«Que una bloguera recomiende medicamentos es un peligro público»

Marta Otero Torres
Marta otero REDACCIÓN / LA VOZ

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El autor de Farmacia Enfurecida asegura que las redes animan a consumir productos que no son inocuos

08 nov 2019 . Actualizado a las 09:04 h.

«Farmacéutico, tuitero y bloguera de batas». Así se define en Twitter Guillermo Melgar, @Farmaenfurecida, que acaba de publicar Esta farmacia es una cruz (Grijalbo), un libro ilustrado por Maribel Carod que narra, en clave de cómic, los entresijos de la profesión.

-Por lo que cuenta en el libro, trabajar en una farmacia es todo un reto.

-Trabajar de cara al público es complicado, porque pasan muchas cosas. Los temas relacionados con la salud siempre son delicados y la gente se enfada. Y claro, el cliente siempre tiene la razón pero el paciente no suele tenerla, porque no tiene mucha idea, con lo cual estás siempre entre la espada y la pared. Y además, cuando eres joven es casi imposible hacer entrar en razón a un paciente porque no se fía de ti. Cuando te ven recién salido de la carrera dicen: «¡si es como mi niño!». Tengo 29 años y todavía me tratan como si fuese el ayudante.

-Y a veces hay que hacer un poco de investigador.

-Es lo que llamamos el CSI de la farmacia. Te dicen «dame la pastilla esa que es pequeña y redonda». Y tu preguntas para qué la tomaba pero no te saben decir. Te pasas diez minutos averiguando y al final es una chorrada, pero cuesta lo suyo. Otras veces quieren que la identifiques por el sabor. «Es un jarabe que es así como amargo». Y preguntas: «¿pero para qué vale?», pero no tienen ni idea.

-¿Y hacen también muchas veces de psicólogos?

-La gente, al verte como sanitario y saber que estás ahí, pues te cuenta su vida. Hay veces que vienen a la farmacia con la excusa de un medicamento o lo que sea y se pasan ahí una hora contándote su vida: que si el niño no la llama, que si su hija está por ahí de Erasmus y la echa de menos... Nos toca escuchar unos dramas familiares curiosos, es como estar en una telenovela.

-Y luego están las situaciones tensas del que quiere su medicamento aunque no tenga receta.

-Sí, eso pasa cada dos por tres. A mí hace una semana me amenazaron con demandarme y llamar a la policía. Y eso que era una chica que venía sin dinero a por un medicamento que valía 60 euros y necesitaba receta. Es como si voy a un banco y les digo que me den mil euros sin cartilla y sin ni siquiera tenerlos en la cuenta. El tema es que tienes el medicamento ahí y ellos se piensan que es como un supermercado, pero tú estás obligado por ley a pedir receta. El resultado es que a veces te la montan, sobre todo si eres joven, y tienes que aguantar el tipo.

-¿Es muy difícil enseñar a la gente cómo se toman los medicamentos?

-Lo más difícil es convencer a la gente de que no tiene ni idea. Tienes que explicarle que lo que dice su vecina no es cierto y que está equivocada aunque lleve muchos años haciendo lo mismo. Tienes que reeducarlos y eso cuesta muchísimo. Y luego, cuando falta un medicamenteo o se retira, tienes que explicarle que no va a tener cáncer o no se va a morir, que se esté tranquilo. Lo difícil es luchar contra esas otras fuentes que no son fiables.

-La moda de recomendar medicamentos en los blogs tampoco ayuda.

-Que una bloguera recomiende medicamentos es un peligro público de narices. Te vienen niñas de quince años utilizando antibióticos y echándoselos en la cara sin saber ni lo que es. Estas chicas anuncian maravillas de los medicamentos pero nunca cuentan los efectos secundarios. Cuentan lo que les interesa para quedar bien.

Luego en la farmacia entra la gente pidiendo eso sin saber para qué vale realmente. Eso sí, luego les pides la receta y se llevan las manos a la cabeza: «¿Pero cómo que receta para esto, pero si es una crema»? Y es un peligro porque lo tienen en casa y luego lo usan para todo.

-Pese a todo, la profesión compensa.

-Hay cosas que mejorarías y hay días que son horribles, pero en general vale la pena. Todos los trabajos tienen un lado bueno y malo, y en este gana lo bueno.