Justicia vecinal en Portugalete: los vecinos echan a los okupas de la casa de una anciana de 94 años

Iago García
Iago García REDACCIÓN | LA VOZ

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Victoria llevaba más de 80 años viviendo en el mismo sitio. Salió a visitar a su hermana y unos energúmenos aprovecharon para «dar la patada». Todos los vecinos unieron sus fuerzas para que la cosa acabase, nunca mejor dicho, en victoria

06 nov 2019 . Actualizado a las 18:07 h.

Centenares de personas en la calle. Unidos con un único objetivo. Y defendiendo a Victoria, su vecina desde hace 87 años del barrio de Repelega, en Portugalete. En este caso, además, se ha hecho justicia antes de que la justicia pudiese actuar. ¿Cómo? Ha sido el pueblo con su movilización masiva el que ha conseguido echar a los okupas que se colaron en casa de esta anciana de 94 años. 

Todo se remonta al domingo de la semana pasada cuando Vitori -es vasca- salió de casa para ir a la de su hermana. Algo de lo más normal. Lo anormal, vino después. Un grupo de más de diez personas aprovecharon que la vivienda estaba vacía para «dar la patada» y colarse dentro. Siguiendo con su modus operandi habitual, cambiaron la cerradura y sabedores de lo garantista que es en cuanto a plazos el proceso judicial contra los okupas pensaron que habían ganado. Pero esta vez, la unión sí hizo la fuerza necesaria para que no se salieran con la suya.

Al regresar de la estancia en casa de su hermana la llave no giraba. No podía entrar. Ni disfrutar de sus cosas. Estar entre las cuatro paredes que llevaba ocho décadas cuidando. A Victoria le tiraron sus enseres al patio. Veía cómo iban destrozándole todo. Aprovechándose del esfuerzo de toda una vida. No era una segunda vivienda. Tampoco se trataba de un chalé de veraneo en primera línea de playa para los más pudientes. Más que ocupar, habían allanado su propiedad. Le habían arrebatado algo tan simple como valioso a la vez: su hogar.

Desde el primer momento sus vecinos la arroparon. Al principio, unos pocos se sentaban con ella en el banco que había al lado de su casa, para calmar su frustración. Pero pronto fueron centenares. Eran ellos, los vecinos, los que tendrían que hacer justicia, porque la otra, la de los juzgados, podía dilatarse demasiado. Y mientras, los ilegítimos moradores se mofaban con descaro.

La solución «legal» tras denunciar los hechos era esperar más de un mes a que empezara el juicio. «Ni los policías pueden con ellos», se lamentaba una tristona Victoria. «Las leyes están para los que están dentro», «pueden hacer lo que les da la gana», «es una vergüenza», se les oía decir a sus vecinos en los informativos de la televisión. El hartazgo llegó al más alto nivel. Aunque otras casas vacías del barrio habían estado ocupadas, esta era la casa de Victoria. 

Tocaba organizarse. En este lugar el tsunami iba a ser pacífico. Además de efectivo. Centenares de personas, todos sus vecinos y familia, entre ellos un combativo sobrino, cercaron la noche del pasado jueves a los okupas. El cazador cazado. Un furgón policial tuvo que acercarse hasta allí para proteger, curiosamente, a los que ocupaban ilícitamente la vivienda.

Según la crónica de lo sucedido en El Diario Vasco, los familiares confirmaban que la vivienda había sido recuperada, aunque con daños: «los cajones y armarios están vacíos y faltan hasta las colchas»

La indignación venció a la maldad. Y Victoria ya está en casa. «Estoy muy emocionada, no creía que podía venir tanta gente», señalaba al cruzar de nuevo sus muros vitales. Hasta la Victoria siempre.