Ágnes Mócsy: «La discriminación de la mujer en ciencia llega hasta el tamaño de los despachos»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO

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SANDRA ALONSO

Catedrática de física en el Instituto Pratt de Nueva York, insiste en romper con el tópico del físico friki y sesudo

27 nov 2019 . Actualizado a las 08:52 h.

Ágnes Mócsy es profesora visitante en la Universidad de Yale y catedrática en el Instituto Pratt de Nueva York. También tiene una colección de zapatos que ha fotografiado en un libro y ha realizado un documental, Smashing matters. Esta física teórica defiende la interacción de arte y ciencia, la necesidad de divulgar la física y la urgencia de romper con los prejuicios que sufren no solo las mujeres en estos ámbitos, sino también otras minorías. Visita Santiago con motivo de la semana de la ciencia que organiza el Instituto Galego de Física de Altas Enerxías.

—¿Qué tiene de arte la ciencia y qué de ciencia el arte?

—El arte tiene partes de física y la ciencia parte de arte, hay conexiones muy obvias, como la física del sonido, de la luz, o del color, esta es la conexión más obvia pero yo quiero explorar conexiones inesperadas. El arte y la ciencia siempre están al frente del conocimiento, en primera línea, y muy a menudo en el pasado se han hecho las mismas preguntas, qué es el espacio, qué es el arte... Cuando surgieron las teorías de Einstein sobre espacio y tiempo, surgieron las del cubismo con las mismas preguntas.

—¿Ciencia y arte se preguntan lo mismo? 

—Y no hay una conexión obvia. Incertidumbre o probabilidad son temas que surgen tanto en ciencia como en arte. Uno de los ejemplos que más me gustan es el de Jackson Pollock, que hacía action painting, una forma de trabajar utilizando la energía, con salpicaduras. Al tiempo que él empezó a trabajar en esta nueva técnica comenzó la física de partículas. También pongo en concierto a la física con el arte para cambiar la representación que se ha dado de las mujeres, ya que durante mi carrera he sido una de las pocas o la única mujer en la sala. Mi motivación es que las historias importan, porque las que normalmente contamos en física no conectan con la gente, ¿por qué? Porque la mayoría de las historias que leemos son sobre genios masculinos, "el hombre genio", y si empezamos a contar historias a través de distintas disciplinas artísticas podemos hacer la física más rica y accesible. Esto le permite a los propios físicos separarse de la idea del genio, de que tienes que tener un talento innato para hacer física, porque en realidad la ciencia conlleva mucho trabajo, tu cerebro siempre está en desarrollo y esto te hace ser más humilde.

—¿Hay que romper el concepto de que el físico debe tener un talento especial?

—Creo que sí, nadie nace sabiendo física, debemos aprenderla y cuesta mucho trabajo y recursos. Las ideas no aparecen solas, necesitamos recursos, un contexto y construimos sobre el trabajo de otros.

—¿Se necesita más divulgación en física?

—Creo que sí, y actualmente es parte de mi trabajo. Hay que comunicar el proceso de la ciencia, cómo sabemos lo que sabemos, y también exponer la diferente naturaleza de la ciencia tanto dentro como fuera del mundo científico. Hay un importante estudio que muestra que en aquellos campos en los que los propios científicos creen que es necesario un don innato para trabajar, el porcentaje de mujeres que trabajan en este ámbito está muy infrarrepresentado, y lo mismo ocurre con la gente de color, ya que hay estereotipos negativos sobre este don innato en estos colectivos. 

—¿En qué momento se expulsa a la mujer de la ciencia?

—Es complicado porque yo no estoy fuera de la ciencia. Creo que las diferencias empiezan en sexto grado, a los 11 ó 12 años, porque los niños pequeños no aprecian diferencias entre ellos. Incluso entre aquellas que eligen física, a medida que van avanzando de nivel cada vez hay menos mujeres porque vivimos en una sociedad que tiene sesgos implícitos.

—¿Cómo romperlos?

—Lo primero es reconocerlos, y ese es un problema muy importante porque tendemos a estar a la defensiva, así es la naturaleza humana. Hay numerosos estudios en ciencias sociales que ilustran que los recursos no están repartidos en la misma proporción entre las mujeres que participan en ciencia. Y cuando hablo de esta discriminación hablo de financiación, conferencias, e incluso del tamaño de los despachos, y esto no es específico de Estados Unidos, sino global. Me gustaría resaltar que no es solo una cuestión que afecta a las mujeres sino a todas las minorías. La distribución de la sociedad no está representada en esta búsqueda maravillosa que es la ciencia.

—¿Se ha ocultado el trabajo de las mujeres científicas a lo largo de la historia?

—¿Respuesta corta? Sí, tanto en ciencia como en arte. Piensa inmediatamente en cinco nombres que te vengan a la cabeza en los dos campos y son hombres. Históricamente las mujeres no se sentaban en las mismas mesas que los hombres, lo que no quiere decir que no estuviesen contribuyendo. Hasta hace muy poco ni siquiera recibían el reconocimiento por el trabajo que hacían. Uno de los ejemplos más famosos es Vera Rubin, cuyo nombre es sinónimo de descubrir la materia oscura. Su nombre sonó entre los candidatos a premio Nobel pero nunca lo recibió. La representación de las mujeres en ciencia es muy baja, e incluso dentro de esta distribución los premiados no representan el porcentaje de mujeres que hay. Esto hay que contarlo, pero no solo lo tienen que contar las mujeres, sino también los hombres.

—¿Qué cuenta su documental, Smashing matters?

—Aborda el elemento humano en ciencia, la interacción personal, más que exponer los resultados muestra a la persona, las emociones como ser humano. El documental incorpora a gente joven que entra en ciencia y está al principio de su carrera, y también a científicos más sénior. Y aborda también la contribución de cada persona, no solo de los líderes.

«En un experimento se pidió a los niños que dibujasen a un físico, todos pintaron un hombre blanco con el pelo a lo loco»

—En su página web tiene hasta un apartado de «freak for fashion» (loca por la moda), ¿hay que acabar con el tópico del físico sesudo?

—Absolutamente, porque para mí es una cuestión personal, a menudo cuando me encuentro con gente que no se dedica a esto me dicen, 'pues no pareces una física', 'debes de ser genio' o 'la física no es para mí'. Puede resultar halagador para el ego pero es peligroso. Es peligroso porque te hace pensar, ¿cómo tengo que ser para parecer una física, es porque no soy un hombre blanco de mediana edad? Hay un estudio de un laboratorio que se hizo con niños y niñas de sexto grado, que tenían que dibujar a un físico: el 100 % dibujaron a un hombre blanco con el pelo a lo loco, Einstein. Y después de estar dos horas entre científicos reales volvieron a dibujar y los resultados eran noche y día. Los niños estaban sorprendidos: '¡escuchan a Beyoncé y juegan al tenis'!, decían. La idea del científico es la del «crazy man», pero no es verdad. Me gustaría decir que tengo una colección de zapatos _¡y solo traje siete pares en este viaje!_ y es algo que tenía en secreto porque me parecía vergonzoso, pensaba que no me prestarían atención. Cuando salí del armario, literalmente porque no tenía espacio para los zapatos, fotografié la colección e hice un libro. La moda también es un punto de inicio para la ciencia. Es importante que en ciencia puedas mostrarte tal cual eres, o no serás capaz de aportar y tener una experiencia lo más enriquecedora posible. Para trabajar mejor debes ser tú mismo, o estarás pendiente de los juicios de los demás, lo que quita mucha energía para trabajar. Desafortunadamente en el mundo de la física, gais, lesbianas y transexuales no lo tienen fácil.