpable y en la mayoría de los casos la sociedad los condena.

-¿Cómo está la Justicia?

-Muy mejorable. Por un lado, hay un gran déficit de medios materiales, económicos y humanos. Pero no solo está ahí el problema. El sistema procesal tiene que ser mucho más ágil. Le voy a recalcar una frase que por muy repetida no deja de ser cierta, y es que la Justicia lenta no es Justicia. No puede ser que una investigación comience este año y no haya una sentencia firme hasta el 2033, por decir un año. La Ley procesal ha de dar un vuelco. En especial, en el ámbito penal, pues arrastramos unas normas de más de un siglo en vigencia. Debería cambiarse, además, el modelo de investigación actual. No se puede investigar todo porque no hay medios. Estamos anclados en un corporativismo mal entendido.